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Unas vacaciones

Abril Gómez de Enterría

Hace unos meses tuvimos, en el club de lectura de la librería Enclave de Libros (Madrid), la oportunidad de comentar con Juan Carlos Márquez su novela Resort. Además, participó en la tertulia Pablo Mazo, editor de Salto de Página.

Juan Carlos Márquez (Bilbao, 1967) es profesor en la Escuela de Escritores de Madrid y licenciado en Ciencias de la Información. Ha sido columnista habitual de la revista literaria Quimera y asesor de contenidos de la revista de relato breve Cuentos para el andén. Prolífico autor de cuentos, algunos de los cuales han sido publicados en recopilatorios como Siglo XXI. Los nuevos nombres del relato actual y Pequeñas resistencias 5. Antología del nuevo cuento español (2001-2010), ha publicado las colecciones de relatos Oficios (2007), Llenad la tierra (2010) y Norteamérica profunda (2008, reeditado en 2012) y la novela corta Lobos que reclaman la noche (2014). Además de Resort, Juan Carlos ha publicado con Salto de Página las novelas Tangram (2011) y Los últimos (2014).

Pablo Mazo (Santander, 1977) es el director editorial y uno de los socios fundadores de Salto de Página, ha realizado estudios de Periodismo y Filosofía y es profesor en la Escuela de Escritores de Madrid y en diversos másteres de edición. Con una trayectoria de más de 10 años, Salto de Página publica fundamentalmente obras de ficción escritas originariamente en lengua española. Busca descubrir nuevos talentos españoles e hispanoamericanos, así como publicar la obra de autores ya consagrados pero no suficientemente difundidos en España. La editorial cuenta con tres colecciones, una de poesía y dos de narrativa. La colección Púrpura, a la que pertenece Resort, recoge obras actuales que conforman el grueso del catálogo de la editorial; mientras que la colección Cian ofrece obras del siglo XX que han permanecido inéditas en España o llevan un largo periodo de tiempo fuera del mercado editorial.

 

Resort parte de la desaparición de un niño alemán de siete años en un complejo hotelero de algún lugar de la costa española, una excusa como otra cualquiera —¿o quizá no?— para desarrollar una trama en la que el autor dirigirá la atención de los lectores a diversos asuntos y situaciones en los que sin duda éstos pueden verse reconocidos. Para ello se sirve de una prosa rápida, limpia y concisa narrada desde una tercera persona omnisciente, con capítulos cortos que aumentan el dinamismo y personajes anónimos, a excepción de Bingham Waas —el menor desaparecido- y de los sobrenombres —Lactante y Darth Vader—impuestos a una de las parejas de policías infiltradas en el hotel para tratar de esclarecer el caso. Lo hace, además, con la acidez que caracteriza buena parte de su obra y recurriendo a experiencias y sensaciones que nos permiten entrar en la historia y ponernos en el lugar de los distintos personajes, así como con un final demoledor que encontramos también en la mayoría de sus relatos.

La tertulia comenzó con unas imágenes: Arantza, una de las lectoras, nos mostró un vídeo grabado desde la terraza de un resort cualquiera, como el de la novela que íbamos a comentar. La lectora explicó que se lo había enviado Lactante esa misma tarde, aunque no faltó quien desde un cierto escepticismo se preguntó si el emisor podría haber sido el propio Bingham Waas, el niño alemán desaparecido.

Tras las risas provocadas por el vídeo y las circunstancias en que llegó hasta nosotros, Pablo Mazo abrió la tertulia y compartió con nosotras su experiencia en la edición de Resort. Nos explicó que, a diferencia de lo que sucede con otros autores, la obra de Juan Carlos Márquez no requiere mucho trabajo de edición. Al tratarse de textos breves y muy trabajados, al editor le basta con mirar si se han escapado algunas erratas y puede centrarse en la parte más bonita del trabajo: revisar el estilo del texto y, en todo caso, "darle una vuelta" a algún capítulo. Finalmente, nos presentó a Juan Carlos como un maestro en las distancias cortas, cuya literatura se caracteriza por un sentido del humor retorcido y a veces oscuro frente al humor blanco de la comedia ligera.

Juan Carlos nos habló de su obra publicada y de la peculiaridad de Tangram, que por su estructura —a medio camino entre el libro de relatos y la novela— genera dudas en cuanto a su clasificación pero puede considerarse una novela de historias cruzadas. Se presentó como autor de relato, género que implica la economía de medios que se ve reflejada en sus novelas; como en Resort, que transcurre en tiempo real y en la que no hay recuerdos sino digresiones. Poniendo como ejemplo Los últimos y Resort, el autor nos explicó que no es un escritor de géneros, sino que coloca a los personajes en determinados escenarios que habitualmente se asocian a éstos como excusa para reflejar las relaciones entre personas y en especial las familiares. Además, señaló dos tendencias que observa en sus obras: a recluir a los personajes en lugares cerrados y al canibalismo; ambas presentes de alguna manera en esta novela.

A lo largo de la tertulia, pudimos conocer algunos detalles del proceso creativo de Juan Carlos, que no se considera un autor de novelas de tesis y suele descubrir el gran tema que subyace a sus obras una vez ha avanzado en la escritura. Así, nos explicó que aunque parte de la estructura y el final de la historia, al principio tiene solo una vaga idea de la novela y poco a poco va surgiendo el resto. Su actividad principal, la impartición de talleres y cursos en la Escuela de escritores y la red de bibliotecas de la Comunidad de Madrid, le permite escribir con comodidad y sin presión para publicar. Escribe en sesiones muy cortas, de no más de una hora y media o dos horas, para evitar reproducir clichés y cargar de relleno innecesario sus historias; y nos explicó que hace lo contrario de lo que recomienda a sus alumnos: en lugar de realizar una primera fase de creación y una segunda de corrección bien diferenciadas —para evitar bloquear el proceso de creación—, él no avanza en el relato hasta que no ve el texto perfecto y solo vuelve hacia atrás para releer lo escrito, pero apenas cambia nada.

El autor nos explicó que, en lugar de plasmar en su obra una confesión de sus vivencias, acostumbra a reflejar en ella sus deseos no realizados. Este fue uno de los aspectos señalados más tarde por Inés, que valoró la capacidad de Márquez para conectar con lo que el lector piensa y no se atreve a decir cuando se encuentra en situaciones como las narradas en Resort; a la vez que destacó el tono desenfadado, irónico y sarcástico de la crítica que realiza. Algunas de las escenas comentadas llevaron a Carmen, otra de las lectoras, a relacionar la novela con la producción cinematográfica de Álex de la Iglesia. Como más adelante aclararía el autor, en la novela hay una agresividad latente, pero no llegan a darse situaciones grotescas y poco verosímiles como las que nos muestra el cineasta. Juan Carlos nos habló entonces de la voz narrativa que encontramos en esta novela, un narrador omnisciente en las cabezas de los hombres que protagonizan el relato.

Más adelante hablamos de los personajes y de la voluntad del autor de no asignarles nombres para evitar catalogarlos; a excepción del niño alemán desaparecido, al que convierte en una figura emblemática que hace las veces de reflejo del primer mundo, de la Europa dura, y que es intercambiable. En esta novela, el autor quiso que el niño fuera extranjero para no desencadenar demasiada empatía en el lector, pero también que no fuera un niño iraquí —por ejemplo— para que por una vez fuera un europeo el que no le importara a nadie. Porque, como vimos más adelante a lo largo de la tertulia, este es el personaje que menos importa al resto; y, como señaló una de las lectoras, el lector también se olvida a menudo de él puesto que el autor apenas lo describe ni lo conecta al resto de personajes o a la narración.

Al hilo de lo anterior, Beatriz se preguntó si los personajes se hubieran comportado igual si la novela se hubiera escrito treinta años antes. Ante esto, Pablo sugirió que probablemente el niño no habría sido alemán sino inglés, pues hay que tener en cuenta que se trata de una novela postcrisis. A esto le añadimos que la novela también es post revolución tecnológica y por ello, una vez superada la introducción y normalización de las nuevas tecnologías en la ficción que llevó a cabo la conocida como Generación Nocilla, Márquez integra estos elementos en sus narraciones; elementos que permiten ubicar la historia en un determinado momento temporal y no en otro pasado.

Juan Carlos nos explicó que la novela, que ha tardado tres años en escribir, se creó en el caldo de cultivo de las grandes migraciones a Europa de los últimos años, a las que encontramos algunas referencias directas en el texto. El autor plantea que si no podemos ser solidarios y generosos en el mejor momento de año —las vacaciones, cuando parece que nada de lo cotidiano nos debe preocupar—, cómo vamos a serlo el resto del año. Y esto es lo que sucede en la novela: la búsqueda de la satisfacción personal y el egoísmo hacen que cualquier cosa que suceda a su alrededor sea ajena a los personajes, quienes únicamente tratan de seguir viviendo. Resort es, en manos de Márquez, una novela crónica, una especie de reportaje de vacaciones que trasciende los estándares que nos imponen y en la que el autor pone sobre la mesa el canibalismo como metáfora de la humanidad: nos devoramos unos a otros.

Dado que el desencadenante de la trama transversal —que no principal— de Resort es la desaparición de un niño, Márquez ha tratado de que se cumpliera uno de los axiomas de las novelas del género: los motivos del crimen y la resolución del caso aparecen ya en el primer capítulo. Atendiendo a los lectores de novela policíaca y como una concesión a éstos, además de ofrecer algunas pinceladas que anticipan el desenlace en lo que el propio autor califica de "juego macabro", la historia concluye con un final ambivalente —no cerrado pero sí satisfactorio, como decía Pablo—, que aunque sugiere tres posibles conclusiones lleva a la mayoría de los lectores a quedarse únicamente con una de ellas, aquella que concuerda con el humor negro del autor. Juan Carlos nos explicó que Resort plantea una investigación policial desmitificadora puesto que la policía no hace maravillas, sino que a menudo se sirve de los razonamientos lógicos y el azar, y la mayor parte de los casos sin resolver son por desapariciones. Además, el autor comentó la elevada presencia del costumbrismo en las tramas policiales, donde autores como Andrea Camilleri, Manuel Vázquez Montalbán y Domingo Guzmán a menudo introducen la cocina en sus narraciones.

El final de la novela llevó a una lectora a comentar que la forma en que abrocha la novela hace pensar en ella como un cuento. Juan Carlos explicó esto como una consecuencia de su pasado cuentista, mientras que Pablo hizo referencia a los criterios que empleamos para definir lo que es un cuento: los que se basan en su contenido, como la intensidad, la brevedad o la suma de elementos apuntando a una misma dirección de los cuentos de autores como Poe o Cortázar; o los criterios más técnicos y objetivos, como la extensión. Sin duda, la novela de Márquez contiene rasgos que se corresponden con los primeros.

Durante el coloquio también pudimos comentar el carácter minoritario de la novela corta en España, donde el estándar de éxito se encuentra en novelas de entre 400 y 600 páginas, y con ello se abrió un debate en torno a las novelas extensas, decimonónicas, y la pertinencia o no de las descripciones detalladas. Juan Carlos explicó que —a excepción de algunas que conforman el canon— como lector no le interesan las largas descripciones que paran la novela para después recuperar al personaje, sino la trama, los personajes, los hechos significativos y la originalidad dentro del género. Algunas lectoras pusieron en valor la capacidad que tienen las descripciones para permitir al lector ver o palpar el ambiente, así como el placer que esto proporciona y la manera en que la creación del ambiente ayuda en ocasiones a la trama. Pese a la economía de recursos que caracteriza a la obra, esto está presente en la novela de Márquez, que ofrece descripciones realistas y precisas tanto de los ambientes como de los comportamientos de los personajes. El autor nos explicó que siempre trata de tener a los personajes moviéndose en lo descrito, de mantenerlos en primer plano de manera que puedan reconocerse por el lugar en el que están, las acciones que realizan y la manera en que se desenvuelven en el espacio. Además, hubo consenso acerca del interés que pueden tener las descripciones más largas en función del género al que se apliquen, pues parecen más útiles en novela histórica que en policíaca, que es menos descriptiva y más procedimental.

El resort de la novela es muy fiel a la realidad y, pese a las comodidades que ofrece para las familias, se nos presenta como una cárcel. Márquez nos muestra un mundo de cartón piedra donde parece que todo el mundo tiene que ser feliz por obligación mientras asiste a espectáculos en los que no permanecería de encontrarse en la calle, compite como si le fuera la vida en ello para obtener un diploma o el gorro de baño que le permite participar en un juego y reserva durante todo el día tumbonas que utilizará durante tan solo unos minutos. Quienes trabajan en él y quienes se alojan allí temporalmente responden a ciertos estereotipos y las actividades de entretenimiento se repiten hasta llevar al hastío tanto a unos como a otros. Mientras comentábamos estas particularidades, una de las lectoras llamó nuestra atención acerca de cómo los turistas se perciben en la novela como obreros en una cadena de montaje que reproducen el sistema en las vacaciones, en lo que en palabras del autor constituye una prolongación de nuestra vida donde todo el tiempo tiene que estar ocupado para no pensar. Hablamos entonces de la banalidad de la vida en la búsqueda continua de instantes o destellos de felicidad y esto me hizo recordar el ensayo La industria de la felicidad, de William Davies, una crítica al imperativo actual del que resulta difícil escapar y que, según comentamos en la tertulia, ya no se limita a los periodos vacacionales sino que pretende abarcar nuestro día a día.

Por su parte, el mar es el contrapunto al resort, el lugar en el que los personajes se abstraen del sistema y encuentran momentos de disfrute al margen del consumo. Esta idea se expresa muy bien en un párrafo que señaló Rosa, en el que se nos describe un instante de placer real —no forzado— que la lectora destacó porque permite agarrarse a algo frente a todo lo negativo que lo rodea. Además, es el espacio en el que el personaje del padre deja de representar el papel que asume como turista, según el cual ha ido tragando con todas las incomodidades y despropósitos con que se ha encontrado en su estancia en el resort, y da una respuesta contundente ante una situación miserable que se produce.

A lo largo de la tertulia surgieron varios debates en torno a las relaciones familiares y la paternidad. Juan Carlos los explicó que su interés por las relaciones familiares reside en el hecho de que la familia, en las sociedades latinas mediterráneas, es lo que nos marca: aquello que nos salva y nos condena. Hablamos sobre el desplazamiento del padre durante los primeros meses de vida del recién nacido, cuando la madre se dedica plenamente a él, y sobre cómo afecta a las relaciones de pareja; reflexión que también encontramos en la anterior novela de Márquez: Los últimos. Comentamos la búsqueda de momentos de intimidad en las parejas cuando existen niños pequeños, y cómo la lógica adulta va aplastando la lógica infantil para conseguir lo que quiere en la búsqueda del propio placer; y hablamos acerca de cómo el autor incorpora la sexualidad en la novela desde un acercamiento aséptico y no pasional, sexualidad que es más imaginada que real y se nos presenta con naturalidad y sin recreo.

En cuanto a la paternidad, partimos de la idea expresada por Juan Carlos de que cuando hay niños "no te vas de vacaciones, te desplazas". Reflexionamos en torno a la imagen idealizada de la paternidad como algo perfecto, hasta que se descubre que no es ni tan fácil ni tan maravillosa. El autor explicó que en esta novela quiso reflejar la edad en que los niños no hacen caso a nada de lo que se les dice y el efecto que este comportamiento tiene sobre los padres. Además, abrimos el debate acerca de si se debe o no educar a los niños en la obligación de compartir; debate que hace unos meses tomó fuerza en las redes y los medios de comunicación y que el autor, inspirado en experiencias cercanas, ya reflejaba en la novela. A raíz de esta y otras escenas que se nos presentan, surgió otro interesante debate en torno a la doble moral que reside actualmente en la educación, donde parece que se magnifica la paternidad y se presenta a los niños un mundo utópico y sin aristas mientras se reproducen viejos esquemas en los que priman la competición y el individualismo.

Juan Carlos explicó este hecho como la consecuencia de un problema económico, según el cual los padres tratan de compensar su frustración ante la falta de concordancia entre su nivel de estudios y las condiciones económicas y laborales a las que se ven sometidos, que les lleva a proyectar sus aspiraciones en sus hijos. Las lectoras, desde su propia experiencia, mantuvieron que este tipo de comportamientos ya se encontraba en generaciones anteriores en las que los padres estaban menos preparados, por lo que no resultaría algo propio de las generaciones de padres más jóvenes, sino una constante. Sí hubo consenso tanto en la contradicción que supone la transmisión de valores como la solidaridad y la generosidad, por un lado, y la competitividad y el individualismo, por el otro —contradicción exacerbada, eso sí, en las últimas décadas—; así como en la crítica del abuso de eufemismos que se refleja en la novela, a través de los cuales se sobreprotege a los niños ocultándoles lo malo o lo nocivo y se les muestra un mundo en el que parece que no tiene cabida el sufrimiento.

Poco antes de finalizar la tertulia, retomamos el interés acerca de la relación entre autor y editor mientras trabajan sobre el manuscrito. Pablo insistió en que en los libros de Juan Carlos las sugerencias del editor son muy superficiales, y el autor aseguró que en cualquier caso estas son siempre bien recibidas. Compartieron con nosotras el único cambio significativo que experimentó el texto, que se produjo a sugerencia del propio autor: la escritura e inclusión del penúltimo capítulo como forma de cerrar la historia de la pareja de policías; capítulo que Juan Carlos nos leyó en voz alta.

Juan Carlos nos contó que de momento no está escribiendo puesto que está centrado en el proceso de difusión de la novela y en responder a entrevistas en torno a Resort. Al pedirles una recomendación literaria, Pablo nos sugirió leer Algo supuestamente divertido que nunca volveré a hacer, de David Foster Wallace, mientras que Juan Carlos nos habló del género de películas de carretera que nos presenta a familias a las que les salen fatal las vacaciones. Por mi parte, no puedo dejar de recomendar la lectura de El límite inferior, de Nere Basabe, publicada también por Salto de Página. Esta novela de intriga intimista que se desarrolla en un pequeño pueblo costero del Mediterráneo —en este caso fuera de temporada—, incluye también en su trama la misteriosa desaparición de un niño y nos permite reflexionar sobre múltiples cuestiones que nos atañen tanto en lo personal como en nuestra interacción con el entorno.

Hace unos meses tuvimos, en el club de lectura de la librería Enclave de Libros (Madrid), la oportunidad de comentar con Juan Carlos Márquez su novela Resort. Además, participó en la tertulia Pablo Mazo, editor de Salto de Página.

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