Maika Makovski: "Nos ponen banderitas por delante para cegarnos mientras lo privatizan todo"
Incapaz de escuchar sus propios pensamientos entre tanto ruido, Maika Makovski (Palma de Mallorca, 1983) cortó por lo sano con las redes sociales y desapareció del muro de la exposición pública para meterse en su propio refugio, cerrar desde dentro y (metafóricamente) tragarse la llave. La premisa estaba clara: desconectar del ruido, resetear y comunicarse consigo misma a través de la música. Así es como su guarida pasó a llamarse -en inglés- Bunker Rococo (Cultura Rock Records, 2024), un nuevo disco compuesto con mimo exquisito y obsesivo que la reconfirma una vez más como una de las voces más personales de la escena musical española. "Yo no sé meterme en ninguna casilla, felizmente, así que no me queda más remedio que hacer lo que hago", remarca en conversación con infoLibre. Pero mejor que nos lo cuente todo ella.
¿Qué es Bunker Rococo?
Un disco en el que hay muchísima música y donde te puedes refugiar si conectas con él. Es una especie de ente, en realidad, creo que pinta una serie de cuadros en los a mí me da mucho gusto habitar. Con rococó piensas en florido, algo clásico y también loco. Con búnker piensas en protección, pero también en ataque, en peligro. Para mí, era una manera de aunar los conceptos sónicos que hay en el disco, porque por un lado está la parte contemporánea y por otra la clásica. También era una forma de hablar sobre el aislamiento y el recogimiento que me ha llevado a crear estas canciones, que son especiales, dan giros inesperados. Quizás no son barrocas, pero sí exuberantes, con carne para hincarle bien el diente. Hay también un comentario social, porque creo que vivimos en una época en la que muchas veces se crea el problema antes del peligro real, y para mí eso es un búnker, algo que afecta al paisaje y que te hace pensar que viene un ataque, que necesitas protegerte, aunque no necesariamente sea así. Pasa sobre todo en el clima político que hay, en el que el miedo hace que los políticos tengan tanto poder sobre nosotros.
El 'coco' normalmente son los otros ciudadanos que piensan distinto a ti, y no nos damos cuenta de que el problema no es en horizontal, es en vertical
Siempre nos están metiendo el miedo en el cuerpo. ¿Vendrá alguna vez de verdad el 'coco'?
Es cierto. Y además el 'coco' normalmente son los otros ciudadanos que piensan distinto a ti, y no nos damos cuenta de que el problema no es en horizontal, es en vertical. Nos ponen banderitas por delante para cegarnos la vista mientras por detrás están haciendo lo que quieren con nuestro dinero, cada vez dejan caer más pilares fundamentales como la educación o la sanidad, nos lo privatizan todo, nos suben hasta que nos ahogan los precios de la vida... Cuando nos demos cuenta de eso y de que eso va para todos, de que no es una cuestión de clase trabajadora vs burguesía, en ese momento quizás haremos algo y dejemos de estar tan aborregados como estamos todos. Y me incluyo.
En el inicio de este disco está una desconexión total de las redes sociales. Un apagón y un reseteo durante un tiempo. ¿Por qué?
He intentado hacer ese apagón, pero es muy difícil escapar realmente. El bombardeo de internet y las redes te persigue allá por donde vas. Pero lo he intentado porque es evidente que el sistema no gana nada con que tú estés tranquilo y conectes con tus pensamientos, con que seas un ser libre pensante feliz yendo a tu bola. El sistema gana captando tu atención y haciéndote esclavo del scroll y de la publicidad que te quieran poner y las ideas que te quieran implantar. Por eso, he intentado reconectar con mis propios pensamientos y poder crear estas canciones sin interferencias, que hay muchísimas.
Hay tanta gente insomne y tomando pastillas por la falta de paz que nos provoca la tecnología
No dejan de saltarnos notificaciones en el teléfono, es un asedio constante.
Es terrorífico. Un fin de semana que salí de gira este año me olvidé el móvil en casa. Al principio hubo varios dramas, como que no sabía ni a qué hotel iba (risas), pero luego me pasó algo muy curioso, porque me sentí como hacía años que no me sentía: podía acabar mis propios pensamientos, cuando llegaba al hotel podía dormir una siesta, cuando estaba con alguien escuchaba sin una ansiedad procedente del bolsillo donde antes estaba el móvil... Todas estas cosas las vamos abandonando poco a poco, y por eso hay tanta gente insomne y que está tomando pastillas, estoy convencida de que tiene que ver con la falta de paz que nos provoca la tecnología.
¿Aparece ahí la música como escape hacia la libertad?
Siempre he sentido la música como algo libre, así que para qué acotarla en casillitas o escenas. Yo no sé meterme en ninguna casilla, felizmente, así que no me queda más remedio que hacer lo que hago. Aparte, tengo fe en las nuevas generaciones en cuanto a que tienen muchos menos prejuicios y escuchan muchas cosas. Por supuesto que la música predominante es el urbano, pero después hay una apertura mental que ya la hubiera querido yo cuando tenía quince años, porque yo la llevaba de serie pero no me acompañaba el entorno. Ahora creo que es muchísimo más sana la manera de escuchar música sin prejuicios que hay y mezclar sin miedo.
En Búnker Rococó hay pop y hay rock compartiendo espacio con estructuras clásicas, influencias de la música tradicional de Macedonia que te llega por parte de tu padre, experimentación, improvisación... ¿Es, definitivamente, imposible de catalogar?
Hay mucha riqueza sónica. De base, una batería, una guitarra y a veces un bajo o un sintetizador. Sobre eso hay momentos más sintéticos, otros más clásicos en los que llega a haber oboes, fagots e instrumentos típicos de orquesta sinfónica. Ovidi -cantante de Los Zigarros- me regaló un sintetizador Overheim, que está en discos que yo adoro de Prince de los ochenta, y solo poner las manos encima ha despertado muchas canciones.
La instrumentación escogida es ya una declaración de intenciones en sí misma. ¿Qué más instrumentos hay?
Clarinete, trompa, trombón, cuarteto de cuerdas doblado para que parezca una sinfónica a veces. Hay incluso una gralla (risas). Hay piano y percusiones sobre las baterías. El disco se abre con Muscle cars porque es un tema que lo aúna todo, empezando por el discurso con una letra que habla de lo más elevado del ser humano en contraposición a la vagancia de la tecnología. Es una obertura clásica pero rock a la vez, con violines orgánicos sonando a la par que violines sintéticos. Este tema es la introducción que te dice lo que es el disco. La idea era que el pop se diera la mano con desarrollos más estirados de la música clásica, que confluya y se complemente todo.
La IA no tiene ningún interés artístico, he intentado escribir así letras y son una mierda
Aparecen todos esos instrumentos digamos, tradicionales, pero una de las canciones se titula A.I. y reflexiona sobre la posibilidad de que la inteligencia artificial acabe con la creatividad y la originalidad del ser humano. ¿Debemos empezar a preocuparnos ya por su alcance?
Me pregunto donde podrá llegar. En este momento la I.A. no tiene ningún interés artístico para mí, he intentado escribir letras con ella por curiosidad y son una mierda (risas). Pero ya se están escribiendo novelas con la inteligencia artificial. Yo creo que todo ha sucedido muy rápido y que si seguimos así de rápido probablemente la I.A. acabe teniendo un cierto interés. Me decían el otro día que la I.A. probablemente acabará pronto con la música mediocre, esa que simplemente es un sonido que está de moda y ya, pero no podrá acabar con los grandes intérpretes o compositores. Pero yo creo que todo está en nuestra mano en el sentido de qué valor le damos a que algo sea original y real y no sea una réplica hecha por ordenador. En el futuro habrá generaciones que se han criado con la I.A. y no le den valor a una carrera artística porque no tengan ese driver instalado en la cabeza. En ese caso, ya daría igual, porque seguro que un ordenador puede tocar muy rápido y muy bien, y es posible que se acabe desarrollando de manera que sea más difícil distinguir qué es humano y qué no. En Barcelona han creado una discográfica con cinco artistas de inteligencia artificial. Que esa es otra. Cuando no está el artista y su porcentaje de por medio, le interesa mucho más a esa gente meter esa música en la plataforma que sea o en un anuncio. Un robot no cobra, pero una persona sí. No veo muy claro que vayamos a seguir aquí en cincuenta años (risas).
¿Ir contra los tiempos es también que todas las canciones estén por encima de los cuatro minutos?
He dejado que las canciones se desarrollaran y fueran lo que querían ser. Han salido muchas de cuatro minutos, pero tampoco las hay de nueve. Se ve que era la duración que querían tener. Tampoco es una locura pedir la atención de alguien durante cuatro minutos, creo yo. ¿No?
Ese es otro debate.
Pues sí, porque por ejemplo se escriben muchos temas de un minuto y cincuenta segundos porque es más fácil que le des otra vez al play en el Spotify. Como te sabe a poco, vuelves a darle otra vez y así son más escuchas. A mí me encantan los temas cortos también, pero lo que no creo es que no deba haber temas largos, porque no creo en las dictaduras de estilo y no creo que la música tenga que estar sujeta a ciertos parámetros rígidos. La música es lo contrario a la rigidez y debería, como todo el arte, ser el sitio más libre. Yo soy todo lo libre que puedo ser. Pero claro, al final vivimos sujetos a unas normas sociales y a unas normas mentales que tenemos cada uno. Mi lucha es romper mis propios límites autoimpuestos, porque te crees que eres una cosa y a lo mejor no. Cuanto más definas en la vida menos libre eres, pero nos hemos pasado la vida definiendo para entender y estar más o menos en paz. Luego el trabajazo es desdefinir, y creo que para ser libre mentalmente hay que desdefinirlo todo y quitar el automático.
En la escena musical hay paridad, los festivales tendrían que intentar reflejarlo
En 2025 se cumplen veinte años de tu primer disco. ¿Cómo es desarrollar una carrera tanto tiempo poniendo tus normas? Es un logro ya bastante grande de por sí.
Para mí no había otra opción. Si hubiera hecho lo que quería otra persona musicalmente la vergüenza podría conmigo y no estaría aquí. He tenido suerte de que en momentos en los que he pisado en falso las cosas no han salido bien, y eso es maravilloso (risas). Pero normalmente he pisado bastante firme. Con doce años me propusieron grabar un disco y me ofrecieron dos millones de pesetas, que entonces era mogollón de dinero. Y yo dije que no porque no quería que me escribieran las canciones, porque ya tenía las mías propias. He tenido la suerte de ser muy cabezona y también de dedicarme a la música precisamente porque no sé pasar por el aro y no sé vivir con autoridad encima de mí.
¿Y cómo ha sido llevar una carrera como lo has hecho siendo mujer? ¿En estas dos décadas hemos avanzado por la igualdad en la industria musical?
Hemos avanzado sobre todo en que lo femenino ya no es sinónimo de ñoño, que es como era cuando yo empezaba, y si querías respeto tenías que masculinizarte. Eso es más grave de lo que parece, y menos mal que ya no es así. Ahora se juzga más o menos desde el mismo baremo, porque antes estaban las bandas de chicos y luego 'bah, esa tía que sale con la guitarrita acústica'.
Otro campo de batalla por la igualdad son los festivales, pues es demasiado habitual que tengan carteles con poquísima representación femenina. ¿Hay estancamiento ahí?
Esos festivales no intentan dar una visibilidad a la escena como es realmente. Porque en la escena hay paridad, hay muchísimas mujeres tocando. Igual no tantísimas como chicos, pero un montón. Por eso, los carteles tendrían que intentar reflejarlo. Pero, por otro lado, también están los carteles que excluyen en positivo, entre muchas comillas, y tampoco me parece bien. Lo que los promotores tendrían que hacer es callarse y normalizar, algo que viene por aunar y no por excluir. A mí, por ejemplo, tampoco me parece bien cuando me quieren meter en un festival o un artículo de chicas y veo después que cada una somos de un palo y no hay más unión que el hecho de que seamos mujeres. Eso es hacerlo más anecdótico, y no es una anécdota. ¿Vamos a hacer festivales o artículos de tíos? Vamos a aunar y que la normalidad venga por los hechos, no por las palabras. Recuerdo hace unos años, que fuimos a tocar a un festival y había como cuatro grupos en los que había chicas, y nos metieron a todas en el mismo día, un jueves, y el viernes y el sábado ya lo reservaron para grupos de tíos. Es muy fuerte.
Ahora tú tienes por delante una gira por salas para presentar este nuevo álbum. ¿Las prefieres a los festivales?
Hay festivales y festivales. También depende de la música que hagas. Si haces bombo a negras, estribillazos, sintetizadores a muerte... es evidente que es un tipo de música que va a ir bien en un festival y va a ser una gozada tocarlo ahí. Pero cuando haces una música más sutil, si el festival no lo tiene en cuenta puedes salir de allí dolida por cosas técnicas, y también porque el público muchas veces está en el festival como sustituto de la discoteca. Una sala es amor o curiosidad por la banda, y normalmente la propia banda se preocupa de que todo sea lo más perfecto posible. Yo adoro las salas, porque permiten que haya una escena más sana y heterodoxa, que es lo que da gusto, la variedad. Pero cada vez hay menos y sufren más, porque nos volcamos cada vez más a los festivales. Tendríamos que hacer para que no cerrara ni una sala más. Yo no tendría oficio si no fuera por las salas de conciertos, eso lo tengo muy claro.
Ahora que lo comentas, ¿hay un género de música para festivales en concreto?
¿Pop festivalero? Acepto género (risas).
En esta pasión por los festivales como lugares de ocio, ¿quizás nos hemos dejado la música por el camino?
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Esa es la parte mala, sí. La gente se lo pasa de puta madre en los festivales, aunque no puedan ir al baño o la cerveza te cueste diez euros bajo una solana horrible de agosto. Es algo más social y menos musical, la música nos la dejamos en el camino mientras vemos a cuantas más bandas mejor haciendo pesca de arrastre pero con menos calidad de todo.
¿Qué es el éxito para Maika Makovski en 2024?
Objetivamente, vivo en el mejor de los mundos, porque no soy una persona que no pueda caminar por la calle, vivo bien de la música y tengo un público que comprende mis inquietudes. Mi petición para el 2025 y para el resto de mi vida es, encima de todo eso, poder vivirlo con mucha tranquilidad y ser capaz de saborear todo lo bueno que tiene.