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La filología en el tocador
Amor y filología. Correspondencia (1943-1948)María Rosa Lida y Yakov MalkielPrólogo de Francisco RicoEdición y prefacio de Miranda LidaNotas y comentarios de Juan Miguel ValeroAcantiladoBarcelona2017Amor y filología. Correspondencia (1943-1948)
Este libro tiene una doble vertiente, pues a la historia de amor entre dos prestigiosos filólogos, con sus dosis de coquetería y erudición, la acompaña un capítulo principal del desarrollo de los estudios literarios durante la segunda mitad del siglo pasado. Por ello, quizá no sea una lectura para todos, ¿acaso alguna lo es?, pero sí sabrán apreciarla, e incluso disfrutarán, aquellos lectores que amen la lengua y la literatura, porque los protagonistas de esta correspondencia son María Rosa Lida (1910-1962) y Yakov Malkiel (1914-1998), “su idolatrado Yasha“. Ella era argentina pero de una familia procedente del viejo Imperio asutrohúngaro; él ruso; y ambos judíos askenazis y emigrantes, personajes principales del romanismo inmediatamente posterior a la Segunda Guerra Mundial, y juntos se reconocen discípulos de Ramón Menéndez Pidal, como sus nietos o biznietos espirituales, lo que no impide que ella polemice con el maestro español y se muestre muy severa con los trabajos de otros ilustres hispanistas.
María Rosa Lida era la menor de tres hermanos. Emilio, el mayor, médico de profesión, fue siempre su predilecto; y Raimundo fue otro gran filolólogo, profesor en el Colegio de México y en los Estados Unidos. La joven Lida se había formado en la Universidad de Buenos Aires, e ingresado en 1935 en su prestigioso Instituto de Filología, bajo el magisterio de Amado Alonso. Pero cuando el peronismo empezó a ponerle todo tipo de trabas a la institución, en 1947 (Perón empezó a gobernar tres años antes), y su maestro tuvo que abandonar la Argentina y aceptar una cátedra en Harvard, ella siguió su estela. Un poco antes, por razones semejantes, había desaparecido también la excelente Revista de Filología Hispánica, que luego pudo continuar su trayectoria en México. El caso es que María Rosa Lida consiguió una beca Rockefeller, y luego, en una época en que la docencia universitaria estaba todavía reservada a los hombres, ejerció como profesora en Stanford y California, en Berkeley, donde conocería en 1948 a quien acabó convirtiéndose en su esposo, tras una ceremonia siguiendo el rito hebreo. Por su parte, Yakov Malkiel fue un romanista nacido en Kiev, en una familia de prósperos comerciantes judíos que emigraron a Alemania en 1921. Estudió el bachillerato en Berlín, en un instituto muy cercano al lugar donde escribo esta reseña, en el barrio de Schöneberg, formándose en la Universidad de la ciudad (antes de la guerra denominada Universidad Friedrich-Wilhelms y hoy Universidad Humboldt), con maestros como Ernst Gamillscheg, Eduard Norden, Karl Strecker y Eugen Mittwoch, su preferido, hasta que en 1940 emigró a los Estados Unidos, huyendo de las primeras medidas antisemitas de los nacionalsocialistas. El Dr. S. G. Morley, su mentor, le abrío las puertas de Berkeley, ocupándose de la historia del léxico español.
No me extraña que este volumen haya sido "ideado y orientado" por Francisco Rico, pues los que fuimos sus alumnos sabemos de la incondicional devoción que le profesaba a la profesora argentina (léanse las primeras líneas del prólogo), cuyo libro La originalidad artística de 'La Celestina' (1962), consideraba no solo una "obra maestra", como aquí se repite, sino la cumbre de los estudios literarios. Y con semejante devoción, y espero que aprovechamiento, lo leímos entonces los discípulos del profesor Rico, que en este libro utiliza un tono zumbón tan de su gusto como adecuado al caso que se relata.
La correspondencia empieza en 1943 y concluye en 1948, cuando se casan. Y, en efecto, se lee como una novela de amor a la antigua usanza, con sus juegos, zalamerías y tanteos iniciales, el cauto cortejo, el correspondiente carteo, los intercambios de fotos, el primer encuentro en Cambridge (Mass.) el día de Navidad de 1947, sin que escasee una cierta pedantería e incluso ribetes de cursilería, como suele ocurrir en los ritos privados del amor. Cuando está ya cercana la boda, ella le escribe, con ingenuidad y dulzura: "Tenemos que querernos mucho los dos, y ser buenitos, y comprendernos, y perdonarnos, y vivir limpia y buenamente" (pág. 118). Pero también se desprende de este intercambio epistolar, la idea de un proyecto personal (establecerse y formar una familia) y profesional, cuyo objetivo último era hacer carrera académica en alguna prestigiosa universidad norteamericana.
Las misivas contienen, además, un autorretrato oblicuo, si se quiere, de ambos personajes, enmascarado entre burlas y veras. En la primera carta, Malkiel (debe pronunciarse acentuando la última sílaba, al contrario de lo que suele hacerse) se dirige a ella llamándola "Estimada profesora", después será "Distinguida amiga", y pronto "Distinguida y querida amiga", "Querida María Rosa" y finalmente "Mi María Rosa". Y la verdad es que resulta algo cargante en sus efusiones amorosas, quizá por la falta de naturalidad. Ella, por su parte, más contenida, encabeza sus cartas con un convencional "Muy señor mío", que se transformará en un poco comprometedor "Amigo Malkiel", pero tras varias denominaciones humorísticas fruto de una mayor complicidad acaba llamándolo "Mi Yasha".
Por desgracia, el idilio duró poco, pues en 1960 le diagnosticaron a ella un tumor y falleció dos años después, con 52 años. Yakov Malkiel tuvo entonces la entereza de escribir un extenso obituario de su propia esposa en la Romance Philology. Lo curioso de esta historia, por lo que se refiere a la relación privada, es que en los ambientes académicos más cotillas circulaba la idea de que ella fue una malkielida, pues siempre estuvo prendada de su maestro, el sabio y atractivo Amado Alonso, quizá porque Malkiel parecía excesivamente envarado y algo hirsuto. Este epistolario acaba con ese chisme, y así lo reconoce Rico en la hermosa conclusión de su atinado prólogo: "Los desconfiados nos engañábamos: Yasha hizo feliz a la dulce María Rosa".
No sería justo concluir esta nota sin alabar los diversos prefacios, prólogos y comentarios, así como las utilísimas y excelentes notas de Juan Miguel Valero, quien apunta al respecto: "La tarea de anotación, que ha sido morosa y ha necesitado de un gran número de horas de búsquedas y rastreos, revela hasta qué punto MRL manejaba un corpus mental y bibliográfico de gran profundidad, y cómo éste forma parte consustancial de su vida y su escritura, sin que puedan separarse consistentemente". En todos estos materiales, previos y complementarios, se despliegan informaciones e ideas suficientes para que el lector tenga a su disposición algunos de los principales mimbres de lo que fue el romanismo entre la segunda y la sexta década del pasado siglo. Se trata, por tanto, de una edición modélica, plena de sabiduría, de respeto intelectual y de amor a los protagonistas, que es como siempre debería ser, de uno de esos libros dirigidos a la inmensa minoría.
*Fernando Valls es crítico y profesor de Literatura.Fernando Valls