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En poesía, casi todo es contienda

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No deja de sorprender, a quien las mira desde fuera, las luchas feroces que ha propiciado un género como la poesía, que hasta estos últimos años, a diferencia de la novela, nunca ha dado para vivir. “Como mucho, para merendar”, hubiera matizado Aleixandre. Luchas encarnizadas por conseguir eso tan difuso que es el poder en la comunidad letrada. Así lo plantea Remedios Sánchez en su libro Así que pasen treinta años… un estudio pormenorizado de las contiendas en la poesía española, desde la Generación del 50 hasta nuestros días. Luchas por imponer el propio canon, utilizando para ello herramientas del tipo de agruparse en una generación o publicar un manifiesto o componer una antología de los poetas afines.

 

Defiende Sánchez (profesora de la Universidad de Granada) que las generaciones afloran cada treinta años, de ahí el título del libro, aunque en el tiempo intermedio surjan promociones que intensifiquen las tendencias y convivan con la generación anterior y con la siguiente. Lo ejemplifica citando la del 98 y del 27, que no se ajustan por muy poco a la matemática. Arranca, no obstante, con la del 50. Ahí detalla cómo Barral, Gil de Biedma y Goytisolo se conjuraron con Castellet para visibilizarse en el panorama poético madrileño en pugna con lo que ellos mismos denominaban “papado de Aleixandre”. El debate con Bousoño sobre si la poesía era comunicación o conocimiento resultó muy útil a las dos partes, porque los debates siempre son rentables cuando se dirimen en público. Pero la campaña se completó con el homenaje a Machado, con una presentación en Madrid, la creación de la editorial Colliure y la publicación de una antología, entre otras cosas.

“La estrategia de canonizar ha existido siempre”, señala Sánchez, y “detrás de cada antología hay un intento de canon encubierto, de defensa de un modo estético de entender lo literario”. Al fin y al cabo, “el marketing en literatura no es algo que se haya inventado en el siglo XXI”. La autora ilustra que el fulgor de la Escuela de Barcelona y su control de la Generación del 50 mantuvo en la sombra a otros grupos como el Postismo o Cántico, que sin embargo acabaron asomando también a la historia de la literatura española porque también tenían sus propias herramientas de promoción.

Como las tuvieron los grupos que se agitaron más tarde ante la hegemónica Poesía de la Experiencia, para hacerse notar enfrentándose a ella. Por cierto, que la Experiencia nació de un manifiesto, el de “La otra sentimentalidad”, y estuvo luego bien respaldada por los suplementos literarios y por varios antólogos afines. Las figurativas corrientes Poesía Practicable o el Sensismo, y las alternas del Silencio, la Diferencia, Alicia Bajo Cero o Voces del Extremo, se batieron en los periódicos agitando fundamentos estéticos o ideológicos que, vistos con la frialdad de la distancia, no se diferenciaban en gran cosa de la corriente a la que atacaban. Cualquier marchamo puede ser útil para agruparse en torno a él y hacer bandera.

Más delicada es la parte del libro donde la autora aborda las tendencias actuales, tratándolas ya como generaciones perfiladas. En la del 90 distingue entre la estética del Fragmento, el “regreso a la inteligencia como motor literario, abandonando la emoción”, y la Poesía ante la Incertidumbre, nacida también de un manifiesto internacional firmado y rubricado por un montón de autores. Termina con los Millenials, alborotados y atomizados por el explosivo fenómeno de “los influencers que han asumido el rol de poetas” o a la inversa. En el papel de “notaria” (que reserva para la crítica), Remedios Sánchez afirma que los Millenials siguen “dos caminos, uno tradicional y otro novedoso” y que ambos persiguen “un mismo fin: alcanzar un espacio en el mercado literario”.

Últimas palabras

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Así que, por lo visto, la contienda sigue abierta y encarnizada. “Y dicho esto: ¿dónde está el valor literario?”, se pregunta y nos hace preguntarnos. Pensamos entonces en poetas como César Simón o José Luis Parra, que han quedado al margen de las luchas, por no figurar en grupo alguno. “La buena poesía no está ni en un sitio ni en otro, sino en todas partes”, se responde a sí misma. “Y la última palabra la tiene el lector”, concluye. No aclara cómo puede el lector liberarse de la tiranía del marketing, que ha ido desentrañando en páginas anteriores. Aunque quizá el objetivo del libro, bien logrado, sea mostrar que hay lucha, y contarla, y no tanto definir otros perfiles desdibujados por la polvareda. _____

Arturo Tendero es periodista y poeta. Su último libro es El otro ser (Isla de Siltolá, 2018). Reseña cada semana un poemario en El mundanal ruido.

No deja de sorprender, a quien las mira desde fuera, las luchas feroces que ha propiciado un género como la poesía, que hasta estos últimos años, a diferencia de la novela, nunca ha dado para vivir. “Como mucho, para merendar”, hubiera matizado Aleixandre. Luchas encarnizadas por conseguir eso tan difuso que es el poder en la comunidad letrada. Así lo plantea Remedios Sánchez en su libro Así que pasen treinta años… un estudio pormenorizado de las contiendas en la poesía española, desde la Generación del 50 hasta nuestros días. Luchas por imponer el propio canon, utilizando para ello herramientas del tipo de agruparse en una generación o publicar un manifiesto o componer una antología de los poetas afines.

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