El minuto y el añoAntonio CabreraPepitas de calabazaLogroño2018El minuto y el año
Dice Antonio Cabrera que "la esencia del paseo solo se cumple en la parada", que "paseamos en busca de una ocasión para detenernos y mirar, hablar o callar, y seguir luego caminando". Es una de las primeras enseñanzas que aplicamos al leerlo, porque la sensación que le queda al lector al cerrar El minuto y el año es de haber estado paseando por la vida de quien lo escribió. Unas veces se le ha presentado el poeta y otras el filósofo y otras el naturalista y otras el vecino tiquismiquis, según las circunstancias. Pero allí donde pone la mirada, Cabrera no deja de sorprenderse, de pararse y de analizar. Partiendo muchas veces de observaciones tan elementales que desarman por su pura obviedad: “Quién sabe si no será risible admitir que esta tarde me he dado cuenta de que las ventanas existen y son imprescindibles”. Es el paso previo para sacar petróleo de lo que estamos viendo cada día, sin llegar a verlo de tan cerca como lo tenemos.
El minuto y el año agrupa 85 artículos en tres partes. La primera se titula “Sol amarillo, hierba verde”, una tautología que, una vez desarrollada, conduce a afirmaciones que valen por aforismos. Por ejemplo, que las mañanas del día de Reyes solo suceden de verdad en nuestra infancia, o que todos los horizontes que podemos llegar a conocer son uno, da igual que sea en la Tierra que en Marte, o que las cosas que se ofrecen una bandeja, “ya sea una tarjeta de visita o la cabeza de un santo empecinado y casto, adquieren de inmediato la clase de formalidad ante la cual no cabe indiferencia”.
A continuación, viene el “Bestiario”, mi parte favorita, donde el naturalista nos va enseñando una serie de bichos que conviven con nosotros sin que les prestemos atención. Lo hace como si los cogiera con los dedos y nos los presentase. Ahí está la sabiduría de un ornitólogo que ha anillado muchos pájaros, pero también el que ha escudriñados a los grillos, las hormigas y las cigarras, entre otros. Cabrera cierra el libro con otro conjunto de piezas agrupadas con el título de “La sombra propia”. Ahí gira hacia sí mismo la lupa de la curiosidad y analiza por qué le gusta tanto recoger espárragos, “una reliquia del comportamiento movida por el mero hedonismo” o descubre que la interrupción forma parte del trabajo tanto como la concentración.
Antonio Cabrera es el primero en sorprenderse de que un periódico diario acogiese semanalmente sus artículos y los mezclase con la candente actualidad porque, como él reconoce: hablan de otra actualidad, el minuto y el año cíclicos, impasibles, presentes. Por cierto, el título del libro procede de una cita de Rubén Darío: “La labor del minuto y el prodigio del año”. Con la perspectiva, entendemos que precisamente la rabiosa y pasajera actualidad necesita el contrapeso de observadores como Cabrera para fijarnos a las estaciones tangibles, al mundo real, cada vez desazonadoramente menos previsible por el cambio climático.
Reunidos en un libro, los artículos mutan y provocan esa sensación de inmersión que proporciona la continuidad. Ya lo hicieron en una primera ocasión en 2008, en Ediciones La Palma, que no tuvo una difusión satisfactoria. Ahora la editorial riojana Pepitas le otorga esta segunda vida, que afronta aligerada de nueve fragmentos y restañada en muchos párrafos. El autor, poeta al fin y a la postre, no ha querido privarse de ajustar párrafos y limar asperezas buscando una sonoridad más pura.
Ver másNo sé si pasó así, pero lo cuento
Porque Antonio Cabrera, que nació en Medina Sidonia en 1958, pero que ha criado y se ha hecho escritor en Valencia, se dio a conocer como poeta ganando el premio Loewe con su primer libro, En la estación perpetua (Visor, 2000). Desde entonces ha publicado tres poemarios más, un libro de haikus sobre pájaros y otra colección de reflexiones que llamó El desapercibido. Hace menos de un año que dio a la luz también un libro de aforismos titulado Gracias, distancia. No obstante, quizá de toda su producción, El minuto y el año sea el libro más completo porque enriquece la meditación de su poesía con una meditación filosófica, distinta a la lírica, y profundiza más en el mundo de los pájaros y de la naturaleza, y ofrece una colección de aforismos disueltos en la prosa rigurosa y precisa: “Yo reivindico los eventos traídos por las estaciones, los de recurrencia modesta, fiel, muy al alcance”. _________
Arturo Tendero es periodista y poeta. Su último libro es El otro ser (La Isla de Siltolá, 2018). Reseña cada semana un poemario en su blog El mundanal ruido.El mundanal ruido
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