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La oscuridad de 'Inmersión'

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Inmersión, un filme inaugural europuding —con minoritaria participación española— del alemán Wim Wenders, abrió a la vez la edición 65 y la competición por la Concha de Oro en el Festival de San Sebastián, días después de su estreno mundial en Toronto. Pudo ser un thriller romántico, pero el cineasta alemán no acaba de asumir el ritmo del género de acción y prefiere los silencios y la intensidad dramática del cine de autor.

Ambientada en distintas localizaciones de África, la costa atlántica francesa, las Islas Feroe e incluso en tierras de La Mancha, Inmersión es básicamente una historia de amor, la que viven sus dos protagonistas: una científica submarina, a la que da vida la escandinava Alicia Vikander, y el apuesto y camaleónico actor escocés James McAvoy, haciendo de espía.

James, que comparte nombre con el actor, es un agente del Mi6, aunque a Danielle le dirá que trabaja como ingeniero hidráulico en Nairobi. Su historia comienza cuando se conocen en un exclusivo hotel en Normandía, a donde van a pasar en solitario sus últimos días libres antes de poner sus respectivas vidas en grave peligro. Ella, sumergiéndose a más de 3.000 metros bajo el mar, y él en misión secreta en Somalia para interceptar a los lideres de una organización terrorista.

En la posterior rueda de prensa, donde por desgracia faltaba la presencia del actor de la saga de X-Men o El último rey de Escocia, asistieron su protagonista femenina y el director. Una lástima que en una de las cintas con mas presencia de actores internacionales de esta edición se quede huérfana en su primer photocall y en la alfombra roja sin su asistencia, y sobre todo en esa conferencia, donde dejó un importante vacío.

Esta cinta, basada en el libro de J. M. Ledgard, nos sumerge literalmente en los sentimientos y en las ansiedades de sus protagonistas: un amor recién estrenado, que tiene que interrumpirse a causa de sus arriesgados trabajos. James es capturado y torturado por islamistas, y pasa por mil calvarios que no tienen pinta de terminar bien. Sus captores no se creen que haya ido a Somalia como ingeniero de aguas, e intentan de todo para que confiese cuál es su misión.

Durante ese tiempo, el agente al servicio de su majestad se refugiará en los recuerdos del romance vivido a orillas del Atlántico, unas vivencias a las que se aferrará para resistir mientras, en otro rincón remoto del mundo, Danielle se plantea si merece la pena perder la vida en un pequeño submarino amarillo, de donde nadie podrá rescatarla si las cosas van mal.

La película ha sido aplaudida en su primer pase donostiarra. Son cerca de dos horas de una sensación de fatalidad continua, en la que destacan unas brillantes interpretaciones, una fotografía espectacular y una música que envuelve y subraya con cierta tendencia al exceso momentos intensos. Aunque los silencios son importantes en este filme, como ha dicho su director: "El silencio es precioso, es necesario para luego volver a dar fuerza a los diálogos".

Los silencios, la oscuridad —la del fondo del mar, la del abismo de un zulo, donde la muerte sobrevuela cada segundo de esta historia— es una constante en la mente de los dos personajes, y está presente en cada momento de la cinta. Puede que algo lenta, es de agradecer en Inmersión la química entre los dos actores, la factura perfecta de las secuencias. La película mantiene el interés aunque se intuye previsible, pero eso dejamos que lo decida el que quiera ir a verla. Es posible que la cinta triunfe en su carrera comercial. Tiene ingredientes para ello: el conocido director alemán y esa pareja de actores tan de moda, además de los temas de actualidad que toca.

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A partir de este sábado se espera un ritmo difícil de llevar, con más de dos y tres películas diarias en la sección oficial.

© Carolina G. Guerrero (San Sebastián) —NOTICINE.com

 

Inmersión, un filme inaugural europuding —con minoritaria participación española— del alemán Wim Wenders, abrió a la vez la edición 65 y la competición por la Concha de Oro en el Festival de San Sebastián, días después de su estreno mundial en Toronto. Pudo ser un thriller romántico, pero el cineasta alemán no acaba de asumir el ritmo del género de acción y prefiere los silencios y la intensidad dramática del cine de autor.

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