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‘La punta del iceberg’: Terror en la oficina

“Ningún trabajo merece la pena que te dejes la piel en él. Ninguno. Primero, porque te vendes demasiado barato. Segundo, porque acabas vendiendo a los demás”. Esta frase podría figurar en un libro de autoayuda. O quizás en un fanzine filoanarquista. Pero aparece en la película La punta del icebergestrenada el pasado sábado en el Festival de Málaga y en salas este viernes. Y el contexto la hace más oscura: la pronuncia un personaje llamado Marcelo Miralles, o más bien su fantasma. Marcelo Miralles se suicidó en la oficina pocos días antes. 

Este es el asunto central del debut en el largometraje del cineasta David Cánovas, protagonizado por Maribel Verdú y con actores como Carmelo Gómez, Fernando Cayo, Bárbara Goenaga o Álex García. En este thriller, Verdú encarna a una directiva que debe investigar varios suicidios producidos en uno de los centros de producción de su multinacional que, según avanzan las pesquisas, parecen estar relacionados con las pésimas condiciones laborales. La película, como la obra teatral del dramaturgo Antonio Tabares en la que se basa, es también una crítica nada sutil a las prácticas abusivas que ejercen las multinacionales sobre sus empleados. Y, en última instancia, al sistema que las alienta y permite. 

La actriz cree que estaba destinada a encontrarse con ese personaje. Cuando su agente le pasó el guion, ella pensó: "Me suena". Poco después, cayó en la cuenta: ya se lo había ofrecido el director teatral Sergi Belbel para ponerla en escena en el teatro de La Abadía, proyecto que tuvo que rechazar por cuestiones de agenda. "Cuando empieza a rascar", dice sobre su personaje, "se da cuenta del abuso de poder, de la presión laboral sin fin. Hasta que dice: 'Hostias, yo soy como uno de estos'. Y se da cuenta de que, por encima de un malo, de un tipo sin pudor y sin escrúpulos, hay alguien todavía más malo, con menos escrúpulos, y con más poder".

Es fácil imaginar que Verdú, rodeada de cristal, acero y metacrilato, no está caminando por las oficinas ficticias de un filme, sino por la sede real de France Télécom, compañía francesa en la que se suicidaron varias docenas de empleados (de un total de 100.000) entre 2008 y 2013. Aunque no hace falta irse tan lejos, a tenor de las declaraciones de los empleados que son entrevistados por Verdú en la película. "Aquí se hacen 10 horas extras de media a la semana", "Al menos tengo trabajo", "Tengo mujer, tres hijos y una hipoteca, y no pienso poner en riesgo todo eso por que tres piraos hayan decidido quitarse la vida", "Esto está lleno de trepas. Yo hago mi curro, no me meto con nadie y nunca he tenido ningún problema", "A ver si se ponen las pilas los del comité", "Dígame una sola empresa en este país en la que los trabajadores no hagan más horas de las que pone en su contrato", "Supongo que todas las empresas son similares, ¿no?"

La actriz se ha sorprendido al comprobar que el público que ha visto la película no ha encontrado problemas para identificarse con ella, "ya sea porque es uno de los malos, porque ha estado en esa posición, o porque conoce a alguien que lo ha estado". Aunque ella misma no se ha visto en una situación así —en la actuación, asegura, no hay índices de producción y venta que medir, ni jornadas de doce horas que se alarguen durante meses— no le faltan ejemplos de afectados a su alrededor: "Yo tengo mogollón de amigos que han estado de baja por depresión, por haber estado en situaciones horribles, laboralmente hablando".

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Su personaje es el pilar sobre el que Cánovas ha construido su adaptación. Tenía los diálogos de Tabares, "frescos, cinematográficos", pero debía apoyar el relato en "el arco de personaje de Sofía". "Es una historia sencilla, de transformación", explica el cineasta. La de una directiva "despiadada", en palabras de Verdú, que se replanteará su trayectoria y también su fuerza frente a la empresa. ¿Pero puede un individuo solo cambiar el sistema de alguna manera? "Siempre se puede cambiar algo", defiende ella, "Todo ha partido en la historia de actos individuales que luego se han hecho grandes. Mira aquella mujer negra que iba en un autobús y no quiso cederle el asiento a un blanco... Lo que pasa es que la lucha es grande, y 'la unión hace la fuerza". Aunque Verdú también admite que la situación de su personaje es privilegiada, y el sistema, difícil de vencer: "Cuánta gente tiene que tragar y tragar, porque si no la respuesta ya la sabes: 'Ahí está la puerta'. Sal tú con 50 años, con hipoteca y niños. Se han beneficiado de los tiempos de crisis".

El proyecto, como admite el propio director, era arriesgado. Mezclar dos temas espinosos (los suicidios y la explotación laboral generalizada) era más sencillo en teatro, donde no se tiene que reunir un capital tan significativo y que por tanto puede permitirse cierta disidencia. En el cine, un sector controlado por grandes empresas (sobre todo en distribución y exhibición), es otra cosa. La punta del iceberg podría haberse quedado en un cajón: "No pensé que fuera difícil sacarla adelante, por tratar el tema del suicidio y el acoso laboral, pero luego me di cuenta de que sí. No me imagino a alguien en Estados Unidos, por ejemplo, produciendo esta película", confiesa el director. No ayudaba, tampoco, que fuera un director primerizo, por mucho que fuera nominado al Goya por su corto El intruso en 2006. Si el filme llega el viernes a los cines es en gran medida gracias al apoyo de Gerardo Herrero, director y productor histórico, y su sello Tornasol. "Eso me abrió las puertas y permitió que los actores que tenía en la cabeza se sumaran", añade. 

Los primeros que le rondaron la cabeza fue la pareja Maribel Verdú-Carmelo Gómez. Este último anunció hace un año que había decidido dejar el cine, y en una entrevista con infoLibre anunció que se retiraba también del teatro. Ahora mismo está de gira con la obra El alcalde de Zalamea, pero, ¿volverá el público a verlo en pantalla? "El cine español no puede prescindir de Carmelo Gómez, y a mí me daría mucha pena", dice Verdú, compañera y amiga, "Pero me parece admirable su decisión, porque en la vida hay un éxito: vivir como tú quieras". También de eso va La punta del iceberg

“Ningún trabajo merece la pena que te dejes la piel en él. Ninguno. Primero, porque te vendes demasiado barato. Segundo, porque acabas vendiendo a los demás”. Esta frase podría figurar en un libro de autoayuda. O quizás en un fanzine filoanarquista. Pero aparece en la película La punta del icebergestrenada el pasado sábado en el Festival de Málaga y en salas este viernes. Y el contexto la hace más oscura: la pronuncia un personaje llamado Marcelo Miralles, o más bien su fantasma. Marcelo Miralles se suicidó en la oficina pocos días antes. 

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