Da un poco de vergüenza, o me da a mí un poco de vergüenza, haber de plantarme en 2019 para descubrir hace unos meses a un escritor brillante, polimórfico, insumiso, melancólico, sarcástico, sentimentalísimo e irresistible bajo la firma de un viejo conocido de las carpas, las salas de baile y la escena musical, Jaume Sisa. Si él solo ya era muchos, a partir de ahora es lo más parecido que tendrán tanto Cataluña como España a un Fernando Pessoa y su pluralidad sistemática y organizada de heterónimos. La oportunidad llega gracias a Els llibres galàctics, 1966-2018, la fastuosa caja que ha editado Anagrama con dos volúmenes, parte I y parte II, de la obra literaria que Jaume Sisa reconoce como propia entre 1966, a sus 18 años, y hasta 2018, a sus 70.
Y llega con todos los formatos imaginables, incluido el fulminante inicio de una novela gimferreriana: desde el aforismo y la anotación privada hasta el pedazo de memoria o la poesía a pelo, pasando por la algarabía de sus heterónimos y un puñado de espléndidas y a veces insospechadas prosas accidentales. La tentación es creer que Sisa es solo un heterónimo más. El lector encontrará en esta selva literaria un documento firmado a manera de contrato entre dos J.S.M. [Jaume Sisa Mestres] para intentar aclarar sus relaciones al modo de Jaime Gil de Biedma y sin que a día de hoy nadie pueda saber demasiado bien quién es quién porque dos no bastan: la sombra de los conflictos identitarios e irónicos planea a menudo en su literatura, como planea en su vida el arrepentimiento por haber rechazado la colaboración que le ofreció Gil de Biedma en un momento demasiado complicado de la biografía musical de Jaume Sisa.
Del hombre miope y despistado, con el pelo a lo Einstein y hieratismo escénico, hay rastros por muchas de las páginas porque incluye el conjunto de canciones que editó ya Edicions del Mall en 1984, Lletres galàctiques, justo cuando Edicions del Mall se abocaba a la quiebra. Fue encontes cuando Sisa se declaró "galácticament fonedís" y "entre rauxes de vent busca pis/ més enllà del país", en Madrid, porque "el cantautor abandona" cuando solo ha estado dedicado a "odas machinianas cantadas en idioma vernáculo". Todavía no es Ricardo Solfa, "cantante moderno de antes", pero lo será aunque el libro quinto de esta obra incluya solo un cromo de Sisa con ramo de flores, corbata, fondo urbanícola y su tarjeta de presentación. Por lo que parece, es la única "muestra de su obra escrita" como lo que era, "intérprete polifacético", antes de acudir al Libro Sexto, dedicado al Cancionero y variedades de un Armando Llamado con cara de secreta macarrónico de la Brigada Social: su obra la cantaba Ricardo Solfa, publicada por la revista El Europeo en 1996. En resumen, "bajo una perspectiva romántica, contienen elevadas dosis de vibrante sentimentalidad y una lúcida visión de lo inútil".
Leídas ahora una detrás de otra canciones y poemas, desde su festiva anarquía sonriente y populosa hasta la melancolía irónica y sabia del final, los textos respiran mucho más cerca de poemas que de cualquier género musical. Reencontrados a pelo, el mecanismo lírico funciona por su cuenta, y si el lector tiene mala memoria musical le costará menos todavía hacerse cargo de la luz, el juego, el ingenio y el absurdo cómico y estrafalario de estirpe surrealista que tantas veces nos han hecho sonreir (oyéndole desafinar casi, casi a conciencia). Las numerosas poéticas y los frecuentes autorretratos están entre las mejores cosas del poeta, casi siempre algo chifladas y tocadas de la luz cómica y desdramatizadora con chispa de provocación. Un poco cansado de sí mismo, sueña con ser de mayor "un noi de fer recados/ i festejar amb una dona de fer feines", ya distanciado de las drogas menores ("del tabac a l’heroïna, passant per l’acohol, el matrimoni, el vàlium, l’LSD o la sensibilitat cristiana"), las drogas mayores ("la poesia, la filosofia, la música, la ciència") o las "drogues definitives", que son "la soledat, el pensament, el buit, la clarividència". Todo eso junto es "l’esborrany d’un nou ordre" vital a la espera de "un atac de bellesa fulminant". Llegase o no el ataque, son espléndidos tanto la semblanza enumerativa y vibrante de "Un hivern a Barcelona", o el extenso e hipnótico "Místics i escacs", o la mezcla que es el poema escrito "Així, de cop", o aun el genialoide y veraz "Sueño catalino", que tiene su variante complementaria en los "baladrers agosarats,/ ploramiques resignats,/ anarquistes derrotats/ i pactistes confirmats": "plorant som els millors". Las otras dos secciones donde la plenitud de la escritura y la vocación estrictamente literarias se desatan son –y tiene razón el editor cuidadoso del libro, Ignasi Duarte- el poemario Exaltación y la sección Poemas, del Libro Séptimo, firmado como El Viajante, quizá con ecos de los poemas de José María Fonollosa.
Pero el otro descubrimiento que ofrece esta caja de Jaume Sisa es la prosa poética y memoriosa, el crepitar de la conciencia libre, los experimentos de ensimismamiento y otros registros tanto en catalán como en castellano. Todo se puede leer y manejar como a uno le plazca, con una difusa estructura cronológica que deja abierta la lectura sin ceñirse a eso que Ignasi Duarte llama "esclavitud historicista". No hubiera sobrado, diría yo, la indicación auxiliar de las fechas de los textos en prosa, ni que fuese escondida en un apéndice final, pero lo que sigue siendo reconcentradamente verdad es la calidad de la prosa que reúne sobre todo el segundo volumen, allí donde manda una ductilidad de estilo y una libertad de escritura única, vivísima, trepidante y de altísima calidad.
La memoria de Jaume Sisa es dispersa, caprichosa y tierna, volátil y festiva, poco rencorosa, ingenua y con una melancolía apenas flotante, y así son muchos de los textos reunidos para evocar vicencias y desgracias, amores, depresiones y amigos, muchos amigos retratados de forma a menudo magistral: conmueve la ligereza y la densidad emotiva de sus semblanzas, como si fuese un expertísimo practicante del mejor retrato literario: nada hay del cinismo amargo de Josep Pla ni de sus condenas disfrazadas de elogios en los homenots. Es un auténtico hallazgo esa plasticidad imaginativa, la potencia del estilo, la creatividad de las imágenes de un autor sumergido en su memoria sentimental e insumiso a cualquier ley de género. De Bola de Nieve a Pau Riba, sus bocetos a mano alzada tienen la virtud del contagio afectivo y luminoso en el insuperable retrato de Albert Pla, en las evocaciones humildes del bar Zeleste, la colleja bien dada a Manu Chao, el quebradizo homenaje a Joan Manuel Serrat, también del Poble Sec, de Barcelona, como Sisa, o un saludo cordialísmo a Javier Krahe y La Mandrágora. Con todo, el texto más hondo e impactante está en un Diario de San José, escrito a sus 40 años, tembloroso, honesto, sereno y desnudo: como si fuese de otra galaxia.
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La versión original en catalán de este artículo apareció en el número 13, de noviembre de 2019, de la revista la revista Politica&prosa.
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Jordi Gracia es ensayista y profesor de Literatura Española en la Universidad de Barcelona. Su último libro es Javier Pradera o el poder de la izquierda (Anagrama, 2019).
Da un poco de vergüenza, o me da a mí un poco de vergüenza, haber de plantarme en 2019 para descubrir hace unos meses a un escritor brillante, polimórfico, insumiso, melancólico, sarcástico, sentimentalísimo e irresistible bajo la firma de un viejo conocido de las carpas, las salas de baile y la escena musical, Jaume Sisa. Si él solo ya era muchos, a partir de ahora es lo más parecido que tendrán tanto Cataluña como España a un Fernando Pessoa y su pluralidad sistemática y organizada de heterónimos. La oportunidad llega gracias a Els llibres galàctics, 1966-2018, la fastuosa caja que ha editado Anagrama con dos volúmenes, parte I y parte II, de la obra literaria que Jaume Sisa reconoce como propia entre 1966, a sus 18 años, y hasta 2018, a sus 70.