En un período donde las mujeres luchaban por ser reconocidas en el ámbito artístico, una pintora destacó no solo por su talento, sino también por desafiar las expectativas impuestas a las mujeres de su tiempo. Es el caso de Rosa Bonheur (1822-1899), una destacada pintora francesa que despertó admiración, tanto en su país como en España o Estados Unidos.
En la Francia del siglo XIX las mujeres seguían teniendo grandes dificultades para acceder a la enseñanza artística, según explica Carmen Cabrejas Almenena en su obra La mujer y el arte en el siglo XIX. Durante todo este siglo la enseñanza oficial estuvo presidida por las Academias, “lugares a los que las mujeres tenían muchas dificultades para acceder”. Y si tenían la suerte de entrar, no podían acceder a algunas asignaturas clave como Anatomía (lo que las frenaba a la hora de explorar las temáticas artísticas más valoradas, como la pintura de Historia). Es por ello por lo que la mayoría de mujeres que acababan dedicándose a la pintura tenían algún familiar en el mundo del arte que les facilitaba el aprendizaje o la formación. Este fue el caso de Rosa Bonheur, hija y hermana de pintores, que se inició en el mundo del arte desde muy pequeña.
Las mujeres no solamente experimentaban limitaciones en el aprendizaje del arte, sino también en la temática. Tenían más facilidades para dedicarse a determinados géneros por considerarse más femeninos. Era más común que las pintoras se centraran en la miniatura, la ilustración, bodegones, los bordados… En el caso de Bonheur, su obra se ubica principalmente en la pintura animal, un género que en la época era considerado inferior a la representación de la figura humana. La mayoría de cuadros de la artista tienen como protagonistas a animales salvajes, domésticos, de granja… A pesar de que este no es uno de los géneros que daba más prestigio, Bonheur llegó a ser una de las pintoras más influyentes de todo el siglo XIX.
La pintora alcanzó el éxito en los círculos realistas y naturalistas. La mayor parte de la obra de Bonheur se sumergía en la vida rural, centrándose en la ganadería o la trashumancia. Aunque en algunas ocasiones sus cuadros incluyeron figuras humanas, como pastores de ovejas o trashumantes, rara vez eran el tema central de sus composiciones.
El arte de desafiar normas
Rosa Bonheur no solo fue reconocida y admirada por su destreza en la pintura, sino que su carácter y forma de ser también han llegado hasta nuestros días. Una de las cuestiones que más llamó la atención en pleno siglo XIX fue la manera de vestir que tenía la pintora. Mientras que las mujeres de la época (artistas o no) solo llevaban vestidos, Bonheur vestía pantalones.
En la Francia de Rosa Bonheur, las mujeres tenían prohibido ponerse pantalones; se requería solicitar el derecho de travestismo para hacerlo. La propia artista tuvo que justificar esta solicitud explicando que, para llevar a cabo su trabajo de pintura de animales, necesitaba desplazarse a establos y ferias de ganado, donde resultaba incómodo y poco práctico usar vestidos o faldas. Fue así como durante años pudo vestir pantalones de manera legal.
Este no es el único “comportamiento masculino” que se le atribuye, sino que también se dice que fumaba puros y le gustaba participar en cacerías. En conversación con infoLibre, Pablo Ortiz de Zárate, periodista especializado en arte, añade que Bonheur también llevaba el pelo corto y vivió con orgullo su lesbianismo: “Es cierto que en algunas fases de su vida tuvo que esconderlo o negarlo, pero ella vivió abiertamente como lesbiana”. El periodista señala cómo ella decía que “era la más hombre de todos los pintores”.
La historiadora del arte y feminista Beatriz Porqueres cita a Rosa Bonheur en su obra Perspectivas históricas de la situación de las artistas. En ella afirma cómo cuando descubrimos a una nueva pintora o artista, a menudo “su vida suele emocionarnos mucho más que su obra”, y lo ejemplifica con Bonheur: “Es difícil conmoverse ante uno de sus cuadros, pero cuán profundamente nos llega y nos toca saber que vivió abiertamente su amor por Nathalie Micas primero y por Anna Klumpke después, sus esposas, como ella gustaba de llamarlas, con las que está enterrada en el cementerio de Pére Lachaise bajo el epitafio ‘la amistad es afecto divino”.
La manera de comportarse tan contraria a lo que se esperaba de una mujer y el que viviera abiertamente su sexualidad llama la atención. Y es que aunque vivió en una época muy conservadora, su forma de vida no pareció tener mayor importancia dentro del ámbito artístico, ya que se puso siempre por delante la destreza de la artista.
Reconocimiento internacional
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Francia no tardó en apreciar el talento de esta pintora. Rosa Bonheur expuso en los salones parisinos desde 1841, con 26 años. Durante muchos años sus obras estuvieron en las exposiciones artísticas más importantes de París. Y aunque recibió varios galardones y medallas, fue en 1848 cuando logró la medalla de oro en la exposición animal de la Academia de Bellas Artes celebrada en el Salón de París. También en Francia fue la primera mujer en ser galardonada con la Gran Cruz de la Legión de Honor francesa, en 1865 (entregada por la misma emperatriz Eugenia de Montijo, esposa de Napoleón III).
El reconocimiento que recibió en vida como artista fue más allá de su país de origen, pues en España le otorgaron la Orden de Isabel La Católica. De hecho, se dice que fue la primera mujer en ser homenajeada en España por sus méritos profesionales. Bonheur también era muy querida en Inglaterra (donde se la conocía como “la gloriosa francesa”), en Estados Unidos (país donde se creó una muñeca con su nombre inspirada en ella), en Bélgica, México… La obra de la pintora recibió una gran acogida internacional mientras vivió. Según Pablo Ortiz de Zárate, la pintora no solo logró subsistir de su arte, sino que llevó una vida lujosa. El periodista relata cómo pudo costearse residir en lo que podría describirse como un castillo, donde incluso creó un pequeño zoológico con leones (animal con el que la pintora estaba obsesionada).
Pese a todo el reconocimiento internacional o los múltiples premios y galardones que recibió en vida, la figura de esta pintora ha sufrido el olvido posterior propio de las mujeres artistas. Eugenia Viña, artista y profesora en la Universidad de Buenos Aires, reconoce a infoLibre que “no es conocida porque la historia del arte es una narrativa construida por varones” donde las mujeres quedan “olvidadas, subcategorizadas o negadas”. Ortiz de Zárate coincide en que ser mujer ha sido una de las razones por las que el nombre de Rosa Bonheur no ha recibido la atención y estudio que merece en la actualidad. También añade que en España hemos vivido esta invisibilización. Y es que uno de los cuadros más reconocidos de la artista, El Cid (1879), un retrato en primer plano de un león, “ha estado en los almacenes del Museo del Prado durante 140 años”. Afortunadamente, el periodista celebra que esta obra ahora esté expuesta de forma permanente, animando a cualquier persona interesada en presenciar el talento de Rosa Bonheur a visitar la pinacoteca y admirarla.
En un período donde las mujeres luchaban por ser reconocidas en el ámbito artístico, una pintora destacó no solo por su talento, sino también por desafiar las expectativas impuestas a las mujeres de su tiempo. Es el caso de Rosa Bonheur (1822-1899), una destacada pintora francesa que despertó admiración, tanto en su país como en España o Estados Unidos.