Les imagino al tanto de la polémica, por lo que no me extenderé mucho sobre ella, apenas unos apuntes.
Hace unos días, la Fundación Godofredo Garabito y Gregorio hizo público lo que parecía ser EL cartel del II Congreso Capital del columnismo (convocado en León) en el que no se mostraba ningún nombre de mujer.
La reacción no se hizo esperar. ¿Acaso en este país no hay mujeres columnistas de altura?, se preguntaron muchos tuiteros. Pero el anunció mereció comentario más allá de las redes. "Qué extraño, quién iba a augurarlo —ironizó Lorena G. Maldonado—, pero aquello es una siembra de bálanos". No escribía a humo de pajas: en la primera edición del tal congreso, ella fue tratada como un trozo de carne… Lo cuenta primorosamente aquí.
En sentido contrario, también se manifestó uno de los invitados, Jorge Bustos: "A mi amigo Garabito le han montado un escrache precioso por no guardar debida reverencia a la perspectiva de género a la hora de avanzar el cartel de un congreso de columnistas", denunció para luego decir (sin dar nombres) que si no había mujeres era porque ellas no querían. También pueden leerlo.
En estas andábamos cuando el Garabito aludido por Bustos lanzó un tuit por el que supimos que el de la polémica no era EL cartel sino UN cartel entre varios posibles. Ahora anunciaba mujeres y pedía disculpas.
Le valió de poco:
¿Torpeza, insensibilidad, machismo?
De entrada, torpeza e insensibilidad. "Resultaría sorprendente cualquier congreso, de cualquier tema (Periodismo, Medicina, Derecho…), en el que solo hubiera hombres, o solo hubiera mujeres —afirma Elena Gómez, catedrática de Redacción Periodística de la Universidad Europea—. Aunque la organización señala que es un 'avance del cartel', teniendo en cuenta que la reunión no comienza hasta el 18 de octubre, quizá hubiera sido preferible esperar a tener confirmados columnistas de ambos sexos".
Su colega Ana Mancera Rueda, del Departamento de Lengua Española, Lingüística y Teoría de la Literatura de la Universidad de Sevilla, también alude a esa improvisación, pero considera más llamativas declaraciones de Garabito "en las que aseguraba que había logrado persuadir a un cierto número de columnistas de primer nivel para participar en el congreso, ya que 'era una buena oferta para juntarse a comer y a beber'. En mi opinión, esto refleja su grado de madurez y deja entrever una escasa consideración tanto hacia los profesionales que han accedido a participar en el congreso, como hacia los asistentes. Por desgracia, este supuesto festín va a ser financiado con dinero público".
Columnismo cipotudo
Fue el crítico y traductor Íñigo Lomana quien propuso al mundo el término "estilo cipotudo" que etiqueta desde entonces a muchos de los columnistas convocados a León en primera instancia (o cartel).
Hablo con Íñigo para preguntarle cuántas veces, si alguna, ha lamentado aquel artículo seminal… "¿Arrepentirme? No veo por qué. Tal vez convendría hacer un análisis más preciso y riguroso del fenómeno cipotudo y trazar sus orígenes históricos para completar lo que allí se decía, pero entiendo que como esquema de trabajo es válido. Si te refieres a arrepentirme por las repercusiones que pudiera haber tenido, tampoco. Todas las personas citadas reaccionaron con una educación exquisita: no recibí ninguna cabeza de carnero ensangrentada, nadie me retó en las escaleras de la Academia y, al menos hasta donde yo sé, no he sido objeto de conjuros o sortilegios en ninguna aldea gallega".
Se reafirma, pues, en sus consideraciones de entonces. "El artículo señalaba una forma de escribir en prensa de la que mucha gente empieza ya a cansarse —esa retórica recargada un poco cateta que en realidad solo sirve para dar rodeos, para no decir nada— y proporcionaba a los lectores una serie de herramientas para designarla y comprenderla". También aprecia el hecho de que a raíz de aquel texto muchos de los aludidos se vieron obligados a reaccionar "y, al hacerlo, quedaron retratados en su grotesco servilismo. Quienes al poco de aparecer el artículo me acusaron de 'maoísmo', estalinismo o colaboracionismo podemita —ahí están, por ejemplo, las intervenciones descacharrantes de Juan Soto, Daniel Arjona o Sergio del Molino en redes sociales— quedaron retratados como miembros de una especie de cuerpo de reacción rápida del establishment; una especie de vanguardia intelectual de la burricie y el oportunismo de la cual, por cierto, salen muchos de nuestros columnistas. Supongo que para todas estas personas el análisis del discurso es una cosa muy turbia creada en los laboratorios del KGB".
Pregunto a mis dos interlocutoras, estudiosas ambas del periodismo y sus géneros, si hay un tipo de columna escrita por mujeres y otro tipo más propio de hombres. "No lo creo —responde Mancera—. En mi tesis doctoral sobre La oralización de la prensa española, publicada en la editorial suiza Peter Lang en 2009, me centré en el estudio de cómo diversos articulistas tratan de imitar en sus textos los rasgos más característicos de la conversación coloquial. Para ello me serví tanto de columnas redactadas por hombres como de las elaboradas por mujeres, y no encontré diferencias sustanciales entre ambas".
Gómez por su parte cree que, más que un tipo de columna escrita por mujeres, y otro más propio de hombres, hay distintas "voces" y distintos modos de aproximarse a los temas, sobre todo cuando hablamos de columnas "de comentario personal". "En ocasiones se parte más de una experiencia propia, o cercana, desde la cual se construye un relato más general sobre un tema más amplio. También suele haber una mayor voluntad de involucrar a los lectores (los 'interlocutores') en el texto (y esta voluntad de involucración 'en el diálogo' sí se ha señalado, en diversas ocasiones, como un rasgo más propio del discurso femenino). Cuando la columna es menos 'personal' y más centrada, por ejemplo, en una cuestión de análisis político, estos rasgos se difuminan en cierta medida, quedan un tanto 'en suspenso' (o en segundo plano) y hay más mezcla de rasgos normalmente atribuidos al discurso femenino y al discurso masculino".
En este punto, y puesto que Lomana definió el modo "cipotudo" de hacer columnismo, me pregunto si no habrá también un subgénero femenil que mereciera ser conocido como "marujismo ilustrado". "No comparto el modo de formular la pregunta, ni la pregunta en sí —me amonesta Gómez—. Antes bien, entiendo que el humor y la ironía (rasgos de la periodista citada, entre otros casos posibles, tanto de mujeres como de hombres) son modos de plantear cuestiones que pueden ser serias y relevantes, pero con un enfoque (aparentemente) menos 'trascendental' y que, en mi opinión, denota gran inteligencia (y habilidad lingüística, dicho sea de paso)".
Aún escocida, pido a Lomana que me dé una nómina de columnistas mujeres a las que él invitaría al congreso de la discordia. También me reprende: "Parte del problema del que estamos hablando es que ya hay suficientes hombres decidiendo quién debe y quién no debe figurar en estos cenáculos pseudointelectuales y al final pasa lo que pasa. Es un poco absurdo entonces que yo también me ponga a elaborar mi propia lista. Todo lo que puedo decir es que, como lector, disfrutaría mucho —y creo que todos saldríamos ganando— si gente como Rosa Sala, Estrella de Diego, Laura Revuelta, Raquel Peláez, Mercedes Cebrián, Patricia Soley-Beltrán o Elvira Navarro tuvieran más espacio en nuestras columnas y pudiesen organizar sus propios congresos. Congresos en los que el éxito fuera una medida del talento y no una recompensa por la obediencia".
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Habrá que airear las instituciones culturales de este país, que en opinión de Lomana llevan controladas demasiado tiempo por las mismas personas y por los mismos intereses, "despiden un poderoso olor a rancio, a pañal usado. Eso se refleja en desigualdades de género como las que muestra el cartel del congreso de León y en muchas otras cosas".
Todo lo cual hace que Ana Mancera evoque, y me descubra, a doña Escolástica Hurtado, una de las primeras periodistas españolas, quien ya en 1777 redactó en solitario La pensatriz salmantina, una publicación que podría considerarse un antecedente del columnismo y que contiene perlas como la siguiente: "Yo, Señora, deponiendo desde hoy […] el encogimiento proprio de nuestro sexo amable, amoroso, suave, perspicaz, hermoso, persuasivo, y apto para grandes cosas (vayase por siete veces que me han llamado Cathedra de pestilencia) daré à entendér al Mundo, que hay Muger en Salamanca, que piensa con reflexion, corrige con prudencia, amonesta con madurez, y critíca con chiste".
Esperemos que, además de en Salamanca, las haya en León.
Les imagino al tanto de la polémica, por lo que no me extenderé mucho sobre ella, apenas unos apuntes.