Quién iba a creerlo, pero al fin sucedió lo que nadie pensó que pasara: el fantasma se fue con ellos a su nueva casa.
Carlos y Lucía estaban cansados de vivir en su apartamento. No sólo porque cada vez era más difícil llegar al centro de la ciudad, porque últimamente habían abierto un par de discotecas que no dejaban dormir al vecindario, porque la señal de Internet siempre se caía a los cinco minutos sino además porque ya no podían seguir viviendo con un fantasma. –Creo que es mujer, le dijo Lucía a Carlos cuando descubrió que estaban en desorden sus cepillos y le empezaron a faltar los delineadores de los ojos. –No lo creo, fíjate que le encanta jugar con mi colección de carritos en miniatura, pues cada vez que los voy a organizar los encuentro en un orden distinto al que los había dejado.
Al principio los pasos a medianoche por los lados de la cocina y las extrañas caídas de los cubiertos los asustaron, pero poco a poco se fueron acostumbrando a su presencia. –Si al final no nos hace daño, y en el peor de los casos hasta puede asustar a los ladrones, le dijo a Lucía cuando ella le señaló alarmada a Carlos el cambio en la nevera de las frutas a la sección de la carne y de la carne a de las frutas. Míralo de este modo: tenemos un vigilante que no se entromete en nuestros asuntos. Pero ya Lucía tenía tomada la determinación.
Y Carlos nada tuvo que hacer cuando ella le dijo que estaba embarazada. El día que llegó el camión que llevaría todas las cosas a su nuevo apartamento dividió en dos sus vidas. –Aquí empezó todo y aquí terminó todo, dijo Lucía cuando miró por última vez esos sesenta metros cuadrados donde vivieron cinco años-. Es cierto, dijo Carlos, me da tristeza dejarlo, aunque si te confieso ya estaba cansado de vivir en esta zona. Y aquí el único parque para pasear al bebé queda a treinta minutos andando. Así fue que, de común acuerdo antes de cerrar la puerta, dijeron al tiempo: ¡Adiós, fantasma!
(Continuará Ioana Gruia.)Ioana Gruia
*Ramón Cote es escritor. Su último libro, Ramón CoteComo quien dice adiós a lo perdido (Valparaíso, 2014).
Quién iba a creerlo, pero al fin sucedió lo que nadie pensó que pasara: el fantasma se fue con ellos a su nueva casa.