El mundo que hoy habitamos no está construido a base de compartimentos estancos: al contrario, los países, las instituciones, las personas, todo está interconectado. Aunque a otro nivel, lo mismo ocurría en la España franquista, imposible de comprender sin el contexto histórico en que se fraguó, el que se abrió a partir de la Segunda Guerra Mundial, o sin los éxitos y fracasos tecnológicos, culturales o sociales que se iban dando en Europa, Occidente y en menor medida en el resto del globo.
Con una motivación ante todo didáctica, porque aún cuatro décadas después del fin de aquella etapa siguen existiendo “memorias divididas”, se ha montado en Zaragoza la exposición Cuarenta años con Franco, repartida en dos espacios zaragozanos, la Casa de los Morlanes y el Palacio de Montemuzo, y abierta hasta el 28 de junio. Paralela a una publicación del mismo nombre, coordinada por el historiador Julián Casanova y con textos de Mary Nash, Carlos Gil Andrés, Borja de Riquer o José Carlos Mainer —entre otros varios—, la muestra, como el libro, pretenden aportar una visión panorámica y poliédrica, así como rigurosa, de una dictadura especialmente larga que fua avanzando muchas veces en la dirección contraria a casi todos los países del entorno.
Vista de la exposición, repartida entre la Casa de los Morlanes y el Palacio de Montemuzo, en Zaragoza. | EFE
En el continente, tras el fin de la Guerra del 39-45, “las dictaduras derechistas, que habían sido dominantes desde los años veinte, desaparecieron de Europa, salvo en Portugal y España”, como explica el catálogo de la muestra. “Francisco Franco y Antonio Oliveira de Salazar fueron, por tanto, los únicos dictadores que, como no intervinieron oficialmente en la Segunda Guerra Mundial, pudieron continuar en el poder tras ella”. Década a década, la exposición desentraña a través de documentación, fotografías, material audiovisual y objetos variados —desde un garrote vil a los pupitres de una escuela de la época— qué significaron esos cuarenta años de desvío histórico.
Los dos primeros decenios del franquismo, los que corresponden a los años cuarenta y cincuenta, marcaron el primero la rubricación de la paz en España, que no llegó hasta 1948, y el segundo la posterior consolidación del régimen dictatorial. Internacionalmente llegaron los tiempos de la Guerra fría, y la hostilidad estadounidense frente a España terminó en 1953 con el otorgamiento de ayuda económica y militar a cambio de la construcción en la península de cuatro bases aéreas. Los sesenta supusieron “el desarrollo dentro del orden”, una autarquía impuesta en la posguerra que empezó a abrirse desde 1959 con la aprobación de un plan de flexibilización de la economía impulsado por el FMI. En los setenta llegó la crisis en forma de terrorismo, luchas de poder y represión, que culminó en el nombramiento del rey Juan Carlos como sucesor del ya viejo y enfermo Franco.
Vista de la exposición, repartida entre la Casa de los Morlanes y el Palacio de Montemuzo, en Zaragoza. | EFE
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Articulado en torno a tres poderes, Falange, Iglesia y Ejército, el régimen franquista se tradujo en un primer momento en una mezcla de “hambre, orden y control social” que, pasando por la “represión, cárceles, ejecuciones, víctimas”, vio trasladarse a millones de españoles “del campo a la ciudad”, en un éxodo también inserto “entre la tradición y la modernidad”. La escuela franquista, así como la literatura, la televisión o el cine fueron vehículos de transmisión de los valores del régimen, y por eso no han sido olvidados ni la muestra ni en el libro 40 años con Franco, un recuento de la cotidianidad vivida entre 1939 y 1975.
La muestra, que es fruto de 30 años de recopilación de información y documentación, ha contado con la colaboración de una treintena de instituciones y un presupuesto de 60.000 euros. El fin de este proyecto heterogéneo es, como señaló Casanova en el acto de presentación en Zaragoza, recogida por Europa Press, "proyectar miradas libres al pasado, que para algunos es traumático, para otros nostálgico y otros lo ven con rabia". El catedrático quiso subrayar también la falta de apoyo por parte del Gobierno a la hora de sacar adelante la exposición, impulsada por el Ayuntamiento de la capital aragonesa y que ya ha recibido el interés de ciudades como Madrid y Barcelona. "Se trata", resumió el catedrático, "de conectar historia y memoria, de ofrecer de forma didáctica las partes más visibles y ocultas de aquella dictadura de cuarenta años"
Vista de la exposición, repartida entre la Casa de los Morlanes y el Palacio de Montemuzo, en Zaragoza. | EFE
El mundo que hoy habitamos no está construido a base de compartimentos estancos: al contrario, los países, las instituciones, las personas, todo está interconectado. Aunque a otro nivel, lo mismo ocurría en la España franquista, imposible de comprender sin el contexto histórico en que se fraguó, el que se abrió a partir de la Segunda Guerra Mundial, o sin los éxitos y fracasos tecnológicos, culturales o sociales que se iban dando en Europa, Occidente y en menor medida en el resto del globo.