Esta semana, Netflix hacía un importante movimiento de expansión dentro del mercado en español. Lo curioso es que este movimiento no tenía nada que ver con el audiovisual: el lunes, la plataforma de streaming y el Grupo Planeta, el principal editor en castellano, anunciaban la firma de un acuerdo por el que el sello se hacía con los derechos para publicar libros basados en La casa de papel, Élite y La casa de las flores. Las implicaciones de esta decisión son múltiples, todas interesantes, pero algo llamaba la atención en todo esto: las productoras recurren a menudo a los libros para ideas sus nuevas ficciones, pero en este caso el sentido se invertía. Obras creadas directamente para el audiovisual serán objeto, a partir de otoño, también para la literatura.
"Las relaciones entre el sector audiovisual y el editorial han sido siempre muy fructíferas para ambas partes", señala Elena Neira, experta en televisión bajo demanda, profesora de los Estudios de Ciencias de la Información y de la Comunicación de la UOC. En la nómina de éxitos está desde Matar a un ruiseñor, dirigida por Robert Mulligan a partir de la novela de Harper Lee, hasta la adaptación a la gran pantalla de la saga Harry Potter. Pero también los proyectos audiovisuales a partir de Cien años de soledad, de Gabriel García Márquez, o de Patria, de Fernando Aramburu, anunciados por Netflix y HBO respectivamente. O la labor de producción de la actriz Reese Witherspoon con su compañía Hello Sunshine, experta en llevar a la pantalla thrillers de éxito como Perdida, de Gillian Flynn, o Big little lies, de Liane Moriarty.
Si lo habitual ha sido que el papel llegue antes que el celuloide es porque el mundo editorial es un campo de experimentos mucho más barato que el audiovisual: es más sencillo que una historia funcione en televisión o cine si ya ha enganchado a millones de lectores, y los milagros de la traducción permiten testar un producto a nivel global antes de que la hipotética productora desembolse un solo euro. Además, la serie o película resultante llegaría al espectador con el reclamo de la etiqueta bestseller. Pero ¿es igual de frecuente que suceda al contratio? "Este tipo de decisiones no son nada novedosas", dice Neira. Señala, de hecho, un caso muy lejano en el tiempo: tras el estreno de Twin Peaks, sus creadores permitieron la creación de seis novelas oficiales —escritas por autores familiarizados con la saga, como David Lynch, su hija Jennifer, Mark Frost o su hermano Scott— que expandían el universo de la serie. Pero hay ejemplos más recientes, como el acuerdo entre Netflix y Penguin Random House para que el sello publicara los libros basados en Stranger things.
La novedad de este acuerdo es que se trata de la primera explotación de series producidas en español. De ahí, de hecho, que Netflix haya firmado con Planeta, competidor directo de Penguin en castellano: pese a los esfuerzos del segundo grupo, el primero sigue liderando la publicación en español, con un margen considerable en América Latina. La casa de papel, Élite y La casa de las flores han sido algunos de los grandes triunfos de la plataforma, no solo en el mercado en castellano, sino en todo el mundo: Élite, por ejemplo, fue visto por 20 millones de hogares en el primer mes tras su estreno, según datos de la compañía —muy reacia, por cierto, a ofrecer cifras de visionado—. De hecho, Planeta se ha asegurado de hacerse también con los derechos internacionales de publicación de todos los títulos, lo que le da otro empujón en su contienda con Penguin.
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Si esta estrategia no resulta exactamente innovadora, sí señala nuevas vías de negocio para las plataformas de streaming, y particularmente para Netflix, que se desplomó en bolsa después de que se conocieran sus decepcionantes resultados del segundo trimestre de 2019. Además del emplazamiento publicitario —programas como La casa de papel o Queer Eye advierten de que parte de su contenido está patrocinado—, Netflix mira a los productos de consumo generados a partir de sus originals. "Están intentando replicar, a muy pequeña escala, lo que hizo Lucasfilm", apunta Neira. La saga de George Lucas ha sido particularmente hábil en generar libros, juguetes, ropa o videojuegos a partir de las películas, lo que ha llevado hasta la estratosfera las ganancias de La guerra de las galaxias. De hecho, para ello la plataforma de Netflix contrató en 2018 a una antigua ejecutiva de Disney, otra de las compañías que maneja a la perfección el mundo de las licencias de productos.
Planeta y Netflix no han anunciado aún con qué títulos iniciarán esta nueva división, ni quiénes se ocuparán de ellos, pero sí han prometido "novelas, libros de no ficción y cómics". Neira subraya otra posible ganancia para la compañía: el papel alargará la vida de un producto que "se quema muy rápido" en la inmensidad del catálogo y la agilidad del consumo online. Para saber si los libros son capaces de contentar a los fans como lo hacen las series todavía habrá que esperar.
Esta semana, Netflix hacía un importante movimiento de expansión dentro del mercado en español. Lo curioso es que este movimiento no tenía nada que ver con el audiovisual: el lunes, la plataforma de streaming y el Grupo Planeta, el principal editor en castellano, anunciaban la firma de un acuerdo por el que el sello se hacía con los derechos para publicar libros basados en La casa de papel, Élite y La casa de las flores. Las implicaciones de esta decisión son múltiples, todas interesantes, pero algo llamaba la atención en todo esto: las productoras recurren a menudo a los libros para ideas sus nuevas ficciones, pero en este caso el sentido se invertía. Obras creadas directamente para el audiovisual serán objeto, a partir de otoño, también para la literatura.