Sálvame, autoedición deluxe

EVA ORÚE

Alguno me reprochará, y quizá a justo título (nunca mejor dicho), mi querencia por los juegos de palabras. Lo digo, claro, por la frase que encabeza este texto.

Acepto la crítica. Pero, por favor, lean antes de juzgarme.

En el mes de julio de 2013 aquí mismo publicamos un artículo titulado El boom de los escritores Juan Palomo, en el que hablábamos de y con quienes han puesto en marcha plataformas para la autoedición digital o tradicional, y de y con quienes las usan, escritores que quieren ver su obra publicada sin más, o que habiendo sido rechazados por las editoriales tradicionales piensan:

a) que no necesitan intermediarios para llegar a los lectores; o

b) que si las cosas les van bien, los que les rechazaron acabarán ofreciéndoles un contrato.

Una tiende a imaginar que, de haber nacido sus autores en esta época, tras acumular rechazos editoriales, Ulises podría haber iniciado su singladura en una de esas plataformas y Harry Potter habría tenido una educación digital… Pero desde luego los tiempos de James Joyce, incluso los de JK Rowling, eran otros.

Hasta aquí hablábamos de eficaces instrumentos (Bubok, Lulu, Amazon) sin prestigio literario, o de editoriales más ambiciosas (Círculo Rojo, Vive Libro) sin pedigrí literario.

La novedad está en que, ahora, sellos que sí atesoran un catálogo se lanzan a la aventura. De ahí el título.

Un ejemplo

“Estimado amigo: la editorial Renacimiento quiere abrirse a eso que suele llamarse producción editorial o servicios editoriales, es decir, a editar libros por encargo del interesado. La crisis del libro no es sólo un desastre natural (en el sentido en que son desastres y naturales los tsunamis y terremotos) sino también una oportunidad: la oportuna oportunidad de cambiar para poder seguir siendo los mismos y publicar las mismas cosas.”

Así empezaba un comunicado que recibí hace un par de semanas, firmado por Abelardo Linares, editor de Renacimiento.

El texto tenía algún momento chusco, allí donde aseguraba contar “con los mejores negros, los negros más blancos del mundo literario español”, pero más allá de este apunte, marcaba tendencia.

Poco después, La Factoría de Ideas, una editorial con más de veinte años de vida, me ofrecía sus servicios: “Si quieres publicar tu libro, ya sea con intención de comercializarlo o con idea de regalárselo a los tuyos, podemos ayudarte a lo largo de todo el proceso, a un precio muy competitivo. De tu ordenador a las estanterías”.

Así que me decidí a preguntar a Linares: ¿Qué lleva a una editorial con solera a adentrarse en este territorio?

“La crisis, desde luego. Pero también el adelantarse a los tiempos que vienen, o regresan.”

Sostiene Linares que cada vez se editará más y se leerá menos, de lo que se colige que el reto más común para muchos editores va a ser en el futuro el de sobrevivir con muy escasas ventas.

Explica que durante siglos, las imprentas han cumplido ese papel, el de editar libros al primer interesado, una tarea que ahora (a la fuerza ahorcan) van a tener que asumir los pequeños editores. “Lo importante —subraya— es hacerlo con profesionalidad, es decir, con un mínimo de belleza. Por lo demás —añade—, el mundo editorial de hoy mismo no tiene necesariamente que ver con la excelencia. Para comprobarlo basta con asomarse a los escaparates de muchas librerías, a las listas de bestsellers e incluso a ciertos Premios Nacionales de Literatura o de la Crítica”.

¡El prestigio! Ese bien intangible, tan difícil de conseguir, tan fácil de perder. ¿No teme Linares que el acumulado por Renacimiento, mucho o poco, se evapore?

El editor establece una curiosa línea de defensa: los premios literarios trucados cuyos finalistas tienen ya firmado su contrato en la cena de gala, sostiene, no han hecho sufrir en exceso el crédito de los grandes grupos editoriales que los convocan. Y las listas de los más vendidos, tan ficticias como repletas de libros ilegibles tampoco han perdido nada de su “credibilidad”, que es su prestigio, a los ojos de miles de lectores… “Editar sin lujos, pero decentemente, un libro en pequeña tirada a alguien que está dispuesto a costear la edición puede que no tenga nada que ver con el prestigio o su falta. En cualquier caso, mi experiencia es que de muchos libros excelentes ni siquiera he vendido 200 ejemplares. En esos 200 ejemplares posibles es en lo que valoro yo mi prestigio de editor.”

En su opinión, el “libro de autor” no es una moda más o menos pasajera. “A despecho de los grandes grupos editoriales, que dominan el mercado pero no saben cómo enfrentarse a este nuevo fenómeno, que no hará sino ir creciendo, el libro de encargo ha venido para quedarse.”

¿Seguro que no saben cómo enfrentarse…?

Dejemos que mi bandeja de entrada responda.

Allí llegó un correo anunciando el nacimiento (el pasado día 15) de Click Ediciones (Grupo Planeta), sello digital que publicará mensualmente 3 obras inéditas que se podrán leer en cualquier dispositivo y adquirir en cualquier plataforma de venta a un precio muy competitivo (3,99 €), y sin DRM.

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La nota sigue explicando que la responsabilidad de seleccionar los textos recae sobre una editora, Adelaida Herrera, a quien corresponde “dar una oportunidad a autores noveles que quieren abrirse camino en el mundo literario, así como a autores consagrados que quieren acercarse al creciente número de lectores que prefieren el formato digital”.

Vale, no es autoedición, pero eso de “autores noveles que quieren abrirse camino en el mundo literario” ¿no les suena a “escritores desconocidos en los que confiamos, sí, pero no tanto como para gastar papel en ellos, habida cuenta de cómo va el negocio”?

En cualquier caso, parafraseando al poeta podemos decir que el futuro de la edición ya no es lo que era. Y en eso están las editoriales: en cambiar su futuro.

Alguno me reprochará, y quizá a justo título (nunca mejor dicho), mi querencia por los juegos de palabras. Lo digo, claro, por la frase que encabeza este texto.

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