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Sánchez Soler: "La mayor parte de la fortuna de los Franco viene de las propiedades conseguidas durante la dictadura"

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La película Raza (1942), el ejercicio fílmico de propaganda franquista más conocido, se proponía revelar "episodios inéditos de la Cruzada española". "Una familia hidalga", decía la cinta, "es el centro de esta obra, imagen fiel de las familias españolas que han resistido los más duros embates del materialismo". Si el periodista Mariano Sánchez Soler usa esta cita para abrir su libro La familia Franco S.A. es por un cierto gusto por la ironía. ¿Resistir "los más duros embates del materialismo"? Del volumen, una investigación realizada a lo largo de décadas, se deduce que no fue exactamente eso lo que hicieron el Generalísimo, Nenuca (Carmen Franco Polo, su hija), el Yernísimo (Cristóbal Martínez-Bordiú, marido de esta), la Nietísima (Carmen Martínez-Bordiú, nieta del dictador), Francis (Francisco de Asís Franco, otro de los siete nietos y actual portavoz de la familia) y otros miembros de la ejemplar familia española. 

El volumen es una edición actualizada de Los Franco S.A., publicado por el sello Oberon en 2003. Allí, el reportero, que ha dedicado su carrera al periodismo de investigación en publicaciones como Tiempo o Interviú, consignaba ya parte de sus descubrimientos, trazados a lo largo de décadas, sobre la fortuna del dictador. Aquí tiene ocasión de seguir un poco más el rastro del dinero: hasta la muerte de Carmen Franco Polo, en 2017, que llevaría al reparto de las propiedades entre sus siete hijos; hasta el proceso judicial en torno al Pazo de Meirás, cuya propiedad está en disputa; hasta el regreso de la familia a los medios de comunicación a raíz de la exhumación de Francisco Franco. Es esto último lo que ha motivado, en parte, la nueva edición. "Lo que hay es un relanzamiento de la familia, en el terreno social y político", critica Sánchez Soler durante una entrevista con este medio en Madrid. "Durante mucho tiempo estuvieron en el ostracismo, y llegaron a hacer negocios con testaferros porque se sentían 'muy perseguidos'. Pero su pulso con el Gobierno ha cambiado todo". 

 

El recorrido del volumen va desde las primeras adquisiciones del dictador a los últimos movimientos empresariales de sus descendientes. Ahí está el Canto del Pico, una finca de 820.000 metros cuadrados en Torrelodones que incluye la Casa del Viento, una mansión declarada monumento nacional ya en 1930. En 1937, su propietario, José María de Palacio y Abarzuza, conde de las Almenas, su propietario, lo consignó en su testamento a nombre de Francisco Franco, "por su grandiosa reconquista de España", una cesión que se haría efectiva en 1941. Y ahí está el Pazo de Meirás, cedido al general sublevado en 1938. La casa, que había pertenecido a Emilia Pardo Bazán, había sido comprada previamente, con el único fin de regarlarla a Franco, por un organismo llamado Junta Provincial Pro Pazo del Caudillo, creado a tal efecto, que pudo adquirir la propiedad en parte gracias a consignaciones obligatorias recogidas entre vecinos y municipios de la zona. "Franco comienza a reunir propiedades solo por ser el vencedor de la guerra", apunta el periodista.

Tras años de abandono, la familia vendió el Canto del Pico en 1988 por 320 millones de pesetas (1,9 millones de euros). Algo similar quiso hacer con el Pazo, que apareció a la venta en el portal de una inmobiliaria de lujo, por 8 millones de euros, en febrero de 2018, pero la causa judicial que reclama la titularidad pública de la que fuera residencia veraniega de los Franco paralizó la operación. Por ejemplos como estos, Sánchez Soler descarta el retrato que pinta a los Franco como una familia de empresarios hechos a sí mismos: "La mayor parte de la fortuna de los Franco viene de las propiedades adquiridas, conseguidas durante la dictadura". Y, junto a la primera acumulación de fincas, él anota otro momento clave: la boda de Carmen Franco Polo con Cristóbal Martínez-Bordiú, marqués de Villaverde. "Es a partir de ahí cuando se empiezan a tramar negocios, porque [los Martínez-Bordiú] era gente que venía de ese mundo".

El título dedica también un espacio considerable a José María Sanchiz Sancho, tío de Cristóbal Martínez-Bordiú y secretario personal del dictador. "No solo es testaferro, sino que crea todas esas sociedades anónimas para tapar la propiedad", dice el periodista. Al comienzo de su investigación, uno de los elementos que más le sorprende del "entramado" es que "sus propiedades pertenecían todas sociedades anónimas, y ellos no estaban ni en los consejos de administración". "Es ahí donde se crea el negocio", insiste, "vinculado a empresarios y banqueros del régimen". Valdefuentes, por ejemplo, se constituyó en 1951 sin un solo miembro de la familia del dictador entre sus socios. Tardó poco en reunir 55 fincas, y se embarcó a lo largo de las décadas en distintas aventuras empresariales para acabar, en 1978, con Carmen Franco como dueña y presidenta del consejo de administración. Es solo un ejemplo, reivindica el autor, de la práctica generalizada durante la dictadura: "Si tú tienes un país destruido, rural, sin industria, pasas una posguerra de 20 años donde estás totalmente aislado... Pues ya está, tú creas el tejido económico".

La familia Franco S.A. contiene una descripción detallada del entramado societario desarrollado poco a poco por los herederos y su entorno, y de la participación de unos y otros en los consejos de administración de otras empresas, un trabajo que Sánchez Soler abordó también en libros como Ricos por la patria (2991) o Los banqueros de Franco (2005). En 1975, lo que el periodista llama "el holding de la corte de El Pardo" acumulaba un capital social estimado en 100.000 millones de pesetas (unos 600 millones de euros), en empresas como Renault, Unión Eléctrica Fenosa, Galerías Preciados, Sanitas o Viajes Meliá. A eso había que sumar las propiedades inmobiliarias ocultas tras sociedades anónimas de la familia, como Valdefuentes S.A., y las fincas que sí estaban a nombre de Franco a su muerte, como el Pazo de Meirás, el Canto del Pico y la casa solariega de Cornide, La fortuna personal del dictador ascendía entonces a 23 millones de pesetas (138.000 euros), pero eso era porque gran parte de las riquezas estaban ya a nombre de su esposa, que en 1977 dijo poseer 89 millones de pesetas (534.000 euros) en patrimonio inmobiliario. El Yernísimo, por su parte, declaró 107 millones de pesetas (643.000 euros) en inmuebles. 

"Me preguntan a menudo a cuánto asciende la fortuna, yo siempre digo que es imposible saberlo", admite Sánchez Soler. Se puede estimar el valor de las propiedades, la participación en ciertas empresas, algunos regalos recibidos por el dictador o los objetos "que han ido apareciendo en Christie's o Sotheby's". Pero no se conoce, dice, la totalidad del patrimonio empresarial de la familia, y tampoco el dinero que pueda estar en el extranjero, "en Suiza, donde iban mucho; en Miami, donde tienen propiedades; en Filipinas". Sí se sabe, como recoge el libro, que Francis Franco se acogió a la amnistía fiscal de Cristóbal Montoro, regularizando 7,5 millones de euros que tenía en los Estados Unidos. O que sus hijos Francisco y Juan José Franco Suelves aparecían en los papeles de Panamá.

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Lo que se conoce, lo anota prolijamente el periodista. Que hasta su muerte, Carmen Franco participó en 21 consejos de administración, que Francis Franco participaba en más de veinte y que el resto de hijos se reparte por otra veintena de empresas. Que entre ellas, Sargo Consulting y Fiolasa, una consultoría y una inmobiliaria, resultan centrales: ambas fueron constituidas por Carmen Franco y ambas son controladas hoy por sus hijos, con un capital activo conjunto de más de 37 millones de euros y un patrimonio común de más de 35 millones. Tras estas, asegura el periodista, están las empresas de Francis Franco, el más exitoso en este ámbito. Entre ellas figuran Estacionamientos Urme —de cuya venta se informó en agosto— y Aparcamientos Atocha 70, con casi 200 plazas de aparcamientos en el centro de Madrid, o Montecopel, dedicada a la promoción inmobiliaria. 

Por ahora, el Pazo de Meirás es la única propiedad de los Franco en disputa. "Como la familia ha incordiado tanto al Gobierno, y es mi opinión, han investigado y la Abogacía del Estado ha encontrado en los archivos otro documento de compra y venta del Pazo", recuerda el periodista. El documento encontrado data de 1938, y su aparición pone en duda el documento ya conocido de 1941, por lo que el Estado defiende que la venta del terreno fue "simulada y fraudulenta". Pero el autor duda de que otros bienes de la familia puedan encontrar un futuro parecido.  "Si un noble le regala un palacio, en Torrelodones, por ser el vencedor de la Guerra Civil, ¿qué hacemos? Puedes decir que te parece bien o mal, pero ¿qué hacemos? ¿Y si se recalifican terrenos de por medio? Sabes que hay tráfico de influencias, tratos de favor, pero lo sabes en la teoría", explica. El propósito de su investigación, meramente informativo, no le parece menor: "Hay que conocer la historia de tu país. Lo importante es, para mí, que quede claro que, durante una Guerra Civil y una posguerra, ha habido personas que han sido fusiladas y personas que se han enriquecido".

 

La película Raza (1942), el ejercicio fílmico de propaganda franquista más conocido, se proponía revelar "episodios inéditos de la Cruzada española". "Una familia hidalga", decía la cinta, "es el centro de esta obra, imagen fiel de las familias españolas que han resistido los más duros embates del materialismo". Si el periodista Mariano Sánchez Soler usa esta cita para abrir su libro La familia Franco S.A. es por un cierto gusto por la ironía. ¿Resistir "los más duros embates del materialismo"? Del volumen, una investigación realizada a lo largo de décadas, se deduce que no fue exactamente eso lo que hicieron el Generalísimo, Nenuca (Carmen Franco Polo, su hija), el Yernísimo (Cristóbal Martínez-Bordiú, marido de esta), la Nietísima (Carmen Martínez-Bordiú, nieta del dictador), Francis (Francisco de Asís Franco, otro de los siete nietos y actual portavoz de la familia) y otros miembros de la ejemplar familia española. 

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