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Contra el fanatismo: otra lectura de Chaves Nogales y 'A sangre y fuego'

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Alfons Cervera

A sangre y fuego

Manuel Chaves Nogales

Libros del Asteroide (1937)

Me da miedo esa hora / silenciosa del alma / en que todo se hunde / porque todo se calla.

Hace unos días recibí una invitación de Amnistía Internacional para dar una conferencia sobre los desastres de la guerra. No era sobre la guerra de Ucrania. Era sobre la guerra de España y por eso la invitación se completaba con un detalle importante: la reflexión tendría lugar a partir del libro de relatos A sangre y fuego, del escritor español Manuel Chaves Nogales, exiliado en Francia y luego en Inglaterra a finales de 1936. Respondí enseguida que no aceptaba la invitación. El motivo era claro: soy crítico con la postura de Chaves Nogales en los momentos más duros y complejos de la guerra recién comenzada y los relatos, en mi modesta opinión, juegan demasiado a esa equidistancia que tanto se impone hoy en día a la hora de acercarnos a la historia de aquel tiempo y a la memoria que nos deja.

La equidistancia: eso de que los golpistas y quienes defendieron la República eran lo mismo. Eso de que hubo violencia en las dos partes. Fue así en los primeros momentos después del golpe. Pero nunca salió de la administración republicana ninguna orden institucional de violencia contra los rebeldes. Sin embargo, sí que esa orden, con la palabra exterminio por bandera, surgió de militares reaccionarios como Mola, Queipo, Yagüe o el propio Franco. En fin, que muy amablemente contesté que no a Amnistía Internacional. No quería convertir una reunión literaria en un rifirrafe entre gente que, además, igual había disfrutado con la lectura del libro de Chaves Nogales. A las pocas horas, me contestaron que lo que yo pensaba del libro y de su autor vendría estupendamente para un debate interesante, que es lo que impulsaba en València las reuniones que todos los martes celebra Amnistía Internacional en colaboración con el Sporting Club Russafa y la librería Cosecha Roja de mi querido amigo Miguel Fuentes. Adelante, pues, con los faroles.

El público era numeroso. No resultaba fácil saber por dónde empezar. Dije que el pasado no es tanto el pasado como el uso que hagamos de ese pasado. Y creo que se está haciendo, por parte sobre todo de escritores como Andrés Trapiello y Antonio Muñoz Molina (pero no sólo de ellos), un uso ideológicamente interesado de Chaves Nogales y su libro. Destaca el segundo, en la contraportada de la edición de Libros del Asteroide, que el valor del autor radica en que “no se casa con nadie”, y el primero afirma, en esa misma contraportada, que “de los cientos de relatos o novelas que se han escrito sobre la guerra civil acaso ninguno puede compararse a A sangre y fuego”. A Muñoz Molina le diría que cómo puede ser un valor no casarse con nadie en el trágico momento del golpe de Estado contra la República y en todo lo que pasó durante la guerra y durante la dictadura. Ya sé que se fue de España al poco de ese golpe, pero murió en 1944 y fueron esos años, después de 1939, los más sangrientos de la dictadura franquista. A Trapiello le recordaría sólo un nombre (hay más) para añadir a su lista tan exclusivamente VIP: Juan Eduardo Zúñiga. Fue decir lo del uso “torticero” que hacen algunos de Chaves y su libro y un señor que estaba en la primera fila interrumpió el acto, dijo muy cabreado que hace treinta años no se conocía a Chaves Nogales y ahora sí. Y se fue. Igual vino sólo a decir eso. Apenas llevábamos un minuto y ya podíamos comprobar el fanatismo de quienes están convencidos de que la razón siempre está de su parte y la de los demás les importa un pito. Aunque ahora que lo pienso, igual fue por el adjetivo utilizado. No sé. Si se hubiera quedado, lo mismo lo habríamos podido aclarar y tan amigos. En fin. Hablé entonces de un riguroso artículo publicado por el historiador Francisco Espinosa Maestre en Pasajes, revista académica de la Universitat de València: De cómo el pensamiento dominante lo devora todo. El caso de Chaves Nogales. Precisamente, lo que me había movido a aceptar esa invitación era la posibilidad de contrastar mis opiniones con las de ese pensamiento dominante que entre otros encarnan, desde grandes aparatos mediáticos y editoriales (ahí me ganan, pero ojo: sólo ahí), Trapiello y Muñoz Molina. La cosa, pues, no empezaba bien. Sin embargo, luego, y durante dos horas, la cosa fue una maravilla. Hubo de todo: quienes defendían A sangre y fuego y a su autor y quienes defendían lo contrario. Un gozo total. Un gozo de los que se te quedan grabados como un ejemplo de debate tranquilo y sobre todo respetuosamente democrático.

En lo que hubo acuerdo absoluto fue en la necesidad de leer atentamente el prólogo que el mismo Chaves Nogales escribe para su libro. No se pueden entender los relatos, ni a él mismo, sin haberse empapado antes, y bien, de lo que dice en su propia introducción. En realidad, el debate está en el prólogo. “Cuento lo que he visto y lo que he vivido más fielmente de lo que yo quisiera”, dice al final de ese prólogo. Llama la atención esa rotunda conclusión si se piensa que salió de España —como apunté antes— en noviembre de 1936, cuando habían transcurrido sólo tres meses y medio del golpe de Estado contra la República. “Me fui cuando tuve la íntima convicción de que todo estaba perdido”, escribe. Insisto aquí en lo anterior. Sólo unos meses y ya conocía el final. Es como si a su condición de buen periodista —que lo era— añadiera la de adivino sin necesidad de las cartas del Tarot ni la turbadora bola de la bruja. Y la frase más dolorosamente cruel que pone los pelos de punta: “El resultado final de esta lucha no me preocupa demasiado”. No sé qué sentiría, desde su exilio tranquilo en Francia e Inglaterra, cuando en 1944, año de su muerte, la dictadura franquista había llenado este país de cárceles y fosas comunes, unas fosas que todavía hoy se están abriendo, con muchas dificultades, para alivio de sus familiares. Dejo aquí los versos de Ángela Figuera Aymerich: “Tú, invicto general de espuela y puro, / echa tus cuentas bien, echa tus cuentas. / Toma tus muertos uno a uno, ciento / a ciento, mil a mil, cárgalos todos, / sobre tus hombros y desfila al paso / delante de sus madres”.

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¿De verdad que en esos años Chaves Nogales no sintió nada ante los crímenes del franquismo? ¿De dónde se sacan Andrés Trapiello y Muñoz Molina que Chaves Nogales fue el más lúcido y quien mejor representó los valores de un humanismo que trascendía abundantemente lo estrictamente literario? No sé si es de recibo utilizar a un “inventado” Chaves Nogales para justificar su decidida apuesta por lo que ellos llaman la Tercera España: esa España “inocente” que sirve para anular el carácter político, ideológico y de clase que tuvieron el golpe de Estado fascista y la propia guerra. Ni rojos ni azules, dicen ellos. Ni rojos ni azules, dijo y escribió Chaves Nogales en ese prólogo que hay que leer más atentamente que los propios relatos de A sangre y fuego.

Tampoco es cierto, como dice Muñoz Molina, que Chaves Nogales no se casara con nadie. Se casó, con todas las contradicciones ideológicas que queramos, con la República. Desde su asumida y confesada condición pequeñoburguesa y su nula propensión personal a conciencias revolucionarias, dirigió el diario Ahora en el Madrid asediado de los primeros meses. Y lo hizo porque quiso, no porque nadie, y aún menos el Comité Obrero que sustituyó al propietario del diario tras el golpe, se lo impusiera para conservar el trabajo de periodista. De ahí, y en el tiempo en que Chaves dirige el diario, surgieron encendidos editoriales contra el fascismo insurrecto. Luego pasó lo que pasó y es radicalmente humano: visto la que estaba cayendo sobre Madrid y tanta incertidumbre, se llenó de miedo. Pero no del miedo a ser “fusilado por los unos y por los otros”, como escribe en el prólogo. El miedo era a los facciosos si tomaban la capital. Y es entonces cuando toma la decisión exprés de huir de Madrid al tiempo que el gobierno decide hacer lo mismo a València. El miedo es legítimo, y tanto que lo es. No sé si habría alguien, en aquellos momentos, que no lo tuviera. Pero hubo quienes se quedaron y asumieron un destino del que todo se desconocía y hubo quienes buscaron la salida temprana al exilio. Esto último es lo que hizo Chaves Nogales. Y, por eso, creo que es absurdo inventarse, y que otros se añadan a esa invención, que su huida obedeciera a un descontento con los rojos y los azules. Esa independencia que le presumen sus incansables apologetas tiene poco que ver con la realidad de los acontecimientos y con el protagonismo que el propio escritor jugó en esos acontecimientos.

Los tiempos que vivimos son poco dados a la reflexión equilibrada sobre lo que pasó en aquellos años durísimos y lo que nos pasa ahora. El fanatismo que sigue a rajatabla el discurso del pensamiento dominante, como lo denomina Espinosa Maestre, sólo pretende que quienes no siguen sus reglas sean condenados al silencio y la exclusión. Y en este país ya sufrimos cuarenta años de ese fanatismo hooligan para que sigamos callando como testigos mudos en plena democracia. Gracias, pues, a Amnistía Internacional por haber propiciado esas reflexiones conjuntas desde las diferencias de pensamiento y ojalá, a partir de ese debate, la lectura que se haga de A sangre y fuego y de su autor asuma otras lecturas diferentes. Y asumir no quiere decir estar de acuerdo, solamente dejarlas juntas, unas y otras, para enriquecer esas lecturas y a quienes, desde postulados distintos, las defienden. También eso he pretendido con la publicación de este texto en infoLibre. Sólo eso he pretendido. Sólo eso.

A sangre y fuego

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