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"Mi marido me regaló cuatro vibradores": historias de sexo contadas por 'Mujeres que follan' pasados los 40

Adaia Teruel, autora de 'Mujeres que follan'

El sexo como hilo conductor de una treintena de historias vitales de mujeres que ya han cumplido los cuarenta. Fantasías, inseguridades, traumas, amores, procesos de separación, pérdida de deseo, relaciones tóxicas, redescubrimiento del apetito sexual. Culpa, vergüenza, soledad, orgasmos, poliamor, clímax inalcanzables, falta de comunicación, apatía, voracidad, educación católica, bondage, placer, anhelos. Muchas cuestiones en torno al sexo de las mujeres que siguen todavía hoy siendo tabú a cualquier edad, pero aún más según van pasando los años.

"Cuando empecé a hacer estas entrevistas me resultó muy fácil encontrar chicas que quisieran hablar. Empecé con gente que conocía y ellas me pasaban sus contactos y fue como una bola de nieve que al final tuve que parar porque tenía muchísimas. Ahí me di cuenta de la necesidad que tenemos las mujeres de escucharnos unas a otras", apunta a infoLibre Adaia Teruel (Barcelona, 1978), periodista y autora de Mujeres que follan: historias de sexo real contadas por ellas (Libros del K.O.), un libro en el que las chicas son las que cuentan sus anécdotas o situaciones que han vivido para, principalmente, compartir, conocerse y superar ciertos vetos transmitidos de generación en generación.

Salomé, por ejemplo, tiene una carrera, un doctorado y habla cuatro idiomas, pero jamás ha alcanzado un orgasmo. Verónica, en cambio, ha perdido la cuenta de los que ha gozado. Natalia y su mujer, tras una década juntas, hacen escapadas en su 'furgoneta del amor', mientras Edurne se divorció de su exmarido para explorar los derroteros del sexo duro. Ellas son algunas de las participantes en este proyecto en el que hablan con su propia voz (y que no es un compendio de relatos eróticos) sin que sepamos nada sobre ellas, ni cómo son físicamente ni la personalidad que tienen. La fuerza instructiva de la palabra para ampliar horizontes.

"Las mujeres quieren compartir, sobre todo las de mi generación, que hemos recibido una educación machista y religiosa, aunque tu familia no lo sea propiamente, sin información sexual", asegura Teruel, quien añade que "llegadas a esta edad, hay gente que vive su sexualidad o con vergüenza o con culpa y de una manera como muy solitaria", por lo que, justo por eso, el hecho de compartir y ver que hay otras mujeres que han pasado por lo mismo y que siento lo mismo, "o que incluso tienen tus mismas fantasías, te da una sensación de tranquilidad".

Y pone dos ejemplos a partir de las entrevistas realizadas para este libro: "Una chica a la le gusta el sexo anal todavía ve el juicio social que se le hace, pero cuando le dices que 25 chicas te han dicho lo mismo es como que respira aliviada. También hay otra mujer que me contaba que tenía una pareja de la que estaba enamoradísima pero él no tenía apetito sexual, y como a ella siempre le han dicho que las mujeres tienen menos deseo, eso lo vivía con mucha soledad y se preguntaba si le gustaba a su pareja. Al final, hay gente con apetito y gente con menos apetito, pero es indiferente si eres hombre o mujer, pero una chica que tiene mucha actividad sexual se avergüenza y no lo dice porque se siente hasta culpable y piensa que le van a decir que es una cerda, mientras otra que igual tiene muy poco sexo a su vez se avergüenza porque ahora parece que todos tenemos que tener muchas relaciones".

Sin querer llegar con estas conversaciones a ninguna conclusión en particular, la autora sí que destaca que todas estas mujeres "viven el sexo cada cual a su manera", algo perfectamente "válido" siempre y cuando se haga con "consenso y respeto". Por eso, uno de los objetivos del libro es también hablar de esas otras maneras de tener relaciones sexuales que "no tienen por qué ser malas aunque no sean mayoritarias". "Sobre todo la gente de mi generación, tenía una idea fija de cómo tenía que ser el sexo, muy enfocado al varón, a la reproducción, a dar placer al otro. Y también de cómo tenían que ser las relaciones, monógamas y heterosexuales", señala.

Precisamente por eso, Mujeres que follan rompe ciertos moldes desde la premisa de que "cada persona es única y por eso también cada uno vive el sexo a su manera". "¿Cómo fue tu primera relación sexual? ¿te dieron ganas de repetir?", lanza la autora, que enfatiza en la diferencia remarcando que "muchas chicas que han perdido la virginidad a los 17 o 18 años no tienen su primer orgasmo hasta los treinta". "Eso son muchos años manteniendo relaciones sexuales sin llegar al clímax y todo eso condiciona", plantea, para acto seguido destacar, sin querer ser concluyente pero basándose en todo el proceso de documentación, que "el pico sexual de las mujeres es a los cuarenta".

Es por ello que en este libro hay sexo loco y sexo aburrido, sexo vainilla y sexo duro, sexo romántico y sexo no convencional. Hay todo eso y mucho más, porque hablar de sexo es a su vez hablar de educación emocional, de clase social, de la presión por tener un cuerpo bonito, del mito del amor romántico, de feminismo y patriarcado. Historias narradas en primerísima persona y sin pelos en la lengua porque, a fin de cuentas, "a los veinte no te conoces, a los treinta quizás estás más ocupada en desarrollar tu carrera profesional, criar a tus hijos o buscarte una casa, pero a los cuarenta quien más quien menos estas situaciones las tiene ya apañaditas y nos sacamos muchas manías, sabemos también cómo es nuestro cuerpo, cómo funciona nuestro deseo y qué queremos en plan 'me voy a permitir disfrutar'".

Un planteamiento que poco o nada tiene que ver con aquello que dijo Miley Cyrus de que el sexo se acaba a los cuarenta y que la autora se toma con el conveniente humor: "Yo siempre digo 'cuando llegues a los cuarenta me lo cuentas, Miley'". Porque, a juicio de la autora, en sexualidad da igual hablar de hombres o mujeres, ya que en el fondo se trata únicamente de "personas más o menos sexuales, independientemente de cuales sean sus genitales". Y reconoce: "Cuando Miley dijo esto mi situación estaba 'on fire' y me pregunté qué me pasaba, si tenía un problema. De ahí un poco el germen del libro, para hablar con mujeres de mi edad y saber cómo viven ellas la sexualidad. ¿Realmente es algo que se ha acabado en su vida? ¿Nos dedicamos solo a hacer pan, pastelitos y estar en el trabajo? No, también somos féminas con deseo y hay tiempo para todo".

Por ahora, la autora se centra en las mujeres que están en sus cuarenta porque es lo que a ella le "toca" y lo que le "interpela" generacionalmente en este momento, pero no descarta en el futuro hacer más entregas con las de cincuenta o sesenta. No en vano, en el campo sexual todos vamos evolucionando igual que lo hacemos en otras muchas facetas de la vida: "Con veinte años, muchas me decían que la idea del sexo era hacerlo con muchos o conseguir el guapo, pero que al final no disfrutaba tanto porque no sabía cómo era mi cuerpo, mi mecanismo, lo que me gusta. En cambio, a los cuarenta se plantean cosas que con veinte quizás no se les habían ni ocurrido".

Y continúa con otro ejemplo práctico: "Una chica me cuenta que ha tenido alguna experiencia con otras mujeres, algo que a los veinte años no se le hubiera ocurrido ni sabe cómo lo hubiera gestionado, pero ahora con cuarenta pues dice 'la otra noche me enrollé con una amiga y al día siguiente nos reíamos'. Son cosas que te da la edad, como todo en la vida, porque sufrimos transformaciones a nivel personal, a nivel laboral, así que por qué no vamos también a transformarnos en el plano sexual, si es del ser humano y está en constante evolución".

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Otro paso en esa evolución puede ser el de introducir nuevos elementos en la relación de pareja, ya sea "comprando un vibrador, proponiendo ir a un club swinger o practicar sexo anal". Algo no siempre sencillo, pues tal y como relata Teruel, ha habido chicas, que terminaron separándose, que le han contado que al lanzar ese tipo de propuestas se encontraban con una "barrera por parte de sus maridos". "Y no solo la barrera, sino también el juicio de preguntar ¿y para qué necesitas eso? Que tu marido te juzgue por comentarle una cosa de estas, cuando es en teoría la persona en la que más confías, te hace sentir muy mal. Sin embargo, ahora parece que los chicos están mucho más abiertos y hay también otra chica que dice en el libro 'mi marido me regaló cuatro vibradores'. Pues ese es otro juego más que ponemos en nuestra práctica, te vas inventando cositas para darle un poco de salsa al asunto", remarca, revelando, por cierto, un detalle curioso: "En todas las conversaciones ha salido el Satisfyer, en todas y cada una de ellas".

Un paso evolutivo hacia delante para superar ciertos problemas de comunicación y que parten, en su opinión de esa educación a las mujeres para "estar muy calladitas y que seamos la parte pasiva de la relación". "Todo esto lo llevamos muy integrado y por eso a veces nos vemos con nuestras parejas en la cama y no nos atrevemos nosotras mismas a decirles lo que nos gusta, cuando eso es súper importante porque nadie es adivino y él no te va a leer la mente. Si nosotras no empezamos también a hablar y expresarnos no podemos esperar que el otro sepa cuál es el botón que va a encender nuestro deseo", agrega.

Una transformación permanente que no cesa y que no va a cesar, por mucho que la ultraderecha esté haciéndose más presente en nuestro día a día de un tiempo a esta parte en ámbitos como la cultura o la educación: "Me pregunto dónde vamos. ¿Otra vez al discurso de la mujer abnegada en casa, adorando al marido y los domingos a misa? Me da un poco de miedo, la verdad, porque la información es poder y la educación sexual previene enfermedades de transmisión sexual, embarazos no deseados, relaciones tóxicas también. Volver a este discurso, ahora que parecía que estábamos sacando la cabeza, me da pavor y lo que está pasando estos días me tiene aterrada".

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