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Reencarnaciones
Una de mis abuelas casi brinda
en la última noche de dos siglos:
nació en el XIX y por muy poco
no se asomó al 2000 como quería.
En sus casi cien años lo vio todo,
el amor y la guerra, los hijos y la muerte,
la ausencia del marido, la fortuna y el hambre.
Penélope incansable, tejió para sus nietas
cubrecamas enormes, escarpines y chales,
y nos dejó en herencia un viejo sonotone
del que después supimos que nunca funcionó.
La que falta, la madre de mi madre,
inauguró una estirpe de mujeres hercúleas
que continúa hoy con sus hijas y nietas,
mujeres de una pieza que lucen en su rostro
orgullo y dignidad, que llevan en su espalda
el recuerdo común de tantos muertos.
Nació en el siglo XX y vio, sin disfrutar,
cómo empezaba el nuestro, tan lejano.
Los naipes que alegraron su vejez
no repartieron bien los comodines.
Es fácil encontrarlas todavía
en las ciudades que las acogieron,
compartiendo un café con las amigas,
dictando una receta, cosiendo un dobladillo.
No parecen las mismas, tienen nombres distintos
y enviudaron a diferente edad.
Si las miras despacio, sin embargo,
verás que ni envejecen ni se mueren,
tan sólo se reencarnan.
Ver más'Todos estaban vivos', de Javier Bozalongo
Son mujeres perpetuas.
*Javier Bozalongo es poeta. Su último poemario, Javier BozalongoTodas las lluvias son la misma tormenta, ha ganado el Premio de Poesía Blas de Otero.