Juan Diego Ruiz Moreno (Bormujos, Sevilla, 1942) quería ser actor de teatro. Y lo fue desde que, en 1957, se subiera por primera vez a un escenario y, ya en plan profesional, interpretara en Sevilla Esperando a Godot, obra que más tarde representaría en TVE en aquellos años sesenta en los que las representaciones teatrales eran uno de los platos fuertes de la única televisión de España. En esa época, la televisión era uno de los principales sustentos de actores, por más que la mayoría la consideraran un hermano menor del teatro de verdad, ese de subirse a un escenario sin más armas que voz y gesto y trasladar emociones al público dos veces por jornada, siete días a la semana; con todo, la tele daba para ir tirando y otorgaba una popularidad entre una población que no podía acceder al teatro físico. De todo hacía Juan Diego en aquellos "Estudio 1, que pueblan aún hoy la nostalgia de muchos espectadores, incluido uno de los Don Juan Tenorio más vitales que se recuerdan.
Pero lo suyo era el teatro... y la militancia por las libertades dentro de El Partido, así en mayúsculas, que mientras vivió Franco era, en exclusiva, el Partido Comunista, tan ilegal como tras su muerte, pero que en los finales de los sesenta y primera mitad de los setenta era el protagonista de la lucha contra el dictador. Y ahí, sobre las tablas surge el primer choque contra el régimen en 1972. En el madrileño teatro Lara se representa la obra de Antonio Buero Vallejo La llegada de los dioses, y los dos protagonistas, Juan Diego y Conchita Velasco, exigen un día de libranza semanal; ahí es nada, la antigua vedette, transformada en Chica de la Cruz Roja, una de las novias de España, y el protagonista omnipresente del arte dramático en TVE, atreviéndose a formular reivindicaciones laborales.
Ambos son despedidos de manera fulminante, pero han sembrado la simiente de una serie de peticiones que se van a concretar casi tres años después, cuando en diciembre de 1974 la asamblea de actores pide el pago de los ensayos, el día de descanso semanal y la función única por día. Se crea La comisión de los once, con otros tantos actores, que intentan negociar con los empresarios y los representantes del sindicato franquista. No hay acuerdo, claro, y el 4 de febrero de 1975 se inicia una huelga con un comité que se instala en un piso de la madrileña calle de Jacometrezo.
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Hacia allí nos desplazamos los periodistas para recoger las reivindicaciones del colectivo, en el que lleva la voz cantante Juan Diego, o Tina Sainz, mientras, por las distintas estancias, deambulan Lola Gaos, Ana Belén o Víctor Manuel –quien resumiría aquellos días en la canción Cómicos–. Ese primer día ya cierran 21 teatros madrileños, días después se suman los de Barcelona y los de la mayor parte de capitales, así como el colectivo de actores de TVE, mientras llegan adhesiones de casi cuarenta asociaciones de actores internacionales, e incluso fondos para crear una caja de resistencia. El día 8 son detenidos y conducidos a Carabanchel y Yeserías la mayor parte de los integrantes del comité de huelga, bajo acusaciones tan disparatadas como pertenecer al FRAP o, ya en pleno paroxismo, su participación en el atentado de la calle del Correo, ocurrido cuatro meses antes.
Ante esta represión disparatada, una comisión de actores encabezada por Adolfo Marsillach y Fernando Fernán Gómez consigue su puesta en libertad, a cambio de deponer la huelga. Previamente, Lola Flores había librado de ser detenida a Rocío Durcal, al presentarse en la Dirección General de Seguridad y avalar a la actriz y cantante. El día 13 finaliza el conflicto. Los huelguistas conseguirán que en el futuro se paguen ensayos y desplazamientos y la soñada función única cada día. Escaso resultado frente a sus peticiones, pero se ha conseguido la unión de un colectivo que, a partir de entonces, iría logrando humanizar sus condiciones laborales. Para el Régimen sería un triunfo contra la huelga, pero un fracaso político frente al Partido Comunista, que pasa a enarbolar la bandera de las conquistas. En el cuarenta aniversario de la huelga, los actores que la protagonizaron recibieron el Premio Abogados de Atocha, que fue recogido, en su representación, por Concha Velasco y Juan Diego.
Tras estos hechos, el actor continúa su tarea en teatro y televisión y se lanza, con paso firme, al cine. Recibe premios en los tres ámbitos y participa en algunas de las grandes películas de las décadas posteriores, y, paradójicamente, encarna personajes en las antípodas de su ideología política, como el señorito despiadado hasta lo inhumano de Los Santos Inocentes, o el propio papel de Franco en Dragón Rapide. Este jueves, a meses de cumplir ochenta años, nos ha dejado un actor importante y popular, pero también un luchador por las libertades, querido y reconocido por sus compañeros de oficio.
Juan Diego Ruiz Moreno (Bormujos, Sevilla, 1942) quería ser actor de teatro. Y lo fue desde que, en 1957, se subiera por primera vez a un escenario y, ya en plan profesional, interpretara en Sevilla Esperando a Godot, obra que más tarde representaría en TVE en aquellos años sesenta en los que las representaciones teatrales eran uno de los platos fuertes de la única televisión de España. En esa época, la televisión era uno de los principales sustentos de actores, por más que la mayoría la consideraran un hermano menor del teatro de verdad, ese de subirse a un escenario sin más armas que voz y gesto y trasladar emociones al público dos veces por jornada, siete días a la semana; con todo, la tele daba para ir tirando y otorgaba una popularidad entre una población que no podía acceder al teatro físico. De todo hacía Juan Diego en aquellos "Estudio 1, que pueblan aún hoy la nostalgia de muchos espectadores, incluido uno de los Don Juan Tenorio más vitales que se recuerdan.