Una historia que empieza con una pomposa celebración familiar en la que se descorcha el vino guardado durante años para remarcar la ocasión está predestinada a mutar en desgracia y, tras una serie de sinuosos meandros, desembocar en tragedia. A poder ser, a la griega. Eso les pasa a los Somarriba pues, mientras brindan, no se dan cuenta de que una familia como la suya está a punto de ponerse a sí misma al borde de la debacle por la falta de azúcar.
Porque eso de que la familia que brinda unida permanece unida resulta no ser exactamente así en su caso, más que nada porque el suyo es el acaudalado clan al frente del Grupo Galgo, gigante alimenticio cántabro especializado en bollería, chocolates y alimentación infantil durante tres generaciones. Familia y empresa, roles difusos, envidias y afinidades: drama seguro empeorado por la crisis del sector y la inminente llegada de la ley contra el azúcar.
La crisis de liderazgo desde la muerte del patriarca fundador no hace otra cosa que añadir sal y pimienta a unas intrigas que, como de costumbre, se sabe donde empiezan pero jamás donde terminan. "Cuando preparábamos el rodaje circulaba por ahí una explicación de por qué las empresas familiares españolas no suelen sobrevivir indemnes a la tercera generación, principalmente porque la vocación de los jóvenes ya no tiene nada que ver con la que tuvo el fundador. Y de él a los jóvenes ya no ha habido una convivencia que sí existe hacia la segunda generación, pero aquí ya hay un salto generacional en el que la idea de negocio es muy diferente", apunta a infoLibre Félix Viscarret, director junto a Nely Reguera de Galgos, la nueva serie original de Movistar Plus+ que acaba de estrenar la plataforma.
Un drama familiar monumental, en definitiva. Resumamos: Carmina Somarriba (Adriana Ozores) y Emilio Somarriba (Luis Bermejo) son los herederos del Grupo Galgo, que no pasa su mejor momento. Gonzalo Díaz (Óscar Martínez), marido de Carmina, después de muchos años trabajando al lado de Emilio tiene sus propios planes para la empresa, pero una decisión repentina e inesperada de Carmina provoca un terremoto familiar y empresarial que afectará también a sus hijos Blanca (Patricia López Arnaiz), Guzmán (Marcel Borràs), Jimena (María Pedraza) y Julián (Jorge Usón).
"Lo más divertido, puesto que nos muestra algo del ser humano tengamos o no tengamos empresas familiares, es que se ve que las filias y fobias, nuestras afinidades y dinámicas familiares, contaminan al fin y al cabo las relaciones y la empresa", apunta Viscarret, añadiendo que como "todos venimos de una familia" esta ficción nos "ayuda a observar cómo somos como seres humanos". "Creo que al espectador, venga de la clase social que venga, en parte lo verá con ironía y en otras entendiendo al personaje también, porque no es tan diferente de lo que puede estar sucediendo en el entorno de cada uno", plantea.
Los Somarriba son una familia opulenta gracias a la bollería, pero quizás podrían haberse enriquecido obscenamente en el sector textil o en el de los supermercados, como algunas populares estirpes de nuestro tiempo, de esas que venden su cara más amable y sofisticada en la prensa del corazón. Eso ya que lo imagine cada cual, pues el equipo creativo "no ha querido limitarse a tener que imitar a ninguna concreta, pero sí tener elementos comunes con más de una", concede el director.
Después de tres generaciones, los Somarriba siguen siendo ricos, pero las transformaciones internas y externas en un mundo siempre cambiante hacen tambalear su imperio, amenazado incluso por las marcas blancas. Mucho han cambiado los tiempos desde que el abuelo fundó la empresa familiar, el modelo tradicional se resquebraja y Carmina, hija y ahora también matriarca, hace malabares emocionales, económicos y hasta políticos para salvar la compañía, mantener el nivel de vida y unos vínculos afectivos cada vez más débiles y finos. La lucha por el poder les irá separando, y Carmina tendrá que elegir entre salvar la empresa o su familia.
Guiño al periodismo de investigación de infoLibre
No faltan en esta dicotomía los politiqueos, los mamoneos y los chanchullos en un mundo en el que salvar a la empresa es salvar a la familia, si bien no necesariamente viceversa. Es ahí donde aparece una periodista de investigación en busca de una información: "¿Gonzalo Díaz? Mi nombre es Laura Contreras, de infoLibre. Estoy cerrando un reportaje y me gustaría ofrecerle la posibilidad de hacer una declaración". No era esa una llamada que esperara el interpelado, que se queda mudo sin saber qué responder. "¿Está ahí?", pregunta ella. "Sí, sí. ¿Qué reportaje?", acierta a preguntar él. "Uno sobre los presuntos sobornos que el Grupo Galgo ha efectuado a lo largo de los últimos años", anuncia la periodista a su perplejo interlocutor. Y así explica Viscarret esta escena a este diario: "Se barajaron nombres y al final se decidió que fuera de infoLibre. Por algo habrán dejado los guionistas este pequeño y maravilloso guiño...", apostilla divertido.
En cualquier caso, no ve el director en esta trama la ambición o el dinero como motivaciones realmente centrales, pues los personajes "dan por hecho su estatus socioeconómico, como nos pasa a todos nosotros con nuestra clase social, y siempre pensamos que va a ser igual". "Pero otra cuestión es cuando estos personajes presienten que ese estatus puede peligrar. Ahí empieza otra cosa que es un miedo que está bien anclado en el ser humano a perder el estatus que había dado por hecho que le pertenecía. Al mismo tiempo, están todos esos lazos familiares... ¿qué pasa si se rompen o cambian de dinámica?"
Además, los Somarriba "no son nuevos ricos", sino que "su lujo tiene un sabor añejo y cruje la madera de la casa familiar sobre la que todos pisan". Eso es, precisamente, lo que les lleva a "no saber diferenciar entre familia y empresa" al estar "todo tan mezclado" para ellos en su día a día: "Por eso ellos no le dan tanta importancia al dinero, que es algo que está de fondo. Para nosotros era más importante los vínculos, dinámicas familiares, afinidades, alianzas, celos, roces... en el seno de una unidad familiar".
Porque, como bien apunta divertido Viscarret, "tu madre te puede reñir, pero si también es tu jefa tiene una complicación añadida porque ya no sabes si te está hablando tu madre o tu jefa". "Y a lo mejor esa madre tiene una hija que es la más capacitada para continuar su legado empresarial, pero es que la química que tiene con ella no es la misma que tiene con el hijo, así que sea como sea sigue chocando con su hija mayor porque más allá de ser empresaria es una madre", explica, asegurando que esta complicada dualidad tiene algo de "simbólico y metafórico de cómo somos todos en las familias".
Este planteamiento ha llevado a Galgos a ser comparada reiteradamente con la serie del momento a nivel mundial, Succession, si bien Viscarret niega con humor la mayor y aprovecha para citar otras tramas sobre dinastías o linajes como El rey Lear, Cien años de soledad o Los Soprano. "¿Es que hay algo más aparte de la familia? La familia lo es todo", remarca, asegurando que el espectador que "vea los dos primeros episodios verá que aquí hay otro tipo de familia, de relaciones, de vínculos, hay algo muy nuestro, muy ibérico, por así decirlo", que se diferencia de lo anglosajón: "Verá que nos acercamos a los personajes con otro tono no tan cínico, aunque sí con un trasfondo de humor o ironía, al tiempo que les acompañamos con otra cercanía. Todo eso es el resultado de algo muy nuestro, que es cómo vemos la familia concretamente aquí en España".
Una historia que empieza con una pomposa celebración familiar en la que se descorcha el vino guardado durante años para remarcar la ocasión está predestinada a mutar en desgracia y, tras una serie de sinuosos meandros, desembocar en tragedia. A poder ser, a la griega. Eso les pasa a los Somarriba pues, mientras brindan, no se dan cuenta de que una familia como la suya está a punto de ponerse a sí misma al borde de la debacle por la falta de azúcar.