Fueron 5.000 los fusilados en la provincia de Granada, 5.000 (según la Asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica) los que fueron asesinados después del golpe de Estado del 18 de julio de 1936, 5.000 los enterrados en zonas de labranza y de suelo blando. El nombre de uno de ellos reluce sobre los demás, aunque a todos les esperaran las mismas balas y la misma muerte. En la madrugada del 17 de agosto se cumplen 80 años desde que los sublevados acabaran con la vida de Federico García Lorca en los barrancos entre Víznar y Alfacar.
Es precisamente ese lugar en torno al que giran la mayor parte de las conversaciones sobre la muerte del poeta. Y más cuando en septiembre se iniciará una nueva excavación que, buscando los restos de aquellos junto a los que fue fusilado, espera da con los suyos. Pero la recuperación de su cuerpo no es la única deuda pendiente. Repasamos los desafíos lorquianos en el terreno de la memoria histórica, lo político, lo literario y lo teatral.
El poeta junto a Dióscoro Galindo
El arqueólogo Javier Navarro ultima preparativos. El 19 de septiembre espera estar supervisando el trabajo de una gigantesca pala excavadora que desplace el terreno para encontrar los pozos de agua a los que sospecha que fueron arrojados los cuerpos de García Lorca y aquellos junto a los que fue asesinado. Navarro no contempla el fracaso de las búsquedas de 2009 y 2014, y sigue la investigación del historiador Miguel Caballero, autor de Las últimas trece horas de García Lorca (La Esfera de los Libros). La fosa se encuentra, según ambos, a unos 400 metros del lugar indicado por el hispanista Ian Gibson.
Llevarán a cabo la búsqueda, no obstante, sin la aprobación de la familia del escritor. Oficialmente, buscan al maestro republicano y los dos banderilleros anarquistas que fueron fusilados y enterrados junto a él: Dióscoro Galindo —cuya nieta, Nieves García, otorga autoridad moral al proyecto con su apoyo—, Joaquín Arcollas y Francisco Galadí. La presencia de restos humanos en esta zona, que ya ha sido removida para levantar un campo de fútbol que no llegó a construirse, daría alas a la cada vez más remota posibilidad de encontrar los restos del poeta y de los demás represaliados.
“Hemos detectado tres anomalías en el terreno”, explica Navarro, “pero no sabremos nada con certeza hasta que no estemos allí”. Por ahora, han conseguido todas las autorizaciones necesarias —que tendrían que ampliar en el caso de que encuentren restos humanos— y 36.000 euros de financiación privada. Se basan en los testimonios del falangista Eduardo Molina Fajardo y del general Fernando Nestares sobre el paradero del cuerpo de García Lorca. Pero Navarro asegura que si se tratara de una “fosa anónima”, como las otras seis sobre las que ha actuado, “no hubiera habido tantos problemas” burocráticos. "Yo busco a mi abuelo. Lorca pone el nombre, pero si te digo la verdad para nosotros es un impedimiento", afirmaba Nieves García a este periódico.
Ian Gibson, uno de los mayores expertos en la biografía de Lorca, sembraba este sábado varias dudas sobre el paradero de los restos del poeta. En un artículo en el suplemento cultural Babelia (El País) formulaba, sin responderlas, las siguientes preguntas: "¿Fueron trasladados [los restos] a los pocos días por los sublevados —conscientes del magno “error” cometido— a un paradero secreto? ¿Podría ser cierto, como se rumorea a menudo en Granada, que el régimen de Franco los exhumara en una fecha posterior? ¿Aparecieron en 1986, cuando la Diputación Provincial vallaba el parque de Alfacar que lleva el nombre del poeta, y se ocultaron ilegalmente en otro rincón del paraje?". Gibson solo dice "Ojalá haya pronto noticias", pero la Asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica asegura que se avecina una nueva revelación al respecto.
Lorca “despolitizado”
El anuncio de la nueva excavación ha suscitado cierta polémica entre los que se dedican a la recuperación de la memoria del poeta. En su libro, Caballero defiende que el fusilamiento de Lorca estuvo motivado por rencillas familiares, y no por su compromiso con el Gobierno republicano o su homosexualidad. "Lorca no fue asesinado ni por rojo ni por maricón", afirmó en una entrevista. Emilio Silva, presidente de la Asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica, critica precisamente la “despolitización” que ha sufrido su figura: “Lorca debería ser un símbolo político, que optó libremente por unas ideas y preferencias sexuales y murió por su diferencia”.
Pero se ha convertido, critica, “en una especie de hecho folclórico”, una transformación facilitada a su entender por el franquismo y por “el modelo de la Transición”. Por eso, además de exigir la búsqueda de sus restos, “como la de miles de represaliados que siguen desaparecidos [se calcula que hubo 130.000 víctimas mortales]”, pide una restitución del relato de su asesinato. “Se cuenta como si fuera un acto de guerra, algo natural en un conflicto, cuando fue la materialización de un proyecto de país donde sobraba gente como él”, denuncia.
El espacio simbólico de batalla es, para él, el de los libros de texto; una necesidad agudizada por casos como el del título de Anaya en el que se leía que Lorca “murió, cerca de su pueblo, durante la guerra en España”, sin mencionar el asesinato ni la desaparición de sus restos. El libro fue retirado en 2014, cuando saltó la polémica, pero Silva considera que la invisibilización de ciertos aspectos de su biografía es generalizada, como su homosexualidad, tendencia que denunciaron el último día del Orgullo reclamando a Lorca como símbolo de la lucha LGTBI. De la misma forma, considera "vergonzoso" que en el monumento dedicado al poeta en la plaza de Santa Ana, en Madrid, no haya una sola indicación sobre su asesinato.
Actualización lorquiana
De la misma opinión es el escritor Luis García Montero, autor del ensayo Un lector llamado Federico García Lorca (Taurus, 2016) y fascinado con los versos del poeta desde la adolescencia. En el plano editorial, explica, "se ha hecho un esfuerzo muy grande" y el granadino es "de los autores mejor editados": en los noventa fueron recuperados sus textos juveniles y espistolarios, e incluso se conocen y estudian las distintas versiones de sus últimos textos. García Montero descarta que aparezcan nuevas obras de su paisano, o incluso documentos personales que esclarezcan aspectos esenciales de su creación.
"García Lorca, con Cervantes, es de los autores más conocidos de la literatura española. Lo iremos actualizando conforme vaya pasando el tiempo, como con Shakespeare, y eso nos dará nuevas miradas sobre su escritura", vaticina. Pero hay lecturas de Lorca que hay que defender. Como "la influencia de su homosexualidad en su obra", que, explica, se ha preferido ocultar, aunque sin éxito. Recuerda que Poeta en Nueva York es un título "claramente anticapitalista", pero también reivindica el compromiso que se trasluce de su diálogo con lo popular.
"Ese componente no es un rasgo folclórico, sino muy político. Los republicanos, frente a los que se hacían llamar 'nacionales', tenían interés en reivindicar que ellos eran los depositores de la identidad nacional", explica. El franquismo recuperó ese relato de la España profunda esbozado en obras como Romancero gitano, Yerma o Bodas de sangre, pero desbrozándolo del escándalo que supusieron en su época, para "asimilarlo a la cultura franquista". Una lectura contemporánea de Lorca, defiende, necesita recordar este propósito.
El teatro posible
Ver másAlberto Conejero hereda el "drama social" de Lorca
Ha sido un buen año para esa parte de Lorca que vivía sobre las tablas. El teatro español ha estado atento a la celebración celebración del aniversario de su muerte, y en las últimas temporadas se han podido ver potentes representaciones de sus obras, como El público, dirigido por Àlex Rigola; Así que pasen cinco años, reestrenado por la histórica compañía Atalaya 30 años después; y un Amor de Don Perlimplín con Belisa en su jardín con versión del dramaturgo Alberto Conejero. El escritor, que ya se había acercado al granadino con La piedra oscura, sobre uno de los últimos amantes del poeta, se alegra de la cosecha de montajes lorquianos.
"Ha sido un año muy feliz para el llamado 'teatro imposible', que lo que demuestra es que no era imposible", defiende, abordando las "comedias" apodadas con el descorazonador sobrenombre por el propio autor, y que comprenden obras de vanguardia y difícil montaje como las nombradas, además de la incompleta Comedia sin título. Pero, después de esta conquista, Conejero invita a acercarse a "el teatro breve e inconcluso" como los Diálogos —piezas cortas de gran carga simbólica—, Dragón o Posada —editados en los ochenta—, y al teatro de juventud, como El maleficio de la mariposa, en el que ve "el pulso tembloroso del joven, pero con una voz singular".
"Ese teatro está esperando a los jóvenes, pero también es necesaria una mirada más contemporánea a los dramas, con montajes más libres. No hay que tener pudor a acercarse a Federico", defiende. Tiene como referencia de un acercamiento actual a la dramaturgia del granadino el montaje Lorca al vacío, de María Velasco, una de las autoras teatrales emergentes más señaladas. Y, antes de retirarse a la escritura de una nueva obra, apunta: "Pienso en los ingleses, en Shakespeare. Lorca es un contemporáneo, pero también un clásico: nunca va a haber demasiado Lorca".
Fueron 5.000 los fusilados en la provincia de Granada, 5.000 (según la Asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica) los que fueron asesinados después del golpe de Estado del 18 de julio de 1936, 5.000 los enterrados en zonas de labranza y de suelo blando. El nombre de uno de ellos reluce sobre los demás, aunque a todos les esperaran las mismas balas y la misma muerte. En la madrugada del 17 de agosto se cumplen 80 años desde que los sublevados acabaran con la vida de Federico García Lorca en los barrancos entre Víznar y Alfacar.