Ni Máxim Huerta, ni Raúl Cimas, ni Sandra Barneda. Ni, por supuesto, Leopoldo Abadía o Lorenzo Silva. En la mañana de ayer, primer sábado, de Feria del Libro, el gran triunfador era el cocinero Jordi Cruz, de Masterchef.
Conste que no es la que aquí hacemos una afirmación basada en datos oficiales, pero bastaba con medir la longitud de las colas para hacerla. Y por supuesto, sería ridículo sacar conclusiones de cuatro escenas vividas en este fin de semana inaugural, al que, dicho sea de paso, se le atribuyen algunas virtudes, y me explico: al igual que ocurriera el año pasado, la Feria comenzó cuando mayo se despedía, coincide por lo tanto con el inicio de un nuevo mes, y eso permite que la gente llegue con la paga (quienes la disfrutan, claro) fresca y las ganas de comprar intactas. Lo cual, sobra decirlo, es bueno.
Sin embargo, algunos feriantes refutan el argumento. Luis Solano, por ejemplo, editor de Libros del Asteroide, que ha echado mano de sus propios registros para certificar que en 2013 el mejor día (para él) fue el sábado del tercer fin de semana, cuando en teoría los compradores ya lo han comprado todo y el dinero fresco de principios de mes se ha evaporado. ¿Y este 2014? "Veremos...", dice. Sí, veremos.
De entrada
Esta edición, que hace la número 73, fue inaugurada por la infanta doña Elena, una habitual. Su presencia, al decir de los feriólogos, presenta varias especificidades positivas: provoca menos reacciones políticas que la de otros miembros de la Familia Real (aunque para compensar, allí está su ministro de compañía, José Ignacio Wert) y al parecer paga los libros que se lleva (me lo dice un editor escarmentado).
A partir de esa cita inicial, lo demás es trabajar y confiar: en la buena fe de los compradores, en el buen tiempo, en la buena estrella de quienes, con sus firmas, han de vivificar la Feria.
De las necesidades con las que el sector llega a este punto de la temporada ya hemos hablado aquí, no vamos a repetirnos. Se trata esta vez de respirar el ambiente que respiran los 502 expositores que hasta el 15 de junio se han instalado en el Parque del Retiro.
Muchos hablan de "oasis", de estos 18 días en los que las gentes del libro pueden creer, olvidando las encuestas y las evidencias, que este es un país de lectores ávidos de comprar libros, mejorar unas cuentas maltrechas y coger fuerza para afrontar lo que sea que el destino y la crisis les deparen.
Pero el escepticismo está bien instalado. "¿Oasis o espejismo?", me pregunta un editor. Por supuesto, no sé contestarle, aunque expresado así me suena un poco a "susto o muerte".
Conversaciones
Recorro la Feria, el Paseo de Coches está lleno de peatones letraheridos. Al otro lado de los mostradores, como pájaros en una peculiar jaula, autores de toda condición (literatura, ensayo, cómic, infantil...) miran entre inquietos y expectantes a esa informe masa en movimiento, en la esperanza de que alguien se aparte de la corriente, les elija para gastarse unos euros y les pida una dedicatoria.
Atisbo a Eduardo Inda y Esteban Urreiztieta, autores de La IntocableLa Intocable (La Esfera de los Libros), un libro cuyo subtítulo no engaña: "Cristina, la infanta que llevó la corona al abismo". Allí están, sentados de lo más formales, hombro con hombro, aguardando.
Para ambos, ésta es su primera Feria como autores. Eduardo se muestra sorprendido por la cantidad de gente que curiosea y compra, algo que él interpreta como una señal positiva para este sector tan asaeteado. Le pregunto a Esteban si la gente que se les acerca lo hace para comprar o para saber más de los tejemanejes de Urdangarín y allegados... Sonríe, y me dice que mucha gente lo que quiere es saber si la infanta doña Cristina llegará al banquillo, incluso si acabará en la cárcel.
Un poco más allá me encuentro con un compañero periodista, Xavi Ayén, que ha publicado con RBA la monumental Aquellos años del boom, premio Gaziel de Biografías y Memorias 2013. Cuando me acerco, las personas que le acompañan gritan bajito (bajito, sí, pero gritan) algo que me suena a un ¡bien! Al parecer, habían hecho una porra sobre el número de ejemplares que firmaría y con el mío superan algún tipo de frontera: soy recibida como una buena señal.
Me dice Ayén que está de celebración. Es primerizo en la Feria (como autor, se entiende) y pienso que eso es, sin duda, motivo de fiesta. "Es mi cumpleaños", me aclara. Me intereso por la experiencia al otro lado, por cómo vive el encuentro con los lectores... "Se vive mejor desde aquí que desde allí", me asegura. "Aquí" es su rincón como protagonista; "allí", el lugar por el que los transeúntes y los llamados a dar fe y testimonio del trasiego se mueven.
Y un día sigue a otro día
El pasado miércoles me encontré con una famosa televisiva a la que conozco de los tiempos en los que no era conocida y que, oh sorpresa, ha publicado un libro.
Feliz ("voy por la segunda edición") me anunció que acudiría a la Feria el próximo fin de semana para firmar, y que le hacía mucha ilusión. Para no ser menos, yo le indiqué que participaré en una mesa redonda el martes día 10. "No puede ser —me corrigió— porque la Feria es sólo los fines de semana."
Al margen de un desconocimiento profundo del principal evento editorial de nuestro país, el comentario revela los niveles distintos a los que la Feria es vivida. Los hay, autores mediáticos sobre todo, para los que en el Retiro no pasa nada entre esos días punta de firmas. Pero la Feria es para el que se la trabaja cada día, incluso esas jornadas laborables en las que las horas pasan sin que nadie se acerque a la caseta.
Ocurre que incluso en esos días valle, entre momento-de-agitación y momento-de-agitación, todo lo que aquí se cuece tiene un aire antiguo que a algunos llama a engaño. En cierto modo se diría que lo que en el Retiro pasa desmiente lo que el sector vive el resto del año.
Ver másEditar desde la periferia
Pero este evento no es una antigualla, un vestigio. Al contrario. César Rendueles, autor de Sociofobia y encargado de pronunciar la conferencia inaugural de la Feria, se animó incluso a proponer la Feria como modelo económico de futuro.
“El marketing por encima de editores, libreros y bibliotecarios ha llevado al libro a la catástrofe —decretó—. Propongo pensar al revés. Pensar en la Feria del Libro como modelo económico en vez del IBEX 35, en la Feria del Libro como modelo de la edición. Apostaría por echar a patadas a los antisistema con trajes de Armani. Querría cambiarlos por libreros, editores, bibliotecarios y lectores. Aspiramos a que nuestra economía se parezca más a una biblioteca o a una feria del libro que a la piratería somalí, a un casino o a un estadio de fútbol.”
No sabemos muy bien a quién incluye en ese "aspiramos", pero a buen seguro muchos suscribirán su ilustrada propuesta. Al menos, durante las próximas dos semanas. Al menos quienes aún sucumben a la llamada de la Feria del Libro.
Ni Máxim Huerta, ni Raúl Cimas, ni Sandra Barneda. Ni, por supuesto, Leopoldo Abadía o Lorenzo Silva. En la mañana de ayer, primer sábado, de Feria del Libro, el gran triunfador era el cocinero Jordi Cruz, de Masterchef.