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El músico y poeta Leonard Cohen fallece a los 82 años

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"Hineni, hineni, / I'm ready, my lord", "Hineni, hineni, /estoy listo, señor". Esto cantaba en su último disco el músico Leonard Cohen (Montreal, 1934), que falleció este lunes, según ha podido saber infoLibre de fuentes próximas a la familia . Eran los versos que componían el estribillo de "You want it darker", el single de su trabajo homónimo publicado en octubre. Hineni, aquí estoy en hebreo, es la respuesta que Abraham da a su dios cuando este le reclama el sacrificio de su hijo Isaac, como se narra en el Génesis. Y era también la respuesta de Cohen, cuya herencia judía ha supuesto uno de los pilares de su poética, hacia la insistente llamada de la muerte. A sus 82 años, el autor de obras cumbre de la música actual como "Hallelujah" o "Suzanne", parecía haber aceptado su final. "Estoy preparado para morir. Espero que no sea demasiado incómodo", decía en una entrevista para The New Yorker el mes pasado. 

"Con profundo pesar informamos que el legendario poeta, compositor y artista Leonard Cohen ha fallecido", apuntó el comunicado difundido este jueves en su perfil oficial de Facebook. "Hemos perdido a uno de los más respetados y prolíficos visionarios de la música", agrega. Asimismo, se señala que se celebrará un homenaje en Los Angeles en una fecha aún por determinar. No se informa del lugar ni de las causas de la muerte.

Ahora sabemos que con You want it darker, Leonard Cohen no estaba lidiando solo con la idea de un hipotético final, sino que estaba componiendo una despedida urgente. (De la misma manera en que Blackstar, el último disco de David Bowie, era también un adiós que solo se reveló como tal de manera completa tras su muerte.) El mayor cambio reciente en la vida del canadiense había sido, según sus propias palabras, "la proximidad de la muerte". El "tipo ordenado" que decía ser quería dejar "las cuerdas atadas" —"Mi instinto natural es el de acabar las cosas que he empezado"— y había estado ordenando poemas inéditos, letras a medias. No es que hubiera hecho poco: a sus espaldas deja 26 discos (14 de ellos de estudio), 13 libros de poemas y letras —la antología A mil besos de profundidad ha ido recogiendo sus versos desde 1979— y dos novelas. Con canciones como "Dance me to the end of love", "Take this waltz" (musicalización el poema "Pequeño vals vienés" de Federico García Lorca) o "First we take Manhattan" deja auténticos himnos que ya están imbricados en el imaginario colectivo occidental. 

"No hay nadie que se atreva a ir tan lejos como ha llegado Cohen con ese mensaje teñido de espiritualidad", decía Alberto Manzano, su amigo, biógrafo y traductor al español, poco antes de conocer la noticia de su fallecimiento, "No hay nadie que se haya atrevido a tocar la muerte como lo ha hecho él, lo desconocido. Y a volver luego para articular un discurso de su experiencia como el que ha construido él". Manzano se ha encargado de trasladar las letras del músico al español desde los ochenta, y es además el responsable del acercamiento del canadiense al mundo del flamenco —notablemente en Omega, el disco de Enrique Morente y Lagartija Nick que cumple 20 años en 2016— y de que se conocieran sus referencias lorquianas, el poeta que le empujó a escribir en la adolescencia, que le abrió la puerta a la guitarra española y que dio nombre a su hija. El español ha traducido también las letras de You want it darker, que envió a Cohen hace dos semanas. Desde entonces no había tenido noticias suyas. 

So long, Leonard

"No sé cuántas cosas podré poner en marcha, porque en esta fase experimento un profundo cansancio... Hay veces en las que simplemente tengo que tumbarme. Ya no puedo tocar y mi espalda lo nota también rápidamente", contaba al periodista David Remnick. Se quejaba también de que su habilidad para tocar la guitarra se había visto muy afectada en los últimos meses, aunque su voz resonara aún cavernosa y profunda como siempre. Su último concierto se produjo ante los miles de (afortunados) seguidores que se congregaron en Auckland, Nueva Zelanda, a finales de diciembre de 2013. Terminó con una versión de "Save the last dance for me", del grupo The Drifters. Desde entonces había abandonado los escenarios para dedicarse por entero a su familia y amigos, y también a su trabajo, que, según afirmaba, nunca había sido lo suficientemente popular como para que sus ventas le permitieran una cierta despreocupación por el dinero —a lo que no ayudó la estafa de su antigua manager, Kelly Lynch, descubierta en 2004—. 

El pasado verano, Cohen tuvo que enfrentarse a otra despedida. Aquellos que pueden tararear sin esfuerzo su canción "So long, Marianne" se cuenta, seguramente, por cientos de miles. Son muchos también los que conocen a Marianne Ihlen, la mujer a la que va dedicada tanto este tema como "Bird on the wire" y con la que compartió gran parte de los años sesenta. En julio recibió una carta de un amigo cercano a ella: Marianne estaba enferma de cáncer y se moría. El músico le envió de inmediato una carta de despedida que no tardó en trascender a la prensa. "Bueno, Marianne, ha llegado ese momento en que somos tan viejos que nuestros cuerpos se desmoronan y creo que voy a seguirte muy pronto. Que sepas que estoy tan cerca de ti que si alargas tu mano, creo que puedes alcancar la mía (...). Solo quiero desearte un muy buen viaje. Adiós, vieja amiga. Amor infinito, nos encontraremos en el camino". Marianne murió mientras le susurraban "Bird on the wire". 

El canadiense la conoció cuando vivía en la isla griega de Hidra, un pedazo de tierra en el golfo Sarónico habitado por menos de 3.000 personas adonde, en aquella época, no había llegado aún la electricidad ni el teléfono. En aquella isla, el joven poeta cuyo talento habían comenzado a reconocer en Canadá encontró ocho años de paz y libertad. En palabras de Manzano, "vivió en el paraíso". Entonces todavía no había comenzado su carrera como cantautor folk, y trabajaba sobre todo en su propia poesía y en un breve acercamiento a la narrativa. Estando allí, en ese paisaje y ese calor que nunca le abandonarían —se escuchan ecos de música griega en "Travelling light", de su último trabajo—, publicó el poemario Flores para Hitler y las novelas El juego favorito y Los hermosos perdedoresEl juego favoritoLos hermosos perdedores. A finales de la década, decepcionado por la tibia recepción de sus obras y cada vez más dedicado a la composición musical, decidió mudarse a Estados Unidos para acercarse a la industria discográfica.

Austeridad zen

"La verdad es que tuvo mucha suerte, fue un hombre afortunado", decía Manzano recordando los inicios de su carrera. Después del ciclo griego, marcado por el fracaso de su relación amorosa con Ihlen, puso rumbo a Nashville, capital del country, pensando que allí sería sencillo vender sus canciones. Mientras escribía Los hermosos perdedores, en la isla, sintonizaba a menudo la radio del ejército estadounidense que le recordaba a aquel grupo country con el que tocó en su adolescencia. Después de pasar por Nashville, un giro del destino le llevó a Nueva York, donde Joan Baez y Bob Dylan lideraban ya una revolución musical integrada por cantautores y poetas. Según Manzano, "le costó mucho integrarse en todo aquel movimiento cultural, pasar del paraíso a toda esa vorágine". Pero su primer golpe de suerte fue que la cantante Judy Collins, que se había hecho ya un nombre dentro del folk, interpretó y popularizó su tema "Suzanne" antes de que lo hiciera él mismo.

Al cazatalentos de Columbia John H. Hammond le bastó escuchar dos o tres canciones de aquel chico de voz profunda y suave para ficharle. Aquello era casi una garantía de éxito: aquel hombre ya había descubierto a Bob Dylan o Billie Hollyday. "La aceptación de su música fue casi inmediata", señala Manzano. Su primer disco, Songs of Leonard Cohen (1967), reunía ya dos características de la difusión de la primera obra de Cohen. Tuvo unas críticas excelentes —aunque algunas de ellas censuraban la calidad dispar de las canciones— y se convirtió en un álbum de culto, manteniendo unas ventas constantes a lo largo de todo el año. Por otra parte, las versiones de Judy Collins y  James Taylor llegaron a un público que quizás no habría alcanzado Cohen por sí solo, algo que volvió a pasar varias veces a lo largo de su carrera.

Aquel primer trabajo, que le costó grandes discusiones con su productor, contenía ya dos de las canciones más conocidas del cantautor, "So long, Marianne" y "Suzanne". Songs from a room (1969), con un sonido más austero y del gusto de Cohen, llegó al número 2 en el Reino Unido. Pero fue a partir de Various positions (1984), cuando sus discos comenzaron a aparecer consistentemente en las listas de los más vendidos. Entre sus canciones, "Dance me to the end of love" y "Hallellujah". Pero, pese a la creciente popularidad de su música, Cohen ha mantenido lo que Manzano define como una "austeridad zen".

Jamás se ha acercado al lado más deslumbrante del business y seguía residiendo en una discreta casa del modesto y diverso barrio Mid-Wilshire de Los Ángeles. "Todas sus casas han tenido las paredes blancas, desiertas", dice el traductor, "Ha llevado una vida casi monástica, casi desierta". En 1994, en parte como reacción a una creciente popularidad debido al uso de varias de sus canciones en distintas bandas sonoras cinematográficas, se recluye en un centro zen en las montañas. Volvería a la ciudad en 1999, y dos años más tarde publicó Ten new songs. Su regreso se solapó con los problemas financieros con su exmanager, pero pese a eso Cohen continuó componiendo, sobre todo para otros artistas, y comenzó el tour que le ocuparía entre 2008 y 2012. 

Himnos seglares

"Hallellujah" es seguramente su canción más conocida y una de las más representativas del sólido y poderoso imaginario que Cohen labró a lo largo de toda su vida. En ella, el canadiense actualiza la historia bíblica de David, el rey músico, ungido por el profeta y cuyo amor por Betsabé le hace caer en desgracia. Cohen describió la súplica de redención de David como "el primer blues". "Hallellujah" (y todas las versiones que el propio músico grabó a lo largo de los años) tiene ese carácter hímnico de los temas de Cohen que ha llegado hasta "You want it darker", y la mística religiosa heredada de una familia de rabinos y a la que se había acercado desde distintas ópticas, del zen al judaísmo, a lo largo de su vida. Pero "Hallellujah" tiene también su ironía —"Pero realmente no te importa la música, ¿verdad?"— y las alusiones metamusicales que aparecen en "Take this waltz" (construido efectivamente como un vals) o "Dance me to the end of love".

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La canción ha merecido un libro para ella sola: The holy or the broken: Leonard Cohen, Jeff Buckley, and the unlikely ascent of "Hallelujah" (El santo o el roto: Leonard Cohen, Jeff Buckley y el improbable ascenso de "Aleluya"), de Alan Right. En él se describe no sóloel proceso de composición y el oscuro significado del himno. También se encarga de recordar la lenta, extraña e imparable difusión de esta canción considerada hoy un estándar del pop, un rezo laico ("Quería empujar la palabra 'aleluya' hacia el mundo seglar (...). Quería indicar que 'aleluya' puede salir de cosas que no tienen nada que ver con la religión", explicaba). 

No es casualidad que este haya sido una de sus canciones más versionadas. En 1992, un joven y por entonces cantautor llamado Jeff Buckley comenzó a interpretarla en sus conciertos en una versión más eléctrica y desgarradora que la estoica canción original de Cohen, cantada casi como un salmo. Más tarde la incluyó en su álbum Grace (1994), que recibió críticas muy positivas y halagos de artistas como Bob Dylan o Radiohead. Pero fue con su muerte en 1997 —se ahogó en el río Wolff y nunca se supo si se trataba de un accidente o un suicidio— que la grabación tomó una dimensión nueva, haciendo llegar "Hallellujah" a una nueva generación. Rufus Wainwright volvió a realizar la misma operación de rejuvenecimiento a principios de los 2000, y Regina Spektor ha vuelto a situarla dentro de la herencia judía, que comparte, en los últimos años.

Unos y otros han seguido reproduciendo de generación en generación esa melodía cada vez más clara y esas letras oscuras que son la esencia del mejor Leonard Cohen. El público ha seguido viendo en este salmo contemporáneo el consuelo y la ligereza que el propio músico había encontrado. La muerte cierra la constante búsqueda del "espíritu" a la que Cohen se entregó, ya fuera a través de la poesía, de sus letras o de la música. El ascenso luminoso y sensible de "Hallellujah" —describía esa subida por la escala musical, "It goes like this: the fourth, the fifth / the minor fall, the major lift"— se cierra con la entrega de "You want it darker". Cohen pronunció su última palabra artística en octubre: "Hineni".

"Hineni, hineni, / I'm ready, my lord", "Hineni, hineni, /estoy listo, señor". Esto cantaba en su último disco el músico Leonard Cohen (Montreal, 1934), que falleció este lunes, según ha podido saber infoLibre de fuentes próximas a la familia . Eran los versos que componían el estribillo de "You want it darker", el single de su trabajo homónimo publicado en octubre. Hineni, aquí estoy en hebreo, es la respuesta que Abraham da a su dios cuando este le reclama el sacrificio de su hijo Isaac, como se narra en el Génesis. Y era también la respuesta de Cohen, cuya herencia judía ha supuesto uno de los pilares de su poética, hacia la insistente llamada de la muerte. A sus 82 años, el autor de obras cumbre de la música actual como "Hallelujah" o "Suzanne", parecía haber aceptado su final. "Estoy preparado para morir. Espero que no sea demasiado incómodo", decía en una entrevista para The New Yorker el mes pasado. 

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