Dobles
José María Merino
M. A. R. Editor
Madrid
2020
Se recogen en este libro tres relatos que ya conocíamos, pues estaban incluidos en libros anteriores del autor. Los dos primeros, “El hechizo de Iris” y “El misterio Vallota”, proceden de Cuatro nocturnos (1999), y el tercero, “El regreso del cometa”, de los Cuentos de los días raros (2004), aunque entonces se titulaba “Papilio Síderum”, título que me parece menos afortunado que el actual. Según me comenta el propio Merino, todas las narraciones han sido retocadas para esta edición. También es nuevo dar juntos tres relatos que comparten el motivo del doble. Y eso nos lleva al título del conjunto, pues dicho motivo aparece también en otros textos de Merino, como en la Novela de Andrés Choz (1976) y en La orilla oscura (1985), así como en el cuento “El derrocado”, por solo citar unos pocos ejemplos que nos sirven para dar testimonio de su sostenido interés por el doble. Asimismo, además, el autor le ha dedicado un artículo: “La relación con el doble” (República de las Letras, núm. 46, 1995). Por lo que se refiere a la denominación del primer libro, del que proceden las dos primeras narraciones, quizá no sea inútil recordar que los nocturnos son piezas musicales que surgieron durante el romanticismo, además de un tipo de poesía que cultivó el Modernismo a ambos lados del Atlántico, con el colombiano José Asunción Silva a la cabeza.
Por su parte, el título del libro que nos ocupa anuncia ya de manera inequívoca su contenido, el motivo del doble, al que Rebeca Martín le dedicó su excelente tesis doctoral, parcialmente publicada. Merino prefiere encuadrar estas narraciones suyas en la estética de lo misterioso, en vez de adscribirla a la literatura fantástica, como habrán hecho los especialistas.
En “El hechizo de Iris”, una novela corta de estructura compleja pero de lectura grata y sencilla, si se hace con atención, que comparte algunos de sus componentes con La orilla oscura (1985), una de las mejores novelas del autor, se relata el reencuentro en un lugar remoto, quizás en una selva centroamericana, tras un accidente de avión, de dos personajes que se conocieron quince años atrás, durante un verano, en Maya, un pueblo de la costa, con playa, cuando ambos eran muy jóvenes. Laura, quien ahora es una médica casada que trabaja en un hospital de la zona, reconoce a Javier, el narrador de la historia, y durante la noche que pasan juntos, esperando un nuevo vuelo, rememoran tiempos pasados.
Laura tenía una hermana gemela, Iris, con la que Javier se había iniciado en el sexo, enamorándose perdidamente. Sin embargo, la relación se frustró tras la muerte de Fernandito, el hermano impedido de Javier que estaba a su cuidado, por la negligencia de los jóvenes enamorados. Transcurrido el tiempo, Javier se da cuenta de que no la ha olvidado e intenta saber qué fue de Iris. Contar más sería destripar la narración, algo que irrita a algunos lectores, pero sí puede decirse que la novela corta utiliza el motivo del doble, el tema de la identidad y los posibles desdoblamientos.
En suma, Merino nos presenta un caso, la necesidad que podamos tener de ser otros, distintos de los que somos, en determinados momentos de la existencia; o cómo pueden convivir en un mismo individuo diferentes personalidades que afloran en un momento dado. El caso es que Iris se desdoblaba en Laura, cuando era joven, y como tal reaparece quince años después. Toda esta historia, con sus descubrimientos, se la cuenta Javier por escrito a Nacho, el amigo que perdió en la juventud, al alejarse de él debido a la fascinación que sentía por Iris.
“El misterio Vallota” es un buen ejemplo de cómo la estética de lo fantástico puede ser también el vehículo de una visión crítica de la realidad. Aquí se trata en esencia de un relato oral, en el que un personaje innominado le cuenta en un bar a un periodista, mientras se toma cuatro cañas de cerveza, el caso Vallota (¿inspirado en Mario Conde?): su encarcelamiento y huida, así como los negocios sucios en que se vio implicado con la complicidad de los gobernantes del momento. Pero sobre todo se plantea el misterio que envuelve la doble existencia del personaje, que parece haber alcanzado el don de la ubicuidad. En el relato, la apenas apreciable presencia de un individuo de escasa ética, como es Vallota, se identifica con el frío, y con “ese hedor de las descomposiciones domésticas”, como ocurría también en “Imposibilidad de la memoria”, otra de las narraciones de Merino en donde se vale del mismo motivo.
También puede leerse como la historia de un singular triángulo amoroso, compuesto por el narrador, la abogada Tinca Echea y Vallota, amigos y algo más desde los años universitarios. El misterio a que se refiere el título de esta novela corta tiene que ver con la duplicidad del personaje, que parece llevar vidas paralelas, como si se hubiera desdoblado en dos seres idénticos, cuya existencia transcurre simultáneamente en lugares separados. Sin embargo, el misterio parece resolverse con una explicación (dejo que la descubran los lectores), aunque a aquellos que tengan menos tragaderas que el narrador, me temo que les quedarán serias dudas sobre su verosimilitud. Si bien, en el relato, tal y como está planteada la historia y se cuenta, resulta verosímil. El narrador, a quien llaman Poe, no por el célebre autor norteamericano, sino por la contracción de poeta, género que ha cultivado con incierta fortuna, ha trabajado para Vallota, corrigiendo informes más dudosos que útiles.
En suma, al margen del motivo de la identidad, del doble, de la sombra, este relato trata de los trapicheos de algunos protagonistas de la vida política y económica española, durante los años ochenta y noventa del pasado siglo. La idea que se nos proporciona del narrador, coprotagonista de la historia, quien cuenta para entender mejor el caso, es la de un ser hueco, sin atributos, sin sustancia, por utilizar conceptos que pusieron en circulación en la literatura T.S. Eliot, Robert Musil y, entre nosotros, Álvaro Pombo. Se trata, en suma, de una historia absurda —así se tacha— que el narrador nunca llegó a comprender del todo, aunque en el terreno económico e incluso erótico le resultó muy provechosa, a pesar de las humillaciones que tuvo que padecer. Pero como decía Vallota, “la solución del misterio solo podía ser razonable si, paradójicamente, se aceptaba una hipótesis fantástica” (p. 123).
Por último, el tema de “El regreso del cometa” es la huida, de qué modo unos seres se atreven a abandonar una realidad insatisfactoria, mientras que a otros no les resulta posible hacerlo. El texto se presenta como el relato escrito por un profesor de universidad cuya tesis versa nada menos que sobre la lógica de la imaginación. Su vida ha estado marcada por el cometa: nació en la fecha de su aparición, y veintiséis años después, al regresar de nuevo el astro, fue cuando le sucedieron las extrañas experiencias que desea contar. Así, en la narración se enlazan pasado y presente; el Valle, en las tierras del noroeste (Antonio Pereira y su estirpe se consideraron escritores del Noroeste), y la ciudad; la historia del tío Álvaro y su novia Trude, desaparecida misteriosamente el año del cometa, y cómo el hecho volvió a repetirse más tarde, con la no menos enigmática ausencia de Elisa. Ambas mujeres, según le ocurre a Albina en “Sinara, cúpulas malvas”, otro cuento de Merino, se atrevieron a escapar, a volver al lugar que pertenecían, al origen, pero sin embargo sus parejas no se sintieron capaces. No menos significativa resulta la relación que se establece entre el clásico relato brevísimo de Chuang Tzu (Merino le dedica un comentario en su libro Ficción continua), el célebre microrrelato de Monterroso, “El dinosaurio”, y el inicio de La metamorfosis, de Kafka. El narrador los analiza y compara, pero además le sirve para mostrar la transformación de los protagonistas en hombres-mariposa, una manera de explicar que la literatura puede ayudar a entender mejor la realidad, ya que los sueños solo alcanzan su consistencia y sentido cuando se les da forma y un orden al relatarlos.
Sin embargo, en esta ocasión tenemos que leer “El regreso del cometa” en Dobles de otra manera, porque en el libro del 2004, del que formaba parte, aparecía situado en el centro del volumen, y no solo era el cuento más logrado del conjunto, sino que también se trataba del semillero de todos los demás, tanto desde el punto de vista narrativo como teórico, relaciones que ahora no podemos captar, sino remitiendo al libro original.
Junto al microrrelato, el cuento y la novela corta son territorios propicios para lo fantástico, para la experimentación literaria, en la estela de La metamorfosis, de Kafka. Estas narraciones que ahora nos ocupan tratan del misterio de la identidad, del primer amor, de la iniciación a la sexualidad, de los compincheos de los empresarios con el poder político, de la corrupción, en suma. En todas ellas es importante el escenario, la situación: un accidente de avión, un lugar en medio de la selva, cercano a un lago, en un islote del Caribe, y el pueblo de veraneo, junto al mar, durante la juventud, en la primera novela corta; los encuentros en la Facultad, en una tertulia poética, una habitación para las citas amorosas (con ecos de El apartamento, de Billy Wilder), la llamada agencia (en minúscula) y una isla del Pacífico, en la segunda narración; y una casona en el Valle, en la tercera. El misterio, la extrañeza y la sorpresa, o —como dice Merino— “el amor como alucinación”, podrían ser otros elementos comunes a las distintas piezas.
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Ha sido un acierto reunirlas, darles nueva vida a la luz del clásico motivo del doble, pues ahora nos invita y permite relacionarlas y entenderlas mejor.
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Fernando Valls es profesor de Literatura Española Contemporánea en la Universidad Autónoma de Barcelona y crítico literario.Fernando Valls
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