‘Jardín nublado’, de Francisco Brines

José Luis Gómez Toré

Jardín nublado. Antología poéticaFrancisco BrinesEdición, introducción y selección de Juan Carlos Abril Pre-TextosValencia2016

"«Como si nada hubiera sucedido». / Es ése mi resumen / y está en él mi epitafio”. Así comienza el poema que cierra esta antología de Francisco Brines, autor de una obra que ha ido desarrollándose en círculos concéntricos, ahondando en unas mismas obsesiones que dan pie a una mirada tan emocionada —y emocionante— como reflexiva. En los versos de ese poema final (el primero de ellos, una cita del propio poeta, del poema 'Los sinónimos' de Insistencias en Luzbel), se aprecia esa honda conciencia de la mortalidad que apunta hacia una de las más agudas paradojas de la poesía de Brines, la de una lírica que convoca una y otra vez a la memoria y, a la vez, parece esconder la convicción secreta de que solo el presente es el tiempo de la intensidad, de la belleza y del placer; porque el pasado se ha vuelto, al modo de Quevedo, pura fantasmagoría y el futuro último no es otro que la nada. De ahí que, como apunta Juan Carlos Abril en su prólogo, pueda rastrearse en estos versos una lectura ética, que se afinca en el más acá mientras rechaza toda moral que niegue los derechos del cuerpo en aras de una hipotética realidad ultraterrena.

Son numerosas las antologías de la poesía del valenciano, lo que da fe del interés que ha ido despertando en sucesivas generaciones de lectores y críticos. Entre ellas, resulta de especial interés Selección propia, recopilación preparada por el propio poeta y que va precedida de una suerte de ensayo o de poética, La certidumbre de la poesía, imprescindible para todo aquel que quiera profundizar en su obra. En ella leemos: "Ningún lugar que yo haya visitado ha recibido nunca de mí un adiós definitivo. Y siempre me he alejado con el deseo firme de retornar. Como si mi vida no estuviese emplazada. Allí donde he vivido he gozado del mundo". La fidelidad a los espacios que estas frases traslucen nos indican asimismo la principal aportación de la antología que ahora nos propone el poeta y crítico Juan Carlos Abril, a quien debemos una reedición reciente de Aún no, uno de los libros más singulares en la trayectoria de Brines (con anterioridad Abril había coordinado, junto con Luis García Montero, un número especial dedicado conjuntamente a Brines y a Caballero Bonald para la revista Ínsula). El antólogo plantea con acierto un lugar, un punto de vista privilegiado para indagar en este mundo poético. Dicha perspectiva es la del jardín, la de un "jardín nublado" (título tomado de un poema de El otoño de las rosas que no falta, por supuesto, en esta selección) que el estudioso vincula al huerto de Epicuro por sus resonancias paganas y hedonistas.

No obstante, no estamos ante una antología temática. El jardín, el huerto constituye tanto un motivo como un punto de referencia, un espacio a la vez físico y textual, que remite a lugares muy concretos pero que puede leerse también como un símbolo: espacio de la intimidad y mirador al gran espacio del mundo, precario refugio ante los embates del tiempo que acaba revelando, sin embargo, la imposibilidad de escapar a la muerte. Al final queda en el lector no solo la abrumadora certeza de la fugacidad del poema citado al principio, sino también, según sugiere otro texto del autor, "un secreto entusiasmo de haber sido". Secreto entusiasmo, no exento de melancolía, que vuelven a despertar sus versos, en esta cuidada selección, que incorpora además unos pocos inéditos que siguen fieles a la línea elegiaca de un poeta que, como dice Abril, se aferra, pese a todo, a la vida.

*José Luis Gómez Toré es poeta y crítico literario.José Luis Gómez Toré

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'Donde muere la muerte'

Donde muere la muerte,

porque en la vida tiene tan sólo su existencia.

En ese punto oscuro de la nada

que nace en el cerebro,

cuando se acaba el aire que acariciaba el labio,

ahora que la ceniza, como un cielo llagado,

penetra en las costillas con silencio y dolor,

y un pañuelo mojado por las lágrimas se agita

hacia lo negro.

Beso tu carne aún tibia.

Fuera del hospital, como si fuera yo, recogido

en tus brazos,

un niño de pañales mira caer la luz,

sonríe, grita, y ya le hechiza el mundo

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que habrá de abandonarle.

Madre, devuélveme mi beso.

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