Ya de madrugada, cuando la aviación alemana e italiana había dejado de sembrar Gernika de bombas, el incendio que consumía la pequeña localidad vizcaína se podía ver a más de 16 kilómetros de distancia. Aquel panorama desolador, de casas derruidas, cadáveres hacinados en las calles y familias huyendo con lo puesto, fue recogido por el periodista británico George Steer en una crónica para el diario The Times que dio la vuelta al mundo. Su estilo era directo y poco alambicado, pero el trabajo de Steer consiguió, en parte, que el bombardeo de Guernica se convirtiera en un emblema del horror de la guerra. Después, vino el famoso cuadro de Pablo Picasso, que leería la historia en el francés L'Humanité y plasmaría la desesperación de las víctimas en un mural en el que trabajó durante 33 días; y, finalmente, 79 años después de la masacre, aparece la primera película sobre el bombardeo. El filme Gernika se estrena este viernes en salas comerciales tras su paso por el Festival de Málaga.
Gernika comienza cinco días antes de aquella fatídica tarde del 26 de abril de 1937 y la trama avanza entre la preparación del bombardeo, en un campamento de la aviación nazi, y la vida de un puñado de periodistas que pelea a diario contra las imposiciones y la censura de la oficina de prensa republicana. Teresa (interpretada por María Valverde) ejerce como directora de este organismo y rechaza los artículos que dan cuenta de las miserias del Ejército republicano. Es joven, segura de sí misma, culta, moderna y se esmera en hacer bien su trabajo. Su disciplina, pero también sus anhelos, chocarán con la actitud de Henry Howell (James D'Arcy), un célebre reportero de guerra caído en desgracia. Con ellos dos, ya tenemos los ingredientes básicos para construir una historia de amor en tiempos de guerra: la joven idealista y el veterano periodista, bastante aficionado a la bebida, que está de vuelta de todo.
Precisamente, cuando la película se presentó en Málaga algunas críticas subrayaron lo arquetípico de la historia de amor y cómo los personajes se van perdiendo en la maraña de argumentos según avanza la película. “Antes me dolía mucho la crítica, pero hoy en día creo que está para leerla y aprender de ella”, valora Koldo Serra, director de Gernika, “muchas veces tienen razón y otras es el punto de vista de cada uno; aunque puedo entender que haya cierta frialdad en la puesta en escena, ya que intento que sea una película muy clásica en muchos aspectos, como en la forma y la distancia focal, lo que puede provocar que la gente no se involucre tanto, a nivel emocional, con la pareja protagonista”. No obstante, las crónicas también alabaron, precisamente, la factura clásica, elegante y virtuosa de Serra en la dirección.
Su intención era que la película –que plantea el argumento como la antesala de la Segunda Guerra Mundial- se asemejara estéticamente a filmes icónicos sobre este periodo como Salvar al soldado Ryan, El desafío de las águilas, La cruz de hierro o la miniserie Band of brothers. Serra (Bosque de sombras) ideó una película fría, áspera, donde los personajes se embarrasen hasta las cejas. “Lo que quería era huir de la estética de la Guerra Civil: de esos colores ocres y tonos sepias. Lo bueno es que la orografía y el sitio en el que íbamos a rodar marcaban una diferencia con el resto de películas sobre este tema. Rodar en el País Vasco no tiene nada que ver con hacerlo en Paracuellos, en El Jarama, Toledo o a las afueras de Madrid. La película iba a tener verde, mar, lluvia y barro”, explica.
Él añadió al proyecto, que llegó a sus manos cuando el guion ya estaba bastante trabajado, lugares concretos de Euskadi que reflejaran esa estética que buscaba: San Juan de Gaztelugatxe –“nadie había rodado allí nada, aunque esta mañana me he enterado de que lo va a hacer Juego de tronos”, comenta entre risas-, el teatro Arriaga y el Ayuntamiento de Bilbao. Pese a que en principio se planteó rodar en Munich y Rumanía, al final, reconstruyeron el Gernika de la época en cinco pueblos del País Vasco y Zaragoza. Hasta que finalmente pudo afrontar el rodaje, habían pasado cuatro años en los que, reconoce, se dedicó a buscar financiación. La intención era conseguir un presupuesto de 10 millones de euros, pero quedaron reducidos a seis. “Tiene un presupuesto muy grande para una película española, pero un poco justo para una de época con un bombardeo”, cuenta Serra.
“Otra película sobre la Guerra Civil”
De lo que no han podido librarse, pese a la renovada puesta en escena y la ambición internacional de la cinta (se habla castellano, euskera, inglés y alemán), es del sambenito que arrastran las películas sobre la Guerra Civil. “Está claro que desde el día que salió el primer tráiler sólo había que leer los comentarios de cualquier periódico para ver que, sin haber visto la película ni de qué iba exactamente, ya decían: 'Otra película más de republicanos buenísimos y nacionales malísimos'”, comenta Serra. Sin embargo, la intención era la de ofrecer un argumento que no fuese maniqueo, a través del punto de vista de un periodista extranjero.
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“La historia de los personajes, que no tienen ningún bando, hace que, para mí gusto, la película sea totalmente apolítica”, plantea la actriz María Valverde, protagonista de Gernika. “A lo mejor, como espectador de una película de la Guerra Civil crees que te vas a aburrir o te van a contar algo que ya sabes, pero no es así. La guerra simplemente es un telón de fondo sobre el que contar un montón de historias. Y, en este caso, la del bombardeo de Gernika, que nunca antes se había contado. Habría que invitar al espectador a quitarse esa venda respecto a las películas de la Guerra Civil”, defiende la actriz.
El personaje de Valverde está inspirado en Constancia de la Mora, nieta de Antonio Maura, pero firme defensora de la legalidad republicana y directora de la Oficina de Prensa Extranjera de la República. El que interpreta Ingrid García-Jonsson, Marta, tiene pinceladas de fotoperiodistas como Gerda Taro y Marta Gellhorn, que registraron la contienda española. Y el de James D'Arcy, Henry Howell, rinde homenaje a Ernest Hemingway, Robert Capa y, por supuesto, a George Steer. En la crónica que envió al Times al día siguiente, Steer ya advertía que el bombardeo de Gernika era una táctica sin precedentes hasta la fecha, una nueva manera de destruir la moral del enemigo.
“Por la manera en la que se ejecutó”, escribe el periodista británico, “y por la escala de destrucción que causó, así como la selección de objetivos, el bombardeo de Gernika no tiene precedentes en la historia militar. Gernika no era un objetivo militar. No atacaron una fábrica de material de guerra, situada en las afueras del pueblo. El bombardeo tenía como objetivo, aparentemente, la desmoralización de la población civil y la destrucción de la cuna de la raza vasca”. Casi 80 años después, el horror que padeció el pueblo durante aquel día de primavera tiene, al fin, su película.
Ya de madrugada, cuando la aviación alemana e italiana había dejado de sembrar Gernika de bombas, el incendio que consumía la pequeña localidad vizcaína se podía ver a más de 16 kilómetros de distancia. Aquel panorama desolador, de casas derruidas, cadáveres hacinados en las calles y familias huyendo con lo puesto, fue recogido por el periodista británico George Steer en una crónica para el diario The Times que dio la vuelta al mundo. Su estilo era directo y poco alambicado, pero el trabajo de Steer consiguió, en parte, que el bombardeo de Guernica se convirtiera en un emblema del horror de la guerra. Después, vino el famoso cuadro de Pablo Picasso, que leería la historia en el francés L'Humanité y plasmaría la desesperación de las víctimas en un mural en el que trabajó durante 33 días; y, finalmente, 79 años después de la masacre, aparece la primera película sobre el bombardeo. El filme Gernika se estrena este viernes en salas comerciales tras su paso por el Festival de Málaga.