Leer a Alice Munro ha sido verdaderamente una delicia. Podría decirse que su maestría en la forma de narrar te deja completamente absorta en brazos de la lectura y de cualquier suceso, episodio o pensamiento que quiera contarte. La vida de las mujeres me sugiere la alegoría de un viaje, como subirte a un tren entre dos estaciones intermedias. Desconoces el principio e ignoras adónde llegará, pero puedes disfrutar al contemplar el paisaje que te ofrecen las ventanillas, observar la diversidad de matices en las conductas de los viajeros y abandonarte a tus pensamientos.
La historia nos llega desde 1942 y transcurre en Jubilee, un pequeño pueblo de Ontario (Canadá). La protagonista es Del Jordan, una niña inquieta, curiosa y bastante crítica con el mundo que tiene alrededor, especialmente con el destino reservado a las mujeres. Del lee y estudia, es inteligente, hace preguntas y cuestiona prácticamente todo lo que es aceptado por la mayoría: los principios, las creencias, las relaciones entre ambos sexos, el matrimonio… y esto le creará problemas, sobre todo consigo misma, al tener que elegir entre lo que verdaderamente quiere y lo que se espera de ella. “Tío Craigh me tomaba por frívola o estúpida, pero no me importaba demasiado; había en su juicio algo grande e impersonal que me hacía libre (…). El egocentrismo masculino hacía que me sintiera relajada en su compañía”, escribe Munro.
A lo largo de la novela, Del pasará de la niñez a la juventud, a través de una adolescencia, marcada por dos temas tabúes para la sociedad a la que pertenece, pero determinantes y necesarios: la religión y el sexo. Las conversaciones furtivas, los libros y algunas opiniones diversas le aportarán información teórica y a la vez confusa, pero será su propia experiencia la que le ayudará a encontrar el verdadero sentido.
Entre los numerosos personajes que aparecen, resultan muy significativos sus padres, creando otra disyuntiva en la vida de Del. Su padre es buena persona y gusta a todo el mundo, ama el pueblo, cree en el trabajo, desconfía del hombre de la ciudad y carece de expectativas. En cambio, su madre no es nada convencional, vende enciclopedias, escribe a los periódicos, se pone de parte de las minorías, defiende los derechos de las mujeres, apoya la donación de órganos y es agnóstica: “Dios fue creado por el hombre, no al revés… El hombre creó a Dios a su imagen y semejanza”. Del encuentra en su madre un mundo de análisis serio y escéptico, pero a la vez de tareas domésticas desatendidas. Por eso, a veces desearía no tener una madre extraordinaria. Sin embargo, hay una conexión constante con ella, a veces desde el desacuerdo. Sin duda Addie Morrison le hace ver a su hija todas las posibilidades que tiene para lograr ser ella misma sin tener condicionada su vida al matrimonio.
Aparecen, también, figuras masculinas influyentes, pero de escasa trascendencia. Pero sí otras mujeres relevantes, sobre todo en la niñez, como sus tías solteras, fuertes y resistentes, que respetan cualquier tarea del hombre, que viven inmersas en un mundo de trabajo, alegría, comodidad y orden. Sin embargo, poseen un carácter huraño, malicioso y susceptible. La franqueza y extravagancia de su madre las paraliza y usan el sarcasmo encubierto para ridiculizarla. “La petulancia de la ignorancia”.
En la vida predecible y anodina que les espera a la mayoría de las chicas de Jubilee, Del se dedica a estudiar y encuentra en la lectura un refugio y una esperanza. “En la biblioteca me sentía feliz. Las paredes de páginas impresas, prueba de tantos mundos creados eran un consuelo para mí”.
Alice Munro habla en primera persona por boca de su protagonista, tal vez en lo que pueda considerarse un relato autobiográfico. De no ser así, hay muchas similitudes con su vida, como una infancia sencilla en una granja del oeste de Ontario. Comenzó desde muy joven a escribir cuentos, fue a la Universidad y la mayoría de sus libros los escribió pasados los 40, después de dos matrimonios y tres hijos. En 2013 le fue concedido el Premio Nobel de Literatura, siendo la decimotercera mujer en recibirlo en más de 100 años de existencia de este galardón.
Tal vez el mayor acierto de esta autora canadiense ha sido crear nuevos mundos gracias al flujo poético de su lenguaje, a sus descripciones impresionistas de pinceladas precisas donde no sobra una palabra. Frases cortas, diálogos muy bien trazados, historias que se abren en otras historias y hermosas metáforas que enriquecen la narración. La expresión de un mundo subjetivo que consigue emocionarnos.
Quiero pensar que aunque hayan pasado tantos años, estemos a miles de kilómetros de aquel país, y aparezcan nombres tan peculiares como Flats Road o Jubilee que nos distancien bastante del ambiente canadiense, sigue habiendo muchas Del Jordan en el mundo, haciéndose preguntas, cuestionando las certezas absolutas y tratando de cambiar la realidad que nos desiguala.
A finales de los años cuarenta, la madre de Del manifiesta: “Creo que va a haber un cambio en la vida de las niñas y mujeres. Sí. Pero depende de nosotras que se produzca. Todo lo que las mujeres han tenido hasta ahora ha sido su relación con los hombres. No hemos tenido más vida propia que un animal doméstico”.
Y desgraciadamente en muchos lugares sigue siendo así.
Ver más¿Quién te crees que eres?
*Chary Arbolí es bibliotecaria.Chary Arbolí
Leer a Alice Munro ha sido verdaderamente una delicia. Podría decirse que su maestría en la forma de narrar te deja completamente absorta en brazos de la lectura y de cualquier suceso, episodio o pensamiento que quiera contarte. La vida de las mujeres me sugiere la alegoría de un viaje, como subirte a un tren entre dos estaciones intermedias. Desconoces el principio e ignoras adónde llegará, pero puedes disfrutar al contemplar el paisaje que te ofrecen las ventanillas, observar la diversidad de matices en las conductas de los viajeros y abandonarte a tus pensamientos.