Antes del Paraíso
Pedro Ugarte
Páginas de Espuma
Madrid
2020
Los relatos de Pedro Ugarte (Bilbao, 1963) incluyen todas esas posibilidades que caracterizan a la narrativa breve, acción y consecuencias que se entrelazan, una sucesión de los hechos contados que devienen en un único final, y los elementos que incluye el narrador se relacionan y funcionan como evidencia del argumento esgrimido; además, Ugarte presume de un estilo contenido y caleidoscópico porque la estructura de sus relatos necesita de una prosa precisa, hermética y, al mismo tiempo, evocadora. En los cuentos de Antes del Paraíso (2020), tras Nuestra historia (2016) que vuelve a editar Páginas de Espuma, sobresale el complejo tema de la paternidad desde distintos ángulos o desde una variopinta mirada y la contradictoria forma en cómo los hombres y las mujeres de hoy son capaces de sumergirse en el verdadero sentido de la vida. En su mayor parte, todos los protagonistas de las ocho historias narradas pretenden ser felices, luchan frente a obstáculos y problemas insalvables que les impiden esa dichosa actitud vital y, en ocasiones, solo les queda el mínimo atisbo de la esperanza, matrimonios fracasados, escritores frustrados, esa falsa felicidad, o esa permanente y sórdida creencia que provoca tantas debilidades como fracasos.
El relato que abre el volumen, “Antes del paraíso”, nos cuenta la vida de una familia infeliz que sobrevive durante años envuelta en ese aura de desventura que, pese a todo, les mantiene unidos y les procura algo de venturosa dicha pese a la zozobra de una vida familiar monótona y repetitiva. El personaje protagonista, el padre, es un oficinista de la universidad por las mañanas y, cuando termina su jornada laboral, se afana en convertir el resto de su existencia en la de un escritor, aunque como señalará en un futuro el hijo, su padre escribía por las noches, pero arrastraba un lastre invisible que le impedía convertirse en autor. No, no era escritor, aunque en casa pasaba la mayor parte del tiempo leyendo y escribiendo. Se afanaba construyendo edificios de palabras, o visitando los edificios que otros habían construido antes, o incluso muchos siglos antes que él, y un buen día le confiesa a su hijo, Jorge, que siempre escribe lo mismo, y hubo un tiempo en que creyó que tanto trabajo serviría para algo, aunque es evidente que no ha pasado nada, nunca ha pasado nada; y, además, el joven confirma que su padre leía en sus vigilias nocturnas, y al día siguiente estaba tan cansado que no se acordaba de nada.
Esta especie de teoría psicoanalítica freudiana que muestra la pulsión de un sujeto para llevar a cabo una acción con el fin de satisfacer una tensión interna y, en apariencia, absurda aunque ineludible para quien la practica, la repetirá Ugarte en otros cuentos, como en “Viejo cuchillo, filo oxidado”, una curiosa historia que se prolonga en el tiempo y muestra cómo un nieto renuncia a una enojosa herencia familiar: las fotos y el resto de recuerdos del día en que su abuela conoció a los reyes de Bélgica, Balduino y Fabiola, en San Sebastián, un hecho que se convirtió para ella en la jornada más significativa de su vida, perpetuada en el tiempo con muchas de las fotos que colgaban de las paredes del hogar familiar, una obsesión abrumadora para sus hijos y nietos, revivir y recordar miles de veces aquel día, algunas indefectibles conversaciones banales sobre las confidencias de los reyes a la abuela, la sonrisa de Fabiola, la exquisita educación monárquica de Balduino, así que para la abuela esos momentos fueron, sin duda, un paraíso artificial, irreal, inalcanzable de riqueza y afectación que su nieto quiere destruir. Y el concepto de familia que tan extraordinariamente retrata Pedro Ugarte, como paraíso o edén, pese a sus muchas contradicciones y problemas, frente a la propia hipocresía, o incluso a la falsedad del mundo exterior, también está presente en un cuento como “El ancla”.
El resto de relatos ofrecen una lograda factura estética y una técnica narrativa de aire limpio y preciso, retratan la fugacidad de esas vidas estranguladas por el vértigo de unas relaciones familiares que resultan siempre problemáticas y difíciles, y nos encontramos a un matrimonio al que le corroe la duda sobre si a una pareja amiga le ha tocado la lotería, en “El premio”, y además dilatado en el tiempo; o un padre que forja la relación con su hijo visitando una sucesión interminable de concesionarios de coches, “Cliente fantasma”; o el no menos curioso y edificante “Pequeñas cosas tristes”, donde la lucha por el poder y la figura del perdedor terminan por ser descritas con un humanismo nada convencional que muestra cómo la literatura redime, de alguna manera, algunas actuaciones y se convierte en esa otra tabla de salvación. El relato “La familia de Erasmo” cuenta una historia coral, y ofrece una reflexión sobre los arquetipos de esos hijos únicos y niños mimados a los que se les amontonan los regalos en los cumpleaños y encarnan los sueños, o tal vez las frustraciones, de las generaciones mayores que navegan en esa absoluta ignorancia que presupone la inhumana soledad; y en “Tarde para un adiós”, con una óptica narrativa alejada del dramatismo y, de nuevo, un evidente humanismo que subraya la visión del narrador, se retrata el adiós de una mujer a su marido, sin juzgar, sin ensañarse en las imprevisibles consecuencias que un paso de tal calado podría producir en la existencia familiar o personal.
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Una vez leído Antes del Paraíso, la realidad del conjunto de estas historias nos hace pensar que, para Pedro Ugarte, la felicidad no existe, y que para él este sentimiento se convierte en una esperanza que entreteje todos los cuentos de la colección; pese a la sordidez y esperanza de alguno de ellos.
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Pedro M. Domene es escritor.
Antes del Paraíso