El pantano de la crisis que retrató Rafael Chirbes sube al escenario

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Quien ha leído En la orilla lo sabe. La obra de Rafael Chirbes (publicada por Anagrama en 2013) es un torrente literario. Sus más de 400 páginas funcionan como un caño que quisiera vaciar el agua podrida del marjal. El novelista fallecido en 2015 saltaba de una voz a otra para mostrar el paisaje pantanoso que dejaba tras de sí el pelotazo y la crisis, auge y caída de la sociedad de consumo. ¿Cómo se va a adaptar al teatro una novela así? Adolfo Fernández no lo sabía cuando compró los derechos nada más leerla, antes de que ganara el Premio Nacional de Narrativa, el de la Crítica y el Francisco Umbral. Y al actor y director de escena le ha costado tres años y nueve versiones, mano a mano con el también intérprete Ángel Solo, llegar a la adaptación que subirá a la escena del Centro Dramático Nacional del 19 de abril hasta el 21 de mayo. 

La novela fue leída en su día como una continuación de Crematorio, el libro que había publicado en 2007, antes de que el expresidente José Luis Rodríguez Zapatero pronunciara por primera vez en público la palabra "crisis". Si aquel se insertaba dentro del boom inmobiliario para señalar ese ambiente particular de prácticas mafiosas, concejalías y puticlubes, En la orilla recorría los restos de la fiesta. "Podíamos haber elegido Los viejos amigos [novela de 2003], o o cualquier otra novela", cuenta Fernández, "pero no queríamos hablar del rico, sino del pueblo llano que ha accedido a destrozar sus principios éticos y a abrazar la codicia. La crisis nos transformó a velocidad supersónica y no supimos administrar el maná que se nos ofrecía". Crematorio giraba en torno al constructor Rubén Bertomeu, rey del ficticio y levantino Misent; En la orilla lo hace en torno al carpintero Esteban, penúltimo mono del igualmente ficticio y levantino Olba. 

Esteban (interpretado por César Sarachu), carpintero hijo de carpintero, se sube a la ola del ladrillo cuando comienza a fabricar ebanistería de cada vez peor calidad para las nuevas urbanizaciones cada vez más numerosas. En un momento dado, la codicia le lleva a formar tándem con Pedrós (el propio Fernández), hombre de negocios y por lo tanto promotor inmobiliario de la zona. "No queríamos caer en el buenismo de que los políticos nos han llevado hasta aquí, o de qué fácil nos lo ponían los banqueros. Sino en el tú te vas a hacer rico y vas a comprarte un coche y vas a cambiar de mujer y te vas a comprar un roles y te vas a fumar un Cohiba como Felipe González", dice el director.Aunque todo se hunda. Cuando comienza la acción, en 2010, Esteban ha tenido que despedir a sus trabajadores e incluso a la empleada del hogar que cuidaba de su padre enfermo. Solo, sin dinero ni amigos ni amor, se encarga de su progenitor, que tampoco tiene ya memoria.

La obra ha quedado en una hora y 35 minutos, siete actores —Sonia Almarcha, Marcial Álvarez, Rafael Calatayud y Yoima Valdés, además de Sarachu, Solo y Fernández— y doce personajes. Aunque la compañía K Producciones comenzó a trabajar en la versión Chirbes aún vivía, el escritor declinó participar en la adaptación, como lo había hecho previamente con Crematorio, la serie que Jorge Sánchez-Cabezudo extrajo de la novela para Canal+. "Estaba muy bien hecha, pero tiene poco que ver con el libro", dijo entonces el autor. "Yo quería huir por todos los medios de la parte policiaca, y la serie es muy policiaca. Tenía que ser así. Lo entiendo, una serie tiene que tener intriga. En una novela la tensión debe estar en el lenguaje y no en la trama." Una obra de teatro convencional tiene que tener acción —o al menos suele hacerlo— y diálogo, cosa que no abunda en En la orilla, construida sobre monólogos interiores y flashbacks

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Eso es, en parte, lo que ha retrasado tres años el estreno absoluto, que llegó el 4 de marzo en el Teatro Principal de Alicante. Allí, al norte de la provincia, en Beniarbeig, residía el novelista, alejado de todos. Y allí estarían seguramente Olba y Misent, si existieran. La "criba enorme" del texto que han realizado los adaptadores se ha dejado por el camino a varios personajes —al menos diez años más jóvenes aquí que en libro, por cierto— y subtramas. Pero si el trabajo ha tardado en llegar también ha sido porque costó levantar la financiación, reunida finalmente con una coproducción múltiple: K Producciones (el grupo de Adolfo Fernández) se une al CDN, al conjunto La Pavana (de Rafael Calatayud), a la Diputación de Valencia y a Emilia Yagüe Producciones. Lo que se adivinaba como una apuesta poco comercial —una densa novela de varios centenares de páginas llevada a escena— ha colgado ya, sin embargo, el cartel de no hay entradas y prepara una larga gira

El marjal, ese terreno pantanoso mediterráneo, cobija según Chirbes desde los cadáveres de los republicanos asesinados durante la Guerra Civil hasta las ruinas del supuesto progreso que traía el desarrollo urbanístico. Cuando el novelista habla de la corrupción, es una putrefacción literal. Del alma y del territorio. Un ambiente húmedo e insalubre que resulta todo un desafío reproducir en escena. Emilio Valenzuela construye una pasarela de madera sobre el marjal en la que intentar reunir desde el expresionismo hasta el realismo que ven en el autor. Una laguna que se convierte en sociedad gastronómica o en oficina bancaria o en carpintería. O en ducha en la que se baña el anciano padre de Esteban, en cuyo cuerpo se hace presente la corrupción de En la orilla. "Los personajes no son muy bonitos de ver", dice Valdés, actriz cubana que interpreta a Liliana, la trabajadora doméstica contratada por Esteban. "Chirbes muestra los cadáveres que dejó la crisis, que es el detonante que acaba mostrando lo peor de cada persona."

Chirbes, escarbando en el mal, parecía igualar a estafadores y estafados: "¿De qué va lo que escribo? Del estado del alma humana a principios del siglo XXI. Si para Balzac el alma de su tiempo eran 8.000 libras de renta, echemos cuentas", decía. El pecado original es el mismo para todos, parecía decir cuando hablaba de la serpiente a la que Eva "le echó mano creyéndose que era un collar de esmeraldas". O, como traduce Fernández, "aquí no se salva ni Dios". Claro, que Chirbes decía escribir su "testamento" literario desde 2003 y confiaba poco en el futuro. Algunos, como Luis García Montero, advertían de que "la generalización del mal supone la absolución de los culpables". Porque Pedrós no acaba en En la orilla igual que Esteban. Ahí está también la obra teatral para recordarlo. 

Quien ha leído En la orilla lo sabe. La obra de Rafael Chirbes (publicada por Anagrama en 2013) es un torrente literario. Sus más de 400 páginas funcionan como un caño que quisiera vaciar el agua podrida del marjal. El novelista fallecido en 2015 saltaba de una voz a otra para mostrar el paisaje pantanoso que dejaba tras de sí el pelotazo y la crisis, auge y caída de la sociedad de consumo. ¿Cómo se va a adaptar al teatro una novela así? Adolfo Fernández no lo sabía cuando compró los derechos nada más leerla, antes de que ganara el Premio Nacional de Narrativa, el de la Crítica y el Francisco Umbral. Y al actor y director de escena le ha costado tres años y nueve versiones, mano a mano con el también intérprete Ángel Solo, llegar a la adaptación que subirá a la escena del Centro Dramático Nacional del 19 de abril hasta el 21 de mayo. 

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