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Twitter salvó Eurovisión y nos hizo rehenes del festival

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El mando a distancia en una mano y el teléfono móvil en la otra. Eurovisión en la televisión y tuiteando con fruición. Incluso los menos capacitados para hacer dos cosas a la vez sabemos que esta noche tenemos que dar lo mejor de nosotros mismos para tener la experiencia completa: partir el cerebro en dos. O en tantas partes como pantallas haya, pues también hay quien añade un ordenador a la ecuación. Se trata de gozarlo, al menos, como Alex DeLarge en La naranja mecánica: bienvenidos a la experiencia 2.0 definitiva.

El consumo de televisión tradicional ya no se entiende sin el consiguiente comentario en las redes sociales, preferiblemente Twitter, donde se crean auténticas comunidades de seguidores de cualquier programa. De hecho, son los propios programas los que se encargan de incentivarlo proponiendo ese hashtag oficial que colocan en una esquinita de la pantalla. Por si se te ocurre algo jocoso que compartir con el mundo. Puede que tu tuit cambie el mundo, ¿por qué no?

La X de este cruce de caminos la encontramos en Eurovisión y Twitter. La confluencia total, la sinergia definitiva. "Desde la atomización de las audiencias por la aparición de las plataformas de televisión, solo las emisiones en directo con un fuerte componente de comunidad como Eurovisión dan sentido a la televisión tradicional. Y lo hacen porque esa comunidad se refuerza a través de las segundas pantallas, las de móviles y tablets para estar siguiendo en paralelo la conversación que se genera en Twitter", plantea a infoLibre desde Turín, donde este sábado se celebra el festival, el cronista musical de la Agencia Efe, Javier Herrero.

Porque en una propuesta tan longeva como Eurovisión siempre hay momentos de mayor o menor penetración social. Y todos recordamos que hace no tanto, allá por 2008, mandamos al Chikilikuatre porque el certamen estaba no ya en horas bajas, no, qué va, sino enterradísimo. Pero de una década a esta parte ocurrió algo que se sigue multiplicando cada año: la conjunción entre espectáculo televisivo y el necesario comentario en Twitter. Eso, de alguna manera, levantó a un festival aburrido en su propio tedio.

Esta suma ha propiciado que, aún siendo obviamente relevantes las audiencias televisivas al uso, sea todavía más importante la presencia social de Eurovisión lo cual, en última instancia, nos lleva a la vigorosa revitalización de un formato que llegó a estar olvidado y desahuciado. Pero ahora, lo veas o no, estás obligado a recibir en tu teléfono ingentes cantidades de memes, tuits y comentarios de todo tipo. Todos ellos hilarantes, jocosos y, en última instancia, necesarios para la utopía de una auténtica sociedad carente de clases. Con Eurovisión, queramos o no, vamos todos a una (sí, claro, como Fuenteovejuna). Tal es su autoridad, improbable hace un par de lustros.

Así lo ve la periodista y doctora de Comunicación Digital por la Universitat Ramon Llull, Susana Pérez Soler, quien destaca a infoLibre que las redes nos ayudan a "aunar comunidades que seguramente no comparten un mismo tiempo o espacio, pero sí una misma afición". "Utilizan la plataforma también como un lugar donde comentar en directo lo que ocurre en televisión. Es una manera de acabar de completar el consumo televisivo tradicional", apostilla.

Por su parte, la doctora en Comunicación e investigadora de la Universitat Pompeu i Fabra, Laura Pérez Altable, apunta que hay empresas que ya se dedican directamente a hacer análisis de audiencia social, es decir, "qué han estado hablando los usuarios en las redes sociales o qué momento ha sido el más comentado" de un programa emitido por televisión. 

"Es importante el número de espectadores de un programa, evidentemente, pero también la conversación que genera en el espacio público", prosigue Pérez Altable, para luego apostillar: "La opinión público está fuera, pero también dentro de las redes sociales. Hay un trasvase permeable porque lo que hablas en Twitter por la noche es lo que comentas al día siguiente con los compañeros en el trabajo. Ya no es tanto una cuestión numérica de cuánta gente vea Eurovisión, sino que genera conversación en la opinión pública".

Según Herrero, "casi tanto como las propias canciones", el meme se ha convertido en "componente nuclear" de la noche de Eurovisión. "Y España, con su retranca, es uno de los países que con más vehemencia se ha apuntado a esa tendencia", asegura, al tiempo que señala que, no en vano, los propios hashtags de los eurofans españoles se convierten en trending topic mundiales. "Eso ha redundado en la mayor audiencia y rejuvenecimiento de Eurovisión, que se ha convertido en un fenómeno centenial", remata.

Pérez Soler pone el énfasis en la diferencia entre ver un programa televisivo solo en casa sin poder hablar con nadie o tener la posibilidad de comentarlo "como hacíamos antiguamente antes de las redes sociales". A partir de esta premisa obvia, a su juicio, sí que es "curiosa" la magnitud del fenómeno eurofan en Twitter. "Ahora parece que está fuerte el del Chanelazo", bromea, para luego apuntar que la comunidad es" bastante activa en Twitter, con un perfil de usuario bastante joven, lo cual da salida a mucho contenido".

Que los eurofans son una de las comunidades que gobiernan Twitter cuando llegan cíclicamente sus momentos es algo que está fuera de duda. No hay más que repasar, ciertamente, los trending topics o la cantidad de cuentas con miles de seguidores dedicadas exclusivamente al certamen. Es un nicho que está ahí esperando su momento y que se abre al mundo cuando así tiene que ser. Es una caja de pandora de consecuencias más o menos calculadas, pero siempre a su vez imprevisibles.

Bien lo sabe la hispano-cubana Chanel, quien decidió abandonar esta red social el pasado enero tras su controvertida elección el pasado enero como representante española, denunciando el acoso al que estaba siendo sometida por no ser la favorita del público. Aquel Benidorm Fest fue un claro y palpable ejemplo de la permeabilidad social de lo que vemos de Eurovisión a través de Twitter. Hasta las Cortes llegó este asunto inesperadamente de Estado.

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A este respecto, Pérez Altable plantea a infoLibre que el poder de las redes sociales es "bueno" para que hablemos del programa, pero también puede darse este "consumo bastante más tóxico". Pero es imposible escapar, de manera que, a las pocas semanas, la propia Chanel Terrero regresaba a Twitter y ahora "no hay día" sin un tuit suyo, tal y como señala Herrero, "casi siempre con contenido humorístico, para ser parte de la conversación general".

"La importancia de las redes sociales, especialmente de TikTok y Twitter, puede verse en cómo los participantes de Eurovisión se han volcado en ellas. No hay que menospreciar cómo la simpatía ganada en redes puede traducirse en puntos el día de la final entre la audiencia más joven", resalta el periodista de Efe, mientras Pérez Soler afirma que, aparte de las grandes finales deportivas, no hay muchos más acontecimientos que aúnen de semejante manera a televisión tradicional y redes sociales.

"Los debates electorales", tercia Pérez Altable, quien recuerda también la marea producida meses atrás por el documental sobre Rociíto. Y estas referencias llevan a Pérez Soler a llamar la atención, para terminar, sobre los cambios en de las maneras de consumo de los medios de comunicación tradicionales: "Mucha gente verá el festival por televisión, pero muchos jóvenes van a seguirlo a través de sus ordenadores y teléfonos para, a partir de ahí, interactuar con otros. Y pueden socializar y quedar para verlo juntos, pero van a estar igualmente con el móvil en la mano enganchados para completar esa experiencia de ese fenómeno social, ese sentimiento de comunidad a través de Twitter".

El mando a distancia en una mano y el teléfono móvil en la otra. Eurovisión en la televisión y tuiteando con fruición. Incluso los menos capacitados para hacer dos cosas a la vez sabemos que esta noche tenemos que dar lo mejor de nosotros mismos para tener la experiencia completa: partir el cerebro en dos. O en tantas partes como pantallas haya, pues también hay quien añade un ordenador a la ecuación. Se trata de gozarlo, al menos, como Alex DeLarge en La naranja mecánica: bienvenidos a la experiencia 2.0 definitiva.

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