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Gómez de la Serna, Gila, Chiquito o los Chanantes: ¿existe el humor español?

Algunos de los muchos protagonistas de 'El gran libro del humor español'.

Como cualquier persona en sus cabales, no se explica todavía a día de hoy Jaime Rubio Hancock (Barcelona, 1977) la fascinación por Chiquito de la Calzada que asoló todo el país allá por los años noventa del siglo pasado. ¿Quién podría explicárselo? Treinta años después sigue sin tener sentido alguno que todo el mundo fuera por la calle gritando jarl, fistro o pecador de la pradera tratando de imitar los entrecortados andares imposibles de un malagueño que emitía onomatopeyas animalísticas y se convirtió en leyenda cumplidos los sesenta gracias a un imaginario tan propio como indescifrable y, aún hoy, efectivamente, inexplicable. Y es mejor así.

"Yo era adolescente cuando aparece Chiquito y me sorprende muchísimo. Le veíamos en televisión, al día siguiente hablábamos de él y todo el mundo imitaba a Chiquito, quizás un error que no debimos haber cometido jamás", rememora divertido el periodista y escritor barcelonés, que acaba de publicar El gran libro del humor español (Arpa, 2022), un recorrido por el último siglo de nuestra comedia en sus diferentes vertientes, desde el absurdo hasta la chapuza, pasando por la política o el viejo chiste popular de barra de bar ahora convertido en meme decenas de miles de veces reenviado en nuestros teléfonos.

Un periplo en el que Chiquito sirve al autor para hablar de humor hecho en España, porque es "muy difícil que le entienda alguien que no sea de aquí". Y lo explica: "Tú pones a Chiquito en una clase de estudiantes japoneses de español y no entienden absolutamente nada. Un chaval de 15 o 20 años tampoco lo va a entender ahora al principio, habrá que explicarle lo que está diciendo. Yo mismo, la primera vez que le vi, tampoco entendía lo que estaba pasando. Necesitas aprender los códigos, su lenguaje, los referentes, y una vez que le entiendes ya le ves la gracia. Algo que pasa con todo. La primera vez que ves a los Chanantes –comandados por Joaquín Reyes– tampoco entiendes lo que está pasando. De repente alguien grita "¡gañán!" o sale Karpov hablando con acento de Albacete y no sabes qué está ocurriendo ahí".

Ya ha trazado el Rubio Hancock ese scalextric kilométrico y en altura que pasa por encima de todos nosotros en un camino de retroceso cien años atrás, hasta aquella otra generación del 27 asociada a las vanguardias y capitaneada por un Ramón Gómez de la Serna que en una ocasión se presentó ante el público en la Academia de Jurisprudencia de Madrid para leer una carta en la que se disculpaba por no poder estar en el acto al encontrarse enfermo (ya antes había dado charlas subido a un elefante o a un trapecio de circo).

Este ensayo es una sucesión hilarante de nombres y ejemplos de lo que se les pudo llegar a pasar por las cabezas a diferentes generaciones de mentes pensantes para convertirlo en chistes variopintos, que van variando a medida que la sociedad va, con ellos, igualmente cambiando. Partiendo de revistas satíricas como Buen humor(1921-1931), Gutiérrez (1923-1930) y La Codórniz (1941-1978) o dramaturgos como Enrique Jardiel Poncela o Miguel Mihura (colaboradores a su vez de estas publicaciones), el recorrido va sumando a Ibáñez (con sus emblemáticos Mortadelo y Filemón), Pepe Rubianes, Gila, Tip y Coll, Luis García Berlanga, Lina Morgan, Faemino y Cansado, o El Mundo Today.

En lugar de optar por hacerlo cronológico, el autor divide su peregrinaje de carcajada en cuatro grandes bloques, comenzando con el humor absurdo, que tiene "una vena bastante importante en España", sin ser en absoluto exclusivamente nuestra –Gómez de la Serna, La Codorniz, Tip y Coll, Gila, Chanantes... hasta Vengamonjas–. Una segunda corriente sería la de la chapuza que se ve en pariodas de héroes nada heroicos como Mortadelo y Filemón, Superlópez o Torrente, así como en las películas de Berlanga, fruto de una época en la que se hacía "crítica social más o menos camuflada de historia cómica y chapucera, con carga política".

Otro conjunto sería el del humor político, que se dio sobre todo pero no exclusivamente en las revistas de la Transición, que ahora está muy presente en las redes sociales, en algunos programas de televisión e incluso en la sátira de El Mundo Today. Por último, el omnipresente chiste popular para completar un discurso que bien podría responder a una pregunta tan peliaguda como la que se hace el propio escritor: ¿existe un humor español?

Los cuatro bloques tienen, a su juicio, un peso similar dependiendo del momento: "El humor absurdo es muy importante a lo largo del siglo XX porque pasamos por la dictadura de Primo de Rivera y la de Franco, con lo cual el humor político era muy difícil de hacer. La única forma que tienen de hacerlo es recurriendo al absurdo, que puede tener más o menos crítica social. Cuando Gila hace sus monólogos está haciendo una sátira muy dura de la guerra, pero se presenta de una forma casi amable, critica algo muy trágico con esa capa de absurdo".

Diferentes épocas, distintas formas de comedia, pero el humor siempre presente en nuestro día a día, como una constante necesidad, "casi como una especie de herramienta de supervivencia evolutiva". Y es que, como cualquier otra expresión artística y cultural, el humor es un "reflejo de la sociedad", con la ventaja de que "permite hablar de cosas que de otra manera quedarían silenciadas". "Deja que se vean ciertas críticas o preocupaciones de manera diferente a otros géneros. Por ejemplo, durante la dictadura, el humor permitía hacer bromas sobre Franco aunque estuviera prohibido. Es una vía de escape, una pequeña evasión medio clandestina, una pequeña conspiración", reflexiona Rubio Hancock.

Apunta, asimismo, que cuando se habla del humor en las dictaduras, normalmente el ejemplo que se pone es la Unión Soviética, porque tenía muchísimos chistes que iban contra todo el sistema. Sin embargo, precisa que sí que es verdad que durante la época de Stalin se contaban muchos menos chistes porque era bastante más arriesgado que luego con Kruschev o Brézhnev: "Es verdad que el humor siempre se va a colar por todos los resquicios y va a ser una vía de escape, de crítica y de reflexión, pero no somos kamikazes. Si hay un ambiente que no es propicio va a ser más difícil, va a estar más escondido y va a ser menos público".

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El humor depende de la sociedad del momento y puede cambiar, en definitiva. Por eso, lo que se hace en España es diferente a lo de Francia porque "cambian los códigos, los referentes y la historia son diferentes", a pesar de lo cual también pueden darse casos como los chistes de Lepe que contamos aquí, "que en Francia son de belgas y son los mismos". "Hay algunos que se pueden trasladar pero otros son propios y están muy ligados a nuestra historia y nuestra sociedad. Pero no es algo inmutable, no hay un humor que se hace en España, que siempre se ha hecho así y que nunca va a cambiar. Al contrario, a lo mejor dentro de veinte años estamos con un humor completamente diferente porque la sociedad va a cambiar".

En esa mirada al futuro, señala el autor a las redes sociales y los podcast como nuevas vías de la gente más joven para llegar al público a través de diferentes formatos. Por eso, a su juicio, siempre es importante respetar la libertad de expresión y saber que "los cómicos están haciendo un juego". Y apostilla: "Llevar a juicio a un cómico es peligroso porque atenta no solo contra la libertad de expresión de ese cómico, sino la de todo el mundo. Hay que saber que es un juego que muchas veces es pura ficción. Dani Mateo no se estaba sonando la nariz con una bandera, estaba haciendo un . Tienes que saber participar de este juego, entender al menos que es un juego, y no responder con esa parte emocional de 'se están riendo de mí'".

Por último, aún costándole mucho escoger de entre las diferentes épocas, el autor destaca, entre otros, a Poncela "por sus novelas", a Gila por "avanzar muchas cosas que luego se verían con unos textos que aguantan por sí solos tanto en el escenario como leídos", a Tip y Coll o a Faemino y Cansado por ser estos últimos "absolutamente brillantes y anticipar el post humor con una vena surrealista completamente renovada". También a Ibáñez, que ha sabido mantenerse "bastante bien con su crítica social" a través de Mortadelo y Filemón en los últimos años, o a los Chanantes por haber traído un nuevo tipo de humor emparentado con José Luis Cuerda. Y, sí, por su puesto, claro, a Chiquito: "¡Acondemor!"

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