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¿Por qué nos importan menos los Grammy que los Oscar?

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¿Te imaginas que te obligan a ver los Grammy después de todo esto del guantazo de Will Smith a Chris Brown? Pero si todavía nos siguen pitando los oídos. Pues precisamente por eso se nos está pasando por alto que justo una semana después, en la madrugada de este domingo al lunes, se entregan los Grammy. Que en su día fueron su equivalente al Oscar, pero como que ya ni eso.

Si acaso alguna vez lo pudieron llegar a ser, que tampoco. Porque en realidad la música y el cine son universos paralelos. Los premios cinematográficos siempre desprenden glamour, tienen ese algo de ensoñación que desciende para pisar el mismo suelo que el resto de todos nosotros. Veladas como las de los Oscar nos conceden la posibilidad de imaginar que esas estrellas viven entre nosotros.

Lo que ocurre después de una entrega de premios musical, por lo general, es que deseas que las estrellas de la música sigan ocultas detrás de la cara oculta de la luna. Que también tienen su elegancia divina, solo faltaba, pero a lo largo de los tiempos se nos han vendido de manera bien diferente. Ambos son universos excesivos, pero uno llegó a nosotros desde el realismo mágico de Juan Rulfo y otro desde el realismo sucio de Charles Bukowski.

Es por todo ello que, sencillamente, el público percibe los premios de cine tan (falsamente) decentes como una misa de domingo bien vestida y los de música como una sirena intoxicada varada a deshora en el mar Báltico. El problema principal e ineludible es que todos vemos los premios de la industria musical como un escaparate hueco construido sobre cifras de ventas, mientras que en el mundo del cine parecemos conceder más relevancia artística no ya a los galardones, sino también a las nominaciones. Será por el olor del celuloide.

Que los premios nacen para defender y reivindicar un producto ya creado es algo incuestionable. Pero el tufillo que acompaña a los Grammy es que tienen demasiados intereses económicos detrás. ¡Cómo si los Oscar no los tuvieran! Efectivamente, los tienen. Pero puede darse el improbable caso de que sea premiada Coda como mejor película, mientras que en su supuesta analogía musical ya todos damos por hecho que gana quien más vende.

También ocurre, efectivamente, que los galardones musicales son "más de nicho", tal y como apunta a infoLibre Nerea Serrano, coordinadora de los Premios MIN de la Música Independiente española, cuya próxima edición será el 27 de abril en Pamplona y que se otorgan por decisión de un jurado de alrededor de 200 profesionales y un voto popular online de más de 18.000 personas. 

Aún así, los Premios MIN no serían los equivalentes a los Premios Goya. Ese lugar, supuestamente, correspondería a unos Premios Odeón que son constantemente denostados por partir de las tres grandes discográficas multinacionales (Universal, Sony y Warner). Esa sensación de muñecos de escaparate es lo que lastra a los premios de la industria musical, por mucho que, irónicamente, los músicos se suban realmente a un escenario y a los actores en este caso (no hablamos de teatro) les veamos proyectados contra pantallas.

"El cine es un arte tremendamente industrial. Tiene una necesidad de tantísimos técnicos de campos tan diversos que ha ido creando unas academias que, como decía Berlanga, deberían estar en el paraguas del Ministerio de Industria más que en el de Cultura", plantea a infoLibre María Guerra, crítica de cine de la SER y Movistar+ y presidenta de la Asociación de informadores cinematográficos de España, que organiza los Premios Feroz.

Abre así Guerra un aspecto en absoluto baladí en esta comparación entre premios cinematográficos y musicales, pues las academias de cine "vieron muy bien desde el principio su dimensión industrial", algo en lo que llevan décadas de insalvable distancia frente al apartado musical. Porque, por mucho que los Grammy los otorgue la Academia Nacional de Artes y Ciencias de la Grabación de Estados Unidos, hay una carencia evidente de credibilidad ahí. ¿Y unos Grammy Latinos exactamente para qué? Para abarcar más comercialidad, que no diversidad, ni calidad.

La música es también una gran industria, abrumadora como la del cine, pero detrás. "Los creadores de las academias de cine vieron muy bien su dimensión industrial desde el principio. Supieron, además, subirse muy bien al carro del espectáculo mismo y rentabilizarlo", apunta María Guerra, quien destaca que, en el caso concreto de los Feroz, hay una independencia absoluta: "Los premios que están muy vinculados a la industria seguramente carezcan de esa libertad".

Esa atadura al engranaje empresarial es la que los Oscar evidentemente tienen pero saben ocultar, como buenos trileros del espectáculo, mejor que los Grammy. "No sé cómo están los premios de la música, pero sospecho que hay intereses comerciales y empresariales. Y no sé si hay unos premios de la prensa musical que tengan una equivalencia", destaca Guerra.

La cuestión es que, comparando con los Feroz, sí que hay un galardón musical análogo. Hablamos del Premio Ruido, otorgado cada año al mejor disco español por los Periodistas Asociados de Música (PAM). En tamaño, algo comparativamente menor, pues esa es su única categoría, y con una relevancia igualmente mucho más pequeña, pues jamás han sido retransmitidos por televisión ni por YouTube.

Al mismo tiempo, coexisten también los mencionados Premios MIN, que acumulan ya catorce ediciones. "Siempre intentando abrirnos, pero es verdad que el público en general desconoce que existen", reconoce Nerea Serrano, quien además lanza otra cuestión importante en esta dualidad: "Está muy bien que el cine esté tan unificado".

Y prosigue Serrano: "En España hay otros premios de cine, pero los Goya son el encuentro anual que la gente se apunta en el calendario y sabe que tiene que estar. Eso es bonito, porque durante un día están juntos los cineastas noveles junto a Pedro Almodóvar, por ejemplo, compartiendo el momento y el espacio. En ese sentido, echo de menos que haya una Academia de la Música de verdad, donde la gente pague por estar y a la que sea un verdadero honor pertenecer. Pienso que eso mal no puede hacer siempre que se haga con criterios justos, que se renueve constantemente, que incluya al nuevo talento".

En última instancia, esa gremialidad institucionalizada es la que sitúa por encima al cine sobre la música en el imaginario popular. No deja de ser una abstracción. La existencia de la Academia del Cine en España es por la mayoría conocida, mientras apenas nadie sabe de la existencia de la reciente Federación de la Música de España (Es Música). "Es muy positivo que se forme y que en lugar de ir cada uno por su parte pidiendo reuniones con el Ministerio de Cultura, esté todo unificado", remata Serrano.

La existencia misma de la Academia de Cine legitima sus premios por encima de todos los demás. No ya cinematográficos, que también, sino en cualquier otro ámbito cultural, en este caso la música. Eso en el caso de España. Si hablamos a nivel Estados Unidos, aún vigía cultural de occidente aunque está por ver por cuanto tiempo, remarcar un detalle: el Twitter de los Oscar es The Academy, mientras que el de los Grammy es Recording Academy, que ya es como menos. La Academia definitiva y concluyente es la del séptimo arte.

Ilustres sin Grammy

Eso por no hablar de la cantidad de emblemáticos artistas de la música que no han sido nunca premiados con un Grammy. Algo que solo puede deberse a intereses ulteriores y espurios: Depeche Mode, Jimi Hendrix, Queen, Bob Marley, The Who, Ramones, Björk, Tupac Shakur, Snoop Dogg, Public Enemy, Guns n' Roses, Iggy Pop, Kiss, Patti Smith, Oasis o Morrissey. Vale que siempre hay intérpretes sin Oscar largamente reivindicados pero, ¿y esto? Esta enumeración deslegitima a cualquiera. 

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Aún así, destaca Guerra que los Oscar "no tienen el interés de antaño porque se han multiplicado las pantallas". Otra afirmación exponencialmente extrapolable a la música, que ha perdido todo su valor al hacerse aún más intangible y alcanzable con el streaming. Vale que en el cine tenemos las plataformas de streaming, pero aún siguen requiriendo, por motivos obvios, un grado de atención que no exige escuchar música por mucho temazo que tengamos entre ceja y oreja. 

"De las galas que he estado retransmitiendo desde 1993 en Lo que yo te diga en la SER, que fue el año de Philadelphia de Tom Hanks... En aquellos años había muchísimas menos pantallas que ahora, y ese es el principal elemento de empequeñecimiento de los Oscar. A pesar de eso, sigue siendo la gala más vista y con más repercusión, como hemos podido ver este año, pues sigue siendo un gran escaparate de gran potencia". remarca Guerra.

Esto último afecta directamente a la música, cuyo consumo resulta inabarcable en los tiempos que corren. Tenemos tantas canciones en el bolsillo mientras caminamos por la calle que nos da absolutamente igual cuáles sean las mejores. La función "prescriptora" que, según Guerra, siguen teniendo los premios cinematográficos, es difícilmente trasladable a una música a la que cada vez, de tan accesible, damos menos trascendencia. ¿Y los Grammy? Pues se celebran en la madrugada de este domingo a lunes hora española en el MGM Gran Arena de Las Vegas. ¿Te imaginas que te obligan a verlos después de todo esto del guantazo de Will Smith y no hay controversia ninguna? Ganaría la música, pero no se enteraría nadie. Están nominados, por cierto, C. Tangana y Pablo Alborán: algo antaño impensable, pero de lo que actualmente no se entera (apenas) nadie.

¿Te imaginas que te obligan a ver los Grammy después de todo esto del guantazo de Will Smith a Chris Brown? Pero si todavía nos siguen pitando los oídos. Pues precisamente por eso se nos está pasando por alto que justo una semana después, en la madrugada de este domingo al lunes, se entregan los Grammy. Que en su día fueron su equivalente al Oscar, pero como que ya ni eso.

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