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Luces y sombras

Fantasmagoría. Magia, terror, mito y cienciaRamón MayrataLa FelgueraMadrid2017Fantasmagoría. Magia, terror, mito y ciencia

 

Ramón Mayrata ha dedicado gran parte de su vida a investigar la íntima relación que magia y ciencia tienen y que deriva en los diversos caminos que la historia ha dejado marcados. Uno de estos itinerarios es el que hizo derivar, de aquella magia con vocación sagrada, el ilusionismo escénico. Hemos disfrutado en más de una ocasión del amplio conocimiento de Mayrata, cuya formación antropológica le habilita para mantener una apertura en la profundización del saber que le hace no desdeñar ningún camino que quede por desbrozar. Trata con respeto la más equivocada de las conclusiones a las que pudieron llegar nuestros antepasados con el fin de conocer las motivaciones, antes que quedarse en el mediocre desmontaje de la superchería y punto, al que un extremismo científico estancado en su paradigma se suele apuntar. Este equilibrio solo sucede cuando el investigador se impregna de cierto relativismo imprescindible y de una hondura de conocimiento que ve más allá del efecto para buscar la causa.

El camino de la magia y la ciencia se unieron para siempre con la caída del Antiguo Régimen. La magia abandonó el mundo sacro para entrar en el escénico. Muchos avances científicos se habían logrado gracias al afán recreativo, ya desde la Grecia clásica, y la Edad Media y el Renacimiento no fueron menos. Los magos hacían uso de ciencias, que se encontraban en pañales, para avanzar en la creación de la sensación de lo posible. Fenómenos lumínicos, aplicaciones como la linterna mágica o la cámara oscura, que siguen siendo fundamentos científicos y artísticos en la actualidad, fueron dominio de los magos y los prestidigitadores.

De los muchos ámbitos donde los magos y otros precursores hollaron —pudo ser el paso del tarot a la baraja—, Mayrata se centra en el fenómeno de la fantasmagoría, el retorno de los muertos, la visión de lo imposible, el dominio de lo aterrador y lo espectral. Conocer el camino de la fantasmagoría es conocer mucho de la deriva del pensamiento, de la lucha entre la razón y el mito. El control de las masas se fundamenta en el control del sueño de las masas. Sucedía desde antiguo: “No estoy divulgando un secreto, sino mostrando la elaboración de una máscara, un procedimiento con el que se pueden crear efectivas representaciones, y que arroja luz sobre las supuestas apariciones milagrosas de los templos o el cortejo fantasmagórico de los dioses en los misterios de iniciación”.

Desde la Revolución francesa, el momento fundamental en que luces y sombras se separaron —la fantasmagoría escénica y la trampa sagrada trascendente— el mundo alumbró un nuevo concepto de magia: la ilusión sobre el escenario. Y la literatura abrió las puertas a la novela gótica, a la aparición del fantasma, del condenado y los muertos retornados a la vida. Hasta entonces los seres mágicos apenas eran visibles, los puentes entre un mundo y el más allá no estaban forjados. A partir de entonces, veremos lo que no existe, los fantasmas vendrán y volverán de un mundo a otro con asiduidad y familiaridad. Apunta Mayrata que el motivo puede residir en el desalojo del más allá, abandonado por el descreimiento, que obliga a una reabsorción de la pesadilla, el delirio y la alucinación por el mundo tecnológico y artístico del más acá.

La erudición de Fantasmagoría superará con creces las exigencias de décadas futuras y será referencia inevitable: La Felguera siempre tiene buen ojo. El libro agrupa gran parte del conocimiento mágico y lo enaltece, alumbra importante bibliografía, organiza el pensamiento hasta la fecha rescatando textos, hechos y un atrevido poderío en la cita oportuna de autores varios y de insólita venida al caso, enrolando en una misma tripulación a tipos de diferente estirpe como Platón, Giordano Bruno, Philidor, a Cagliostro y señora, Schröpfer, Buchinger, Cellini, Comus, Marat, Robespierre, Méliès, Rubén Darío, Hugo, Robertson, Goya… Pero también la obra de Shakespeare y de Cervantes, donde la ilusión siempre ha estado presente. El Quijote, como en casi todo, se hace fundamental entre gigantes que parecen molinos, viajes galácticos en caballos de madera y cabezas parlantes.

Detrás de cada fenómeno mágico, de cada elemento que forja la ilusión, hay un deseo humano que cumplir. La magia muestra sobre el escenario que es posible la desaparición y la aparición, la adivinación del futuro, volar o flotar, recomponer lo roto, deshacerse de las ataduras, desafiar las leyes físicas. La magia es el gran consuelo. Esa ha sido la canción eterna del ser humano: podemos cambiar las cosas y el orden del mundo. Aunque parezca imposible. Esa canción explotó durante el cambio que supuso el Siglo de las Luces: los conflictos sociales reventaron para siempre y abrieron la herida sepultada bajo el Antiguo Régimen. París fue el escenario, revueltas, sangre y guillotina, donde la fantasmagoría se proyectó en las tinieblas.

*Alfonso Salazar es escritor. Alfonso Salazar

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