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Misterio y valor de una mujer antifascista en una novela de Edurne Portela

Maddi y las fronteras

Edurne Portela

Galaxia Gutenberg (Barcelona, 2023)

 

Cómo contar la historia de una mujer, María Josefa Sansberro, Maddi (pronunciado Mayi), conocida también por otros dos nombres, que vivió entre 1895 y 1944, cuando fue asesinada por los nazis en un campo de concentración. Cómo darle voz y narrar los avatares personales de una existencia que transcurre durante unos años trágicos. Maddi se casó, pero se divorció pronto; y fue regente de un hotel situado a los pies del monte Larrún, cercano a la frontera entre España y Francia, un trabajo que le confía su amigo Louis.

La narración adopta la forma de la novela histórica, con una narradora protagonista, la Maddi del título, de una gran entidad, aunque con sus contradicciones, pues es católica y divorciada, por lo que le niegan la comunión, pero se comporta como creyente. Detesta a los curas que colaboran con los nazis, aunque se siente cómplice y colabora con los sacerdotes que trabajan en la Resistencia, como el padre Bordes, muy conservador, pero un hombre justo y valiente, como precisa (página 196). El caso es que, a lo largo de la novela, no deja de interpelar a Dios, al Señor, e incluso a San Ignacio, aunque al final, ya en Dachau, le espeta: "Dios, te maldigo cada minuto de este minuto eterno" (páginas 35, 36, 80, 90, 92, 122, 124, 148, 152, 153, 186, 206 y 221). Esta conducta heterodoxa da pábulo a habladurías y mentiras por parte de los vecinos. No tiene una militancia concreta, pero cuando llega el momento de tomar decisiones importantes sus convicciones son antifascistas. Ella y Louis forman una pareja atípica. Se protegen y comparten el cariño, aunque no tienen relaciones amorosas. Adoptan a Lucien, hijo de una adolescente y quizá también de Louis, quien desde muy joven se sumará a la Resistencia. A todo ello, habría que añadir que Maddi no tiene instinto maternal, pero sí un claro instinto protector. Así, las contradicciones humanizan y hacen más complejo al personaje.  

El título de la novela apunta a dos aspectos fundamentales de la narración: al nombre de la narradora de la historia, y al papel principal que desempeñan las fronteras, en plural, pues no son solo las físicas, sino también las sociales y culturales. Sin olvidar que la frontera entre España y Francia es el espacio principal en donde transcurre la acción. En la foto que aparece en la cubierta (el diseñador le superpone el sello de la policía nazi), nos encontramos con la persona en la que se basa la protagonista, con lo que parece darles más relevancia a los episodios de la segunda Guerra Mundial que a los de nuestra Guerra Civil, a no ser que la cubierta intente atraer la atención de los lectores por otras razones, ajenas al estricto contenido de la historia. En la dedicatoria, se constata el agradecimiento a las dos personas que pusieron a la autora sobre la pista de Maddi y le proporcionaron la información que ellos habían encontrado.

Por lo que se refiere a la estructura, la novela se compone de un significativo Preludio, 14 capítulos, el 12 solo tiene dos palabras (se trata de la llegada a Dachau, "Amanece. Oscuridad", para lo que se vale de una gran elipsis), y un Epílogo, al que luego nos referiremos. En el Preludio, en el que la narradora protagonista de la novela se dirige a la autora, Maddi la interpela, aconseja y advierte de los problemas con que va a encontrarse al escribir su vida, a partir de la documentación administrativa que le han proporcionado y de la información que ella misma ha encontrado sobre las actividades de la Resistencia, conservada en el castillo de Vincennes. Al final, Maddi le pide que no invente demasiado, a pesar de que —sentencia— "demasiado nunca será suficiente".

La historia transcurre, pues, entre los avatares de la Guerra Civil Española y los de la Segunda Guerra Mundial, en la frontera entre Francia y España. Así las cosas, lo que en un principio era mero contrabando (café o medias de seda francesas), las graves circunstancias históricas convierten lo comercial en una actividad heroica, en la ayuda a los refugiados políticos (republicanos españoles, antifascistas franceses o específicamente judíos) para que puedan salvar la vida. Nos encontramos, en suma, ante la ocupación nazi de Francia, los partidarios de Pétain y la Resistencia, el antisemitismo y el anticomunismo, los campos de refugiados franceses y los de concentración alemanes. Pero, además, en el terreno de lo privado, aunque afectando a la vida pública, la moral tradicional y la vida libre, dentro de lo posible. Maddi y otros ayudan a los republicanos españoles que huían a Francia y, luego, colabora con la resistencia francesa y apoya a quienes huyen de los nazis. No olvidemos, sin embargo, los afectos, las relaciones personales, privadas, las habladurías de los vecinos, los desprecios que sufre Maddi, o las mentiras y malentendidos con los que la acusan.

El significado de lo que quiere contar va adquiriendo poco a poco sentido, pues se vale de una cierta intriga. Destacaría, por otra parte, el trío compuesto por Maddi, Marie Jeanne y Lucien, a saber: una mujer madura y poco agraciada (en la novela, se alude a los pros y contras que ello conlleva), la joven guapa y el chico de casi 13 años. Maddi es madrina y prima de Marie Jeanne y la madre adoptiva de Lucien. El caso es que la protagonista no acepta el destino tradicional que la sociedad y las circunstancias le tienen reservado, pues la necesidad de sobrevivir la llevan a pasar contrabando, y el deseo de apoyar a los perseguidos hace que guíe a gente de un lado a otro de la frontera, aunque también se gana la vida con ello.

Se trata, en suma, de una novela sobre las convicciones firmes y nobles, la tenacidad y la valentía, pero también sobre la maldad humana y el horror. La autora sabía que al decidir contar una historia de este tipo, tenía que ser consciente de que la memoria no puede ser neutra; por eso, en esta ocasión, tampoco lo es. Cuenta una vida pasada, sin olvidar que la presenta con la perspectiva de hoy, con todo lo que sabemos ahora de la Historia y de las existencias que, a pequeña o gran escala, la protagonizaron. La Maddi de Edurne Portela es otra, un personaje de ficción, pero lo ha compuesto teniendo en cuenta los datos de que ha podido disponer. No puede ser la persona que fue, pues nadie sabe, a ciencia cierta, cómo era, pero tal y como nos la muestra la autora, resulta verosímil y verdadera. Al fin y a la postre, lo importante es que el resultado le parezca verdadero al lector, que sea consciente de que no está ante un libro de historia, sino de una ficción que tiene que funcionar por sí misma. Así, en novelas como esta, la verdad histórica debe tratarse con los mecanismos, los procedimientos y la retórica, con las armas y la lógica propias de la ficción.

La apoteosis de la novela coincide con el viaje final de las presas, en tren y andando, convertidas en presas políticas, camino de la muerte, una vez que ha caído la red entera, los han torturado y han sufrido todo tipo de humillaciones y penurias: hambre, sed y falta de higiene. Se trata, sin duda, de otro largo viaje final (compárese con la novela de Jorge Semprún, con la que comparte algunos motivos) en donde se cuentan historias y, durante el cual, Maddi se muestra consciente de en qué se han convertido, de que forma parte de un grupo que comparten un destino trágico: somos "cientos de seres en harapos, sucios, escuálidos", "somos una oruga gigantesca compuesta de harapos", "no somos más que un grupo de yeguas desnutridas a las que ya no compensa alimentar", "no somos más que ganado [con] destino al matadero" (páginas 183, 188, 203-204 y 206). Una vez que los alemanes han perdido la guerra e intentan regresar a su país, los presos se convierten en rehenes, en una especie de seguro frente a los aliados. Todo este drama postrero se refleja también en la composición de los párrafos, pues se disuelve su estructura tradicional, perdiendo los puntos y aparte, como se observa en la página 189. En el capítulo final, viene a decirnos que ni las palabras, ni la escritura, ni tampoco las fotos sirven ya para mostrar realmente a estas mujeres. En las cinco últimas páginas, de hecho la prosa se transforma en verso, los recuerdos se mezclan con el presente, y el leitmotiv final es que "cada hora golpea al hombre y en la última es arrojado a la tumba", que parte y remeda la leyenda latina que aparecía en los relojes de sol: "Vulnerant omnes, ultima necat" ("Todas las horas hieren y la última mata"), recogida por Suetonio, aunque atribuida a Horacio y a Cicerón. Pues ese "amasijo de cuerpos" en que se han convertido acaban destinados "a esta tumba/ donde/ no existe/ Dios/".

El Epílogo se inicia con una foto en la que aparecen las verdaderas Maddi y Marie Jeanne, quien acaricia a un perro, pero completa y sin el sello de la policía que vimos en la cubierta. La autora nos proporciona los datos reales que ha manejado, la historia de cómo surgió el libro, sus fuentes, las dudas que le surgieron durante la escritura, incluso qué pasó con otros personajes. Quizás hubiera sido mejor publicar toda esta información aparte, pues no resulta necesario en la novela y remacha demasiado el clavo de la ideología, suficientemente claro en la ficción. Es como si le faltara confianza en los lectores.

¿Puede, acaso, contar esta historia, tal y como se nos presenta, una mujer modesta, carente de formación intelectual? Sanz Villanueva opina que no resulta creíble el relato en primera persona, por lo que hubiera sido mejor hacerlo en tercera, pero entonces creo yo que se perdería lo que tiene de testimonio personal, quizá más verdadero. Me parece que lo ha querido hacer la autora es meterse en la piel de la protagonista —hasta donde ello sea posible— para poder imaginar mejor su historia personal, lo que los fríos documentos no podían decir. Valga lo comido por lo servido, si me permiten la frase hecha.

La novela supone, en efecto, otra manera de mirar, de relatar la realidad, humanizándola, mostrando, a través de personajes complejos y a veces contradictorios, cómo pudieron ser los hechos. En suma, la ficción narrativa puede ser otra manera, diferente, de mostrar el pasado e interpretarlo.

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El caso es que en tiempos difíciles, en los que la vida de tantos inocentes corría peligro, hubo mujeres anónimas, modestas, pero también hombres (varios de ellos aparecen en esta novela), que arriesgaron la suya propia para salvar a quienes parecían destinados a convertirse en víctimas. Por tanto, este libro vale como testimonio, pero para mí, vale a su vez por lo que tiene de buena novela.

P.S. Les recomiendo que lean en tintaLibre (número 103, junio del 2022, páginas 32 y 33), el artículo de Edurne Portela titulado La mejor maldad está en la ficción.   

* Fernando Valls es profesor de Literatura Española Contemporánea en la Universidad Autónoma de Barcelona y crítico literario.

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