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Literatura que no es literatura

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Sonia Asensio

Conviene tener un sitio adonde irEmmanuel CarrèrreTraducción de Jaime ZulaikaConviene tener un sitio adonde ir

AnagramaBarcelona2017

 

Durante la semana de la celebración del Día del Libro el colegio de mi hija pequeña me invitó a charlar con niños de diez años acerca de qué es la literatura. Tremenda pregunta para tremendo público exigente. Lo cierto es que llegamos a una conclusión: la literatura es mentira.

Esto sucedía mientras me hallaba inmersa en la lectura del último libro de Emmanuel Carrère, Conviene tener un sitio adonde ir. Elijo con cuidado llamarlo "libro" porque según la definición que acabo de consensuar con 50 niños estas páginas no serían, o al menos no del todo, literatura. Además, el autor afirma que “hace alrededor de veinte años que ya no [escribe] novelas, en el sentido de que no son obras de ficción que ponen en escena a personajes ficticios”. Y yo que sé que la literatura es mentira, sé también que lo que he leído con delirio y en trance se parece mucho a una novela. Quizás sea porque todas sus historias están representadas por los actores que adquieren su verdad solo a través de la voz de su narrador. No lo cuentan ellos ,ni siquiera el autor. Sus vidas nos llegan con la distancia de lo recordado por el eco de Emmanuel Carrère.

Este libro recoge 33 textos recopilados de diversas publicaciones que van desde 1990 a 2015. Algunos son artículos periodísticos de opinión, otros participan de la definición de ensayos literarios o son bocetos de guiones cinematográficos. Todos, en cualquier caso, se leen desde el sillón donde se devora la buena literatura, historias que te succionan hacia la Historia, con el telón de fondo de “los setenta y dos años del experimento soviético”, hacia la historia de gente común como “La vida de Julie”, una toxicómana que nos mostrará su corta y terrible vida a través de la cámara de Darcy Padilla.

Cuando el doctor Jean-Claude Romand mata a su esposa y a sus dos hijos, mata a sus padres y finalmente trata de envenenarse con barbitúricos antes de quemar su hogar, no solo lees la crónica de un suceso. Al desentrañar dieciocho años de impostura de un doctor que nunca lo fue ni trabajó en ningún sitio, las preguntas que se plantea Carrère, los pensamientos que tangencialmente recorren el artículo, nos llevan a cuestionarnos las miserias del alma humana, las heridas de las que no somos conscientes y que cuando se descubren ya es demasiado tarde porque te has desangrado.

Conviene tener un sitio adonde ir tiene la grandeza de ser un juego literario de matrioskas, de muñecas rusas, por poner una similitud con el país, Rusia, que tanto fascina a Emmanuel Carrère. El lector sabe que cuando acabe su lectura comenzará a rebuscar las novelas de Balzac, querrá saber (o yo querré saber, desde luego) quién es y qué escribió Philip K. Dick o Henri Michaux para que de él se digan las palabras mágicas: “es mi autor preferido”.  Referencias a la literatura de Gregor von Rezzori, de Vila-Matas, de Kafka, del no tan bien parado Nabokov o la historia del escritor Luke Rhinehart, que apostó cada decisión de su vida al número que un dado decidía al caer al suelo. Seis opciones cada vez más majaderas, cada vez más absurdas, patéticas y paranoicas.  ¿Era Rhinehart o finalmente era George Cockcroft?

En este libro también podemos leer cómo se gestó una de las novelas que más me impresionaron hace unos años: Limónov. Carrère sigue visitando a este personaje que tiene una vida o diez vidas y que sigue viviendo en Rusia abanderando el descabellado partido nacional-bolchevique; solo el nombre produce escalofríos. Viajamos con él para encontrar un poco de luz en lo que puede estar pasando en este tiempo y en este espacio y consigue que a través de muchos hombres y mujeres anónimos del antiguo país soviético miremos a Putin a la cara.

Una nueva mirada

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También quiero ver las películas que encierra la última matrioska. Por ejemplo, Quieto, muere, resucita de Vitali Kanevski porque en este libro caminas por la non-fiction hacia algo muy íntimo que te conduce y te guía a querer habitar más cerca de uno mismo. “Yo sé quién soy”, decía don Quijote.  Quizás sea ese el sitio donde convenga ir y estar: uno mismo.  Gracias, Carrére, por acercarme.

*Sonia Asensio es profesora de Literatura.Sonia Asensio

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