Cuando llega el Goya, los directores recuerdan sus comienzos o ven asegurado su futuro; los productores reciben aplausos quizás por primera vez; los actores nombran, emocionados, a su pueblo y a sus padres. Y los distribuidores echan mano de teléfono y calculadora: tienen trabajo por delante. Los galardones del cine español, como cualquier otro premio del celuloide de primer nivel, suponen un empujón a la taquilla. Variable e incierto, pero un empujón.
Este año, el alcance del deseado efecto Goya es particularmente impredecible. Después de una gala con premios muy repartidos —Truman, la ganadora, se llevó cinco, mientras que el año anterior, la vencedora La isla mínima se marchó con 10—, las consecuencias en taquilla todavía están por ver. En el pasado fin de semana, después de su triunfo, el filme dirigido por Cesc Gay y protagonizado por Ricardo Darín y Javier Cámara atrajo a 23.192 espectadores, según aclaraba su distribuidora en la tarde del lunes. La cifra, aseguraba la portavoz de Filmax, es provisional y aumentará cuando se sumen los datos de varias salas, pero no son números espectaculares, teniendo en cuenta que acumulaba hasta entonces 520.386 entradas. Y, sobre todo, sabiendo que Truman se había llevado los cabezones a mejor película, dirección, guion y actores protagonista y secundario.
La novia, adaptación de Bodas de sangre dirigida por Paula Ortiz, ha sufrido en las salas un descalabro similar al de la gala del 6 de febrero. El filme llegó como favorito, con 12 nominaciones, pero acabó perdiendo en todas las grandes categorías y se fue a casa con dos galardones, a mejor actriz de reparto (Luisa Gavasa) y fotografía. En paralelo, la distribuidora, Betta Pictures, consiguió situar 130 copias en las salas —el doble de las que tenía en su estreno, en diciembre— para el fin de semana de la gala, previendo salir de ella coronada y aprovechar el tirón en los cines. Pero la decepción hizo que, para este último fin de semana, la película descendiera a las 84 copias, un 35% menos, siendo la única ganadora que pierde presencia en la pantalla. Mientras, Truman pasaba de 95 a 156 salas, algo por encima de las 141 de su lanzamiento.
El disipado efecto Goya de esta edición agrava un desencuentro que los galardones no parecen capaces de solucionar: los cinco filmes que competían por el premio a la mejor película solo supusieron el 1% de las entradas vendidas en 2015, como destacaba El País. La brecha entre cabezones y salas se ha visto en anteriores ediciones con películas como La soledad, que atrajo a más de la mitad de sus espectadores después de ganar en 2008; o Pa negre, cuya cifra de 2,7 millones de entradas habría sido impensable sin su romance con la Academia en 2011.
Una (breve) segunda vida en salas
Por eso, las más beneficiadas del baño de oro de los premios del cine español suelen ser las películas pequeñas. Aquellas que no atraerán a hordas de espectadores antes ni después del premio, pero para las que un puñado de cinéfilos puede suponer un mundo. El fenómeno, precedido por casos como el de La herida, que tras el Goya a Marián Álvarez en 2014 tuvo una suerte de segundo estreno, se repite este año. A cambio de nada, que se ha hecho con los galardones a mejor dirección novel, para Daniel Guzmán, y a mejor actor revelación, para Miguel Herrán, se estrenó en mayo y estaba desaparecida de las salas desde julio. Su éxito la ha vuelto a poner en el mapa con 35 copias.
Ver másCuatro noveles muy curtidos para el Goya
"Si esto supone una segunda vida en cines, bienvenido sea", dice Miriam Ruiz Mateos, productora del filme, que no se muestra demasiado esperanzada: "Siempre esperas lo mejor para tu película, pero esto es una lotería". A cambio de nada ha recaudado 556.515 euros, a falta de sumar los datos de este fin de semana, lo que queda aún lejos de los dos millones de euros que costó. "Incluso si esto nos va muy bien, necesitamos las ventas internacionales", admite Ruiz Mateos.
Las mismas palabras salen de la boca de Juan Miguel del Castillo, director de Techo y comida, una de las sorpresas de la noche al llevarse el premio a la mejor actriz para Natalia de Molina. La protagonista de este drama en torno a la pobreza en la que ha caído gran parte de la población española durante la crisis resultó vencedora frente a Inma Cuesta, favorita por La novia. Como resultado, este humilde filme ha pasado de las 7 a las 18 copias. "La verdad es que ni pensé en eso cuando nos dieron el premio, pero el distribuidor me lo dijo en cuanto me vio", recuerda el realizador. Su debut cinematográfico supera los 72.000 euros de recaudación, que no alcanzan la inversión de 170.000 euros.
Sin los datos de este fin de semana en la mano, Del Castillo cruza los dedos: "Peor no va a ir, la verdad, pero la película ya va cuesta abajo. Sigo confiando en el boca a boca de la gente. La gala la vieron cuatro millones de personas, y nosotros apenas tenemos dinero para promoción. Ahora al menos la conocen". Él también mira al extranjero y a las televisiones para cubrir el agujero de 100.000 euros. El director tiene, sobre todo, un objetivo: "Que la productora [Diversa Audiovisual] nos siga cogiendo el teléfono, que no se arruine por nosotros".
Cuando llega el Goya, los directores recuerdan sus comienzos o ven asegurado su futuro; los productores reciben aplausos quizás por primera vez; los actores nombran, emocionados, a su pueblo y a sus padres. Y los distribuidores echan mano de teléfono y calculadora: tienen trabajo por delante. Los galardones del cine español, como cualquier otro premio del celuloide de primer nivel, suponen un empujón a la taquilla. Variable e incierto, pero un empujón.