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Juan Manuel Romero

Fruto previo

Juan Antonio Bernier

Pre-Textos (Valencia, 2021)

Quizás se podría definir la poesía como el grado máximo de resistencia de la infancia en el lenguaje. Los niños son muchas veces insoportables (es una edad feroz), afirmó Octavio Paz, "pero toda la creatividad de los hombres está en la infancia". "Quiero ser insoportable", ha llegado a decir Anne Carson, en defensa de una libertad creativa que esté por encima de todo lo que nos ata a lo convencional. Igualmente, analizando la obra de Dalí, Lorca señaló que el artista de Figueras "se equivoca y no importa. Está vivo. Su inteligencia agudísima se une a su infantilidad desconcertante en una mezcla tan insólita que es absolutamente original y cautivadora". La poesía de Juan Antonio Bernier (Córdoba, 1976) tiene esa energía desconcertante, viva y cautivadora del espíritu del niño cuando dice la ferocidad de su asombro, su inocente verdad.

El vuelo de la imaginación protagoniza claramente Fruto previo, una imaginación libre y fragmentaria, luminosa y autocrítica, tan sensitiva como consciente. Dividido en cinco partes, todo el libro es un canto a la naturaleza y a la existencia desde un enfoque vitalista, lúdico y antisapiencial. Un pinar, la lluvia o las estrellas son celebrados a la vez que deconstruidos mediante pinceladas cubistas, juegos de palabras y guiños irónicos. La mirada que observa y describe la naturaleza es la del "primer astrónomo": "Anoto los fenómenos / sin saber explicarlos", una combinación de curiosidad y reconocimiento de la propia ignorancia ante el esplendor del universo. De este modo se consigue darle la vuelta a los clichés ("¿La tierra no parece diminuta / si se observa de cerca?"), hallar el envés de las emociones ("Dios bendiga al aburrimiento, / la sobriedad, / sus alucinaciones") y descubrir más realidad en lo real: "el río cimbrea / de raíz su raíz, / bajo tierra".

Destaca también el diálogo con las cosas (una lámpara, una piscina, un cristal) para reconocerlas como eje de abscisas, como posibilidad de guía: hacerles sitio sería convocar un "Pentecostés de lo inerte". Llaman la atención las referencias religiosas en poemas tan entregados a la inmanencia y el humor escéptico. Curación del ciego de Betsaida o Plegaria son, en el fondo, piezas de una vocación integradora, capaz de incorporar todos los materiales en la propia poética. Las conexiones metafóricas, los acordes de la paranomasia, las rimas voluntariamente simples y las aliteraciones, o la superposición de planos semánticos, abren un camino diferente a las revelaciones ("El nimbo esclarecido / de la luna de agosto / se transforma en un nido"). Un juego, por ello, muy serio, pues termina convirtiendo en sagrado cada objeto, como en el magnífico Diástole, que cierra el volumen.

Al final, a lo que realmente nos enfrentamos es a la identidad, a nuestra forma de vivir: cómo atendemos al día a día; cómo el deseo y la nostalgia, entre insaciables y felices, nos arrastran ("La mirada suplica / poder escuchar"); cómo convivir con lo otro ("¿Aprenderé a habitar / en la cabaña ajena?"), cuáles son desde un sentido ético nuestras aspiraciones más profundas. El tono general del libro privilegia lo leve y delicado, lo musical y plástico, lo concreto sensorial frente a lo abstracto discursivo, aunque también hay momentos emotivos (Canción para acunar a una madre) y de reflexión personal e incluso política. Lo irónico nunca es aquí corrosivo ni mordaz, sino más bien jovial y sutil. Le lleva la contraria, en ese sentido, a Kathleen Raine, que sostiene que "la voz de la imaginación verdadera nunca es irónica".

La poesía de Bernier es capaz de unir el poder de conexión del símbolo con el poder de ruptura de la ironía, la elevación de lo imaginativo con el tono sencillo y conversacional, sin caer ni en lo pomposo por un lado ni en la cotidianeidad plana por el otro. Esta capacidad de reconciliación de contrarios, que es un rasgo característico también de algunos de los mejores poetas de su generación, adquiere en Bernier un sonido genuino: "Necesitamos música, / nostalgia que presione hacia el futuro. / Pero también presencia".

Después de Así procede el pájaro (2004), Árboles con tronco pintado de blanco (2011), y Letra y nube (2017), Fruto previo viene a anclar y expandir, con la que sin duda es la mejor entrega de su autor hasta la fecha, ganadora del I Premio Internacional de Poesía "Ciudad de Estepona", una de las trayectorias más reconocidas del panorama actual. Juan Antonio Bernier ha escrito poemas sencillos pero estilizados, elípticos y sugerentes, con historias de fondo, que transmiten una intimidad, una vida apurada en sus detalles.

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Poemas breves en su mayoría (aunque aquí se agrupan bastantes de sus piezas con más desarrollo), lacónicos, rítmicos, juguetones. Sin un gramo de obviedad ni de emotividad de eslogan en taza de café; sin resbalar en lo abstruso tampoco. Humildes en su cadencia y ambiciosos en su deseo de visión. Llenos de imágenes sorprendentes. Poemas que ofrecen algo original y limpio, como lo hicieron en su tiempo las jarchas o la poesía de cancionero: una mirada nueva para un mundo aún por descubrir.  

 

Juan Manuel Romero es poeta. Su último libro, 'Contra el rey' (Hiperión, 2020).

Fruto previo

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