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Las series huyen del escapismo

La ficción televisiva que depara la nueva temporada es menos ficción de lo que podría parecer. El éxito de Chernobyl, serie de HBO sobre la catástrofe nuclear de 1986,estrenada justo antes del verano, podría haber dado una pista de lo que viene: narraciones que están muy lejos de entrar en la categoría de documental, pero que trascienden el conocido "basado en hechos reales" para abrazar sin dudas el relato de un caso que de verdad ocurrió. Ni la ficción internacional ni la nacional parecen querer abandonar ese —solo relativamente— nuevo camino, y algunas de las nuevas producciones más esperadas del otoño, como El espía, En el corredor de la muerte o Creedme, siguen ahondando en este género. 

Quizás lo más sorprendente de El espíaEl espía no sea la historia real que reproduce, de forma más o menos fiel, sino su protagonista. Es Sacha Baron Cohen, conocido por sus personajes paródicos, con Ali G y Borat entre los más famosos, quien da vida al agente del Mossad Eli Cohen. No hay espacio para el esperpento cuando se trabaja con Gideon Raff, el productor ejecutivo de una serie tan poco cómica como HomelandHomeland, creador del show israelí en el que se basó el thriller estadounidense. Cohen —el espía, no el actor— es conocido por su trabajo durante los años sesenta en Siria, donde logró infiltrarse como agente israelí en la élite militar y política, hasta el punto de tener acceso privilegiado a algunas fuentes del Ministerio de Defensa. Aunque quizás sea aún más célebre por su final —no es spoiler, es hemeroteca—, descubierto y ajusticiado por el Gobierno sirio pese a la presión internacional. Los seis episodios de la primera temporada, que oscila entre el entrenamiento del agente en Israel y sus movimientos en Damasco, están disponibles en Netflix desde el pasado viernes. 

Más cercano resulta el caso de En el corredor de la muerte, donde Miguel Ángel Silvestre interpreta a Pablo Ibar, el hispanoestadounidense condenado a la pena capital en Estados Unidos por un triple asesinato sucedido en 1994. Se trata de una producción de Bambú para Movistar+, con Ramón Campos, Gema R. Neira y Diego Sotelo como showrunners, basada en el libro del periodista Nacho Carretero En el corredor de la muerte. El equipo busca así repetir el éxito de Fariña, que nacía con mimbres similares, pero añadiendo tres giros creativos.

El primero: con sus cuatro capítulos, la creación se acerca más a una miniserie y decide concentrar, en lugar de expandir, su fuerza dramática. El segundo: el equipo apuesta por la verosimilitud, pero también por la vida comercial internacional del producto, rodando parcialmente en inglés. El tercero: Bambú ha confiado la dirección a Carlos Marques-Marcet, cuya carrera ha sido ajena hasta ahora al género del thriller y el true crime, y, con películas como 10.000 km o Los días que vendrán, promete darle al conjunto un enfoque intimista, centrado en el desarrollo del personaje central. La serie se estrena el próximo 13 de septiembre, mientras el verdadero Ibar sigue en la cárcel, aunque lejos del corredor de la muerte: la repetición del juicio celebrado a finales de 2018 cambió su condena por la de cadena perpetua

Hay que regresar a Netflix para dar con otra de las series que caminan entre la ficción y el periodismo. Quizás con más intensidad que las anteriores, puesto que el suceso en el que se centra Creedme (también de estreno el 13 de septiembre) fue conocido gracias a un reportaje periodístico viral que terminó ganando un Premio Pulitzer. En 2015, los periodistas estadounidenses T. Christian Miller y Ken Armstrong, publicaron la historia de Marie Adlet, una adolescente que denunció haber sido violada en su casa por un extraño pero que, tras varios interrogatorios policiales, se retractó y acabó condenada por haber mentido a la policía. Solo que no mintió. 

Toni Collette y Merritt Wever dan vida a las dos detectives reales que ligaron el caso de Adler, tomado como la demonstración de la poca fiabilidad de las mujeres jóvenes y del peligro de las denuncias falsas, con la caza de un violador en serie. De esta forma, la serie se erige como una reflexión sobre la credibilidad dada a las víctimas y el tratamiento policial y periodístico de los delitos sexuales, dialogando directamente con las páginas de los periódicos. Con un manejo del calendario perfecto, la editorial Libros del KO ha traducido recientemente Creedme, el libro que recoge la investigación periodística completa. 

Un pie en la realidad, un pie en la fantasía

De la misma manera que Years and years (BBC) atrajo parte del debate público en los últimos meses con una distopía que muchos vieron como probable, incluso allí donde se maneja la ficción pura se pueden encontrar lazos tendidos a la realidad. Es el caso de Criminal, una novedosa coproducción internacional, o de The politician, la nueva apuesta de Ryan Murphy.

Criminal, también de Netflix, se estrena en todo el mundo el próximo 20 de septiembre. En ella participan Carmen Machi, Emma Suárez e Inma Cuesta, entre otros, pero no es una producción española, o no del todo. Por allí pasan también David Tennant, Hayley Atwell o Jérémie Renier. Más allá de su resultado, el movimiento de la cadena, que expande sus lazos por Europa, es un salto mortal desde su producción: cuatro equipos de cuatro países (Reino Unido, Francia, Alemania y España) desarrollan cuatro tramas, cada una en su idioma original, a razón de tres episodios por nacionalidad. El común denominador es el mecanismo por el que este thriller policial se va desarrollando: como en la serie Mindhunter, aquí lo que cuenta son los interrogatorios. ¿Y el lazo con la realidad? Por ahí desfilan el atentado de la sala Bataclan en París o las consecuencias de la reunificación alemana. 

No se puede decir que Ryan Murphy sea un creador especialmente interesado por el realismo. Tiene a sus espaldas exitosas producciones como American Horror Story, Feud y PoseAmerican Horror StoryFeud Pose, muy hábiles en su capacidad por jugar con el camp sin alejarse del gran público. Pero también se le puede encontrar entre los productores ejecutivos y directores de American Crime Story, que ha ficcionado el juicio de O. J. Simpson y el asesinato de Gianni Versace. En The politician (Netflix se lleva la palma acaparando el inicio de la temporada), aúna un talento doble: el manejo diestro de la hipérbole, el humor y el pop, y la mirada aguda sobre la actualidad política, social y cultural. En esta serie, el espectador sigue a Payton Hobart, un ambicioso joven que solo ha aspirado a una profesión desde muy pequeño: la de presidente de los Estados Unidos. Cada temporada —ha sido renovada para una segunda antes siquiera de su estreno— seguirá al protagonista en cada una de las elecciones que deberá ganar para llegar a la cima. La primera: representante de estudiantes en un instituto de élite. 

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Pero ninguna tendencia es unívoca. De la misma forma que Years and years y Chernobyl convivían con Juego de Tronos, las series nombradas son coetáneas de la nueva temporada de Transparent y del estreno de la versión televisiva de Watchmen. Transparent, que ha seguido a Maura Pfefferman en su transición y su vida como una mujer trans, cierra la saga de esta familia con una huida completa del realismo: la entrega final no será una temporada al uso, sino una película musical. De esta manera, Jill Soloway, showrunner de la serie, lleva a la práctica una idea que nació como absurda ocurrencia, explorando lo que sucede a sus personajes tras la muerte de su personaje principal, interpretado por Jeffrey Tambor —que fue despedido de manera fulminante después de que dos personas le acusaran de acoso sexual en el trabajo durante la propia serie—. La película/temporada se estrena a final de mes en Amazon Prime Video. 

Watchmen Watchmenes la gran apuesta de HBO para la rentrée seriéfila, pero tendrá que esperar hasta octubre. El cómic de Alan Moore y Dave Gibbons, que viajó desde el estatus de obra de culto a libro popularísimo, ya fue adaptado al cine por Zack Snyder en 2009, pero la cadena estadounidense, que debe esforzarse por llenar el hueco dejado tras Juego de Tronosrescata la ficción poniéndola en manos de Damon Lindeloff, cocreador de Perdidos. Esta nueva exploración del universo ideado por Moore y Gibbons se sitúa tres décadas después del final del cómic, en un universo alternativo paralelo a nuestro 2019 actual. En él, los superhéroes enmascarados —vigilantes, en los términos de la saga— han sido prohibidos por sus métodos extraordinariamente violentos. Pero las máscaras vuelven a verse en las calles por dos sucesos: un grupo de héroes insurrectos deciden regresar, mientras otros se preparan para impedirlo; por otro lado, la policía comienza a llevar máscaras para protegerse de los ataques de un grupo racista. En su día, Watchmen fue leída como —y entre otras muchas cosas— una fábula sobre los límites del poder y el debate entre el fin y los medios. Ni siquiera en los dominios de la ficción se escapa a la realidad. 

 

La ficción televisiva que depara la nueva temporada es menos ficción de lo que podría parecer. El éxito de Chernobyl, serie de HBO sobre la catástrofe nuclear de 1986,estrenada justo antes del verano, podría haber dado una pista de lo que viene: narraciones que están muy lejos de entrar en la categoría de documental, pero que trascienden el conocido "basado en hechos reales" para abrazar sin dudas el relato de un caso que de verdad ocurrió. Ni la ficción internacional ni la nacional parecen querer abandonar ese —solo relativamente— nuevo camino, y algunas de las nuevas producciones más esperadas del otoño, como El espía, En el corredor de la muerte o Creedme, siguen ahondando en este género. 

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