En este mar en calma de nuestra literatura, con la mirada atenta a los primeros golpes de las olas que traen la tormenta poderosa, en ese mismo instante, uno atiende a las voces de los escritores que llevan consigo dos elementos fundamentales: la desconfianza ante el mundo que los rodea y una profunda fe en la razón. Sobre estos términos es sobre los que se edifica una literatura que, por un lado, es una duda soberana y, por otro, una respuesta intelectual de peso.
No viene siendo habitual que, dentro del mundo ecléctico de la poesía escrita en esta segunda década de nuestro siglo, surjan libros que plantean esta doble visión del hombre que construye desde la pregunta ante esa desconfianza, la misma que empuja todo un caudal de aguas trasparentes que empapan el ansia de conocimiento de los lectores, para, además, dejar caer un torrente de conocimiento escindido de las líneas generales de la poesía reciente.
Pero es que el libro de Felipe Benítez Reyes,Ya la sombra, recientemente editado por Visor, construye un poderoso sistema de reflexión en torno al tiempo y al espacio, dos elementos fundamentales en la percepción de la realidad. Un tiempo que, lejos de ser lento, está detenido. Vive dentro de ese instante en el que el ser humano desciende de sus velocidades y se para a ser por encima de estar. Descartes y su “pienso, luego existo” frente a Heráclito, por poner un ejemplo. Un tiempo de la reflexión que evidencia un tiempo en plenitud desde el que el poeta habla, y que aleja de conceptos como “eternidad” o los propios de “pasado”, “presente” y “futuro”.
Y un espacio vacío de objetos que no sean aquellos que, traídos en la mayoría de las veces del recuerdo, sirven para enumerar las causas últimas de una vida de observador. Porque las enumeraciones, protagonistas dentro de los poemas, vienen dejando asuntos de la vida cotidiana que zarandean al escritor para hacerlo motivo de conocimiento. Una y otra vez se da este recurso en los poemas que componen el libro de Benítez Reyes, como si fuese obligatorio advertir al lector de que el espacio vacío que le rodea, el mismo de la vida cotidiana, tiene escondidos los recursos necesarios para despertar a algo tan natural como el entendimiento de vida. Alejar la mirada para descansar en el conocimiento.
La propuesta de Benítez Reyes es la de compensar esta estructura maquinal de la razón que nos hemos dado en nuestro tiempo, por un interesante proceso de análisis desde estos dos elementos que vengo trazando, el poeta que piensa frente al ciudadano que mira, una dualidad necesaria que se hace presente en los poemas. Se puede pensar, entonces, que este planteamiento debe ser propio del mensaje poético, pero créanme si digo que no es fácil encontrar estos asuntos en la literatura española reciente, amparada en el poeta que mira como exponente.
Pero además de estas estructuras internas, de conocimiento, que se proponen, hay otras que son de carácter, podríamos decir, técnico, que van dejando golpes de calidad. Benítez Reyes ha sido siempre un poeta que ha apoyado su literatura, no solo en las voces de los poetas de referencia de la tradición poética española, sino también en la estructura métrica para dirigir, con ella, ese mensaje de conocimiento al que nos tiene acostumbrados. Una estructura métrica que, en esta ocasión, rescata el soneto o la canción como exponentes por los que apostar en el mensaje poético de nuestro siglo, evidenciando la necesidad de rescatar la tradición para impulsar la voz hacia el tiempo presente, y, con pericia, ir dejando lo mejor de su literatura.
Y un último poema titulado “La nueva edad” que, como cierre necesario de este Ya la sombra, viene a confirmar el paso del poeta por esta laguna estigia que también es la vida misma, y que aporta un tiempo y un espacio que es, en definitiva, conocimiento: “Adiós a todo lo que ya/ no puede sostenerse en la memoria./ (¿Tú quién eras?)// Adiós a lo que has sido,/camarada en el desgobierno de la realidad.// Ya no es tuyo ni el tiempo que robaste”.
Porque fuera de nosotros somos también un “yo”, un tiempo detenido y un espacio vacío que nos llena.
*Javier Lorenzo Candel es poeta. Su último libro, Javier Lorenzo Candel Apártate del sol (La isla de Siltolá, 2018).
En este mar en calma de nuestra literatura, con la mirada atenta a los primeros golpes de las olas que traen la tormenta poderosa, en ese mismo instante, uno atiende a las voces de los escritores que llevan consigo dos elementos fundamentales: la desconfianza ante el mundo que los rodea y una profunda fe en la razón. Sobre estos términos es sobre los que se edifica una literatura que, por un lado, es una duda soberana y, por otro, una respuesta intelectual de peso.