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La memoria de mujer del teatro español

¿El teatro español de la primera mitad del siglo XX? Sí, claro, cómo no: Valle-Inclán, García Lorca, Jacinto Benavente, Miguel Mihura, Carlos Arniches, Eduardo Marquina... ¿Y las mujeres? Margarita Xirgu. María Guerrero. ¿Solo? No, no solo. Eso es lo que parece señalar con su nuevo proyecto el Centro Dramático Nacional, una de las unidades de producción más potentes del Ministerio de Cultura. El ciclo En letra grande va más allá de los grandes nombres y se plantea si al construir la historia de los escenarios no se estará haciendo, acaso, una memoria a medias. De María Teresa León, la autora que estrena el programa este jueves, el lector habrá oído hablar, aunque quizás no tanto de su faceta de mujer de teatro. Pero ¿quiénes fueron Rosario de Acuña, Halma Angélico, María Lejárraga? El propósito del centro es que sus nombres pasen a formar parte de la memoria de las artes escénicas, igual que formaron parte de su construcción. 

Son cuatro obras, firmadas por dramaturgas contemporáneas, las que reivindican sus figuras. Una gran emoción política, de Luz Arcas y Abraham Gragera, sigue a María Teresa León del 26 al 30 de septiembre. Rosario de Acuña: Ráfagas de huracán, de Asunción Bernárdez, desentierra del 16 al 28 de octubre la figura de la librepensadora de finales del XIX y principios del XX. Halma, de Yolanda García Serrano, se refiere a Halma Angélico, seudónimo de María Francisca Clar Margarit, que estará en marzo en el teatro. Firmado Lejárragadevuelve en abril su nombre a María Lejárraga, que habitualmente se escondió tras el de su marido, el empresario y dramaturgo Gregorio Martínez Sierra. Porque no es que en su día fueran precisamente desconocidas. Habla Bernárdez, filóloga y profesora de Ciencias de la Información en la Universidad Complutense de Madrid: "Se trata de hacer presentes a mujeres que tuvieron éxito, que tuvieron participación en el teatro, y que hoy son invisibles. Si lo son ha sido por las mismas razones por las que tantas otras mujeres han caído en el olvido". 

¿Cuántos conocen, por ejemplo, la labor de María Teresa León como dramaturga, directora y actriz? "En su caso", dice la coreógrafa y bailarina Luz Arcas, "es muy curioso que sea una figura desconocida, aunque sea la más conocida de la lista. Es desconocida porque se la suele conocer por ser la mujer de un hombre famoso". María Teresa León fue, efectivamente, la esposa de Rafael Alberti, pero también fue escritora, estudiosa del teatro europeo, periodista, promotora cultural y militante republicana y comunista. Ernesto Caballero, director del Centro Dramático Nacional, supo pronto que su nombre tenía que estar en la lista. "La propuesta nos llega del CDN, que nos da total libertad total para abordarla", señala Arcas. Ella y Gragera, por su parte, llegan a Memoria de la melancolía, el relato de sus recuerdos de la Guerra Civil y del exilio, donde sus días de teatro se convierten en una especie de Ítaca soñada. "Nos acercamos a la historia reciente a través de la mirada masculina", critica la coreógrafa, "y para empezar ya es interesante mirar esos mismos acontecimientos desde la mirada femenina". 

Los acercamientos a esas cuatro mujeres son heterogéneos. De María Teresa León, la compañía La Phármaco ha tomado ante todo la mirada, que describen como "amplia y generosa" y reflejan a partir del trabajo corporal, la danza, la música y un tratamiento del texto más cercano a lo poético. "Ella sabe que está viviendo un momento muy importante de la historia de España y sabe que ella es relevante como testigo, no se pone como protagonista. El protagonismo está fuera", dice Arcas con admiración. No se interesa tanto en la biografía —limitarse a la "reivindicación de una mujer en la sombra" hubiera sido "cómodo, facilón", lanza Gragera— como en la obra y en su visión sobre la realidad. Asunción Bernárdez mira a Rosario de Acuña desde otra óptica, influida por el desconocimiento que existe sobre su figura. En Ráfagas de huracán, un grupo de investigadores viaja a Gijón, ciudad a la que estuvo muy vinculada, para preparar un documental sobre la escritora. Ahí el hecho biográfico se impone, igual que se impone una dramaturgia más convencional. 

De Acuña fue autora de obras como Rienzi el tribuno, que en 1876 se convierte en un éxito inmediato. La autora, que por entonces tenía 26 años, no había presentado la obra con su firma, pero se atreve a hacerlo al ver su popularidad. "Es cierto que el teatro entonces era otra cosa, un lugar social en torno al que reunirse. ¿Sabemos hoy quiénes son los guionistas de las series que vemos? Pero que la obra no fuera firmada tiene que ver también con que fuera mujer, claro", dice Bernárdez. Bajo su nombre hay otras cuatro obras, pero también una infinidad de artículos en prensa y de ensayos políticos. "Parece que en el XIX solo había cuatro mujeres escribiendo, pero eso no es verdad", se queja la investigadora. "Escribía, en proporción, el mismo número de mujeres que escribe ahora en la prensa, pero escribían poesía, pequeñas narraciones, cuentos, porque la creación de las mujeres estaban circunscritas a la prensa, y a la prensa femenina. No podían publicar en lo que daba dinero, en las novelas por entregas, por ejemplo". 

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Así que cuando se tacha a su personaje de "pionera", Bernárdez protesta. "Rosario de Acuña no es una excepción. Sí es excepcional quizás su condición de mujer más radical, porque la escritura femenina estaba más en el ámbito conservador, en el romanticismo, en la vida burguesa. Pero ella no es una especie de eslabón perdido, pertenece a una tradición, que continúa después de ella". También en las demás autoras que el ciclo reivindica. María Teresa León y ella comparten, por ejemplo, compromiso político, biografías que se alejan del camino que la sociedad dictaba para la mujer y, claro, el interés por el teatro. Pero también comparten la capacidad de plantear ciertas cuestiones hoy. En el discurso de María Teresa León que vertebra Una gran emoción política, se ataca el compromiso de las mujeres conservadoras con la dictadura y se alaba la organización de las "mujeres populares". En El padre Juan, De Acuña aborda el derecho a disentir con el poder

Pero su vínculo con el presente va más allá. "María Teresa León representa la esperanza de toda una época de que un mundo mejor es posible, un mundo más igualitario y más libre", apunta Luz Arcas. Pero sus palabras inflamadas suenan hoy imposibles. "De esa esperanza nacieron también totalitarismos", dice la dramaturga, "y nosotros nos sentimos hijos del fracaso de esa esperanza". Porque si ni Acuña ni León fueron las primeras de la genealogía, tampoco son las últimas. 

 

¿El teatro español de la primera mitad del siglo XX? Sí, claro, cómo no: Valle-Inclán, García Lorca, Jacinto Benavente, Miguel Mihura, Carlos Arniches, Eduardo Marquina... ¿Y las mujeres? Margarita Xirgu. María Guerrero. ¿Solo? No, no solo. Eso es lo que parece señalar con su nuevo proyecto el Centro Dramático Nacional, una de las unidades de producción más potentes del Ministerio de Cultura. El ciclo En letra grande va más allá de los grandes nombres y se plantea si al construir la historia de los escenarios no se estará haciendo, acaso, una memoria a medias. De María Teresa León, la autora que estrena el programa este jueves, el lector habrá oído hablar, aunque quizás no tanto de su faceta de mujer de teatro. Pero ¿quiénes fueron Rosario de Acuña, Halma Angélico, María Lejárraga? El propósito del centro es que sus nombres pasen a formar parte de la memoria de las artes escénicas, igual que formaron parte de su construcción. 

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