Cuando la musa duerme en tu cama

Nada ha inspirado más a Emmet Gowin que su propia vida. Hijo de un ministro metodista y de una cuáquera, este estadounidense oriundo de Danville, Virginia, encontró muy tempranamente otra salida a su espiritualidad. A través de la fotografía, ha capturado a lo largo de las décadas y para toda la eternidad a la que ha sido su musa y esposa, Edith, retratada siempre evanescente, ausente, introspectiva. 

Edith, Danville, Virginia, 1963.

Su hijo Elijah, su tierra, las tierras de otros han sido también para el artista modelos y material de trabajo. A sus 72 años, el fotógrafo se ha traído su particular baúl de los recuerdos a Madrid, para que todo curioso y todo amante de la imagen poética pueda introducirse en él, husmear y disfrutar de lo que él mismo definía ayer en rueda de prensa como "una reafirmación de lo que realmente es importante para mi en la vida". La muestra que presentaba, la mayor retrospectiva de su trabajo en España, con 180 obras, la acoge la sala Azca de la Fundación Mapfre, en la capital, donde se mantendrá hasta el 1 de septiembre en el marco de PhotoEspaña.

Antiguo emplazamiento de la ciudad de Hanford y el río Columbia, reserva nuclear de Hanford, cerca de Richland (Washington), 1986.

La exposición, que es gratuita y también se puede visitar virtualmente en el minisite creado expresamente para la ocasión, se organiza en diferentes etapas de la producción de Gowin. La primera, en su Danville natal, con su Edith del alma. Después, diez años en Italia, entre 1975 y 1985, donde el fotógrafo despertó su gusto por los paisajes de la naturaleza, verdes arboledas, sinuosos meandros y montañas rocosas captados siempre en un blanco y negro que se impone como su marca de la casa. 

El Jazneh desde el Siq, Petra (Jordania), 1985.

En esos mismos años, entre 1980 y 1984, la mayor erupción volcánica que se recuerda en Estados Unidos, en el Monte Saint Helen, le llevó a aquellos parajes desolados e inermes, con los que se iniciaría en un nuevo método, la fotografía aérea, que le llevaría posteriormente a la ciudad de Granada, donde tomó las únicas imágenes en color que pueden verse en la muestra. "Fue una experiencia maravillosa trabajar en Andalucía", dijo el artista, "ya que lo desconocido es siempre maravilloso".

Edith, Newtown (Pensilvania), 1994.

Y Petra, en Jordania. Entre el 82 y el 85, Gowin recibe la llamada del desierto, de la piedra tallada y el misticismo milenario. Pero nunca abandona a Edith, cuya efigie, ajada por el tiempo, pero con la misma mirada hundida en las profundidades de su interior, cierra la exposición con una serie de retratos de madurez. Porque, como dijo el propio Gowin, "cuando quieres mucho a alguien, le quieres dar toda tu atención".

Nada ha inspirado más a Emmet Gowin que su propia vida. Hijo de un ministro metodista y de una cuáquera, este estadounidense oriundo de Danville, Virginia, encontró muy tempranamente otra salida a su espiritualidad. A través de la fotografía, ha capturado a lo largo de las décadas y para toda la eternidad a la que ha sido su musa y esposa, Edith, retratada siempre evanescente, ausente, introspectiva. 

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