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El Nobel de Dylan

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Luis Ramiro

Aquí va un ejemplo: “No es azul el cielo si no hay con quién mirarlo, está escrito en rojo el tiempo del incendio y el milagro” (extraído de una canción del cantautor Lewin). Y aquí va otro: “Entra la raya del amanecer y ahora las sábanas sucias son espuma blanca de un mar enloquecido, pero el frío me obliga a hacerme un nudo imposible contigo” (de una canción de Patricio Barandiarán).

Fragmentos de canciones que, así leídos, podrían formar parte de un poema o una novela. No estoy diciendo que tengan una gran calidad literaria (en mi opinión sí la tienen), simplemente quiero expresar que, para mí, esto es literatura. El Nobel de Dylan ha generado una polémica que a mi parecer es bastante absurda. ¿Dónde se encuentran las fronteras del arte literario? ¿Puede la letra de una canción compararse a un poema? Mi respuesta es rotundamente sí. Aunque la letra de una canción no esté escrita para leerse, sino para escucharse. Cuando se compone una canción, el autor no está pensando en que esas frases vayan a ser leídas (de hecho lo teme); eso sería, permítanme la expresión, sacarlas de contexto. Porque una canción es letra y música. Pero hay letra. Nombres, verbos, adjetivos. Escritura al fin y al cabo. Algunos podrán argumentar que hay grandes canciones con letras muy pobres. Tienen razón. Por eso no les conceden el Nobel y nadie alaba sus letras. Pero hay muchos escritores de canciones donde el peso de la letra supera al musical y es reconocido por el público. “Es un gran letrista” o “es un poeta”, suele decirse. Un autor de obras de teatrales no escribe para ser leído, sino para que esa historia sea escuchada por el público a través de la boca de los actores. Y nadie duda de que una obra teatral pertenezca al género literario. Las letras de canciones (incluso las buenas) soportan mal la ausencia de música, como ya dije antes, pero eso no les resta mérito cuando tienen calidad suficiente.

Porque no olvidemos que hay novelistas enormemente mediocres y nadie duda de que sus libros sean literatura, y al mismo tiempo existen periodistas dedicados al género llamado “periodismo narrativo”, como la reciente Premio Nobel Svetlana Alexievich, de una calidad extraordinaria, que consigue desdibujar los límites entre escritora o periodista para crear una obra descomunal y crear incluso su propio sello personal. No hay fronteras siempre que aparezcan las palabras. En mi opinión, la calidad trasciende al género. Muchos de los cantantes reconocidos en el mundo por la belleza de sus textos habrían sido poetas o novelistas de no haber existido nunca la música (muchos, de hecho, lo complementan —con mayor o menor acierto—). La canción, hasta ahora, no se consideraba ni tan siquiera como un subgénero menor dentro del arte literario. Simplemente eran “esos cantantes con sus canciones”.

Por eso este premio simboliza mucho. Es un reconocimiento no solo a Dylan, sino a muchos otros grandes escritores de canciones menospreciados por la alta cultura. A partir de ahora, guste o no guste, esto ha dejado de ser así. Para siempre. Ya era hora de que se abrieran las ventanas y entrase el aire de la calle en los palacios.

Kazuo Ishiguro, Premio Nobel de Literatura 2017

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Y a partir de ahora, si alguien me pregunta qué es literatura, simplemente tendré que contestar: “La respuesta, amigo mío, está flotando en el viento”.

*Luis Ramiro es poeta y músico. Su último libro, Luis RamiroPoemas para infancias mal curadas (Aguilar, 2017). 

Aquí va un ejemplo: “No es azul el cielo si no hay con quién mirarlo, está escrito en rojo el tiempo del incendio y el milagro” (extraído de una canción del cantautor Lewin). Y aquí va otro: “Entra la raya del amanecer y ahora las sábanas sucias son espuma blanca de un mar enloquecido, pero el frío me obliga a hacerme un nudo imposible contigo” (de una canción de Patricio Barandiarán).

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