Cantar al Cristo de los Gitanos Luis Arroyo

Lo dejó claro el Gobernador del Banco de España, José Luis Escrivá, hace unos días en La Hora de La 1: “La guerra arancelaria abierta por Trump es de tal complejidad que no me atrevo a prever lo que puede ocurrir en los próximos meses”. Y si no se arriesga alguien a menudo vehemente, con tantos conocimientos en la materia y que además maneja informes de los principales institutos de investigación prospectiva, sería muy osado y hasta frívolo soltar aquí cualquier vaticinio. Después de escuchar y leer con atención tantos análisis de expertos (en economía apenas se recurre a expertas, y deberíamos todos hacer el esfuerzo de darles voz, porque hay muchas), uno prefiere recoger algunos motivos para la esperanza –fundada, no ingenua ni buenista, creo– ante tantos mensajes casi apocalípticos.
1.- Donald Trump ha dado una patada al tablero del derecho internacional, de los códigos de comercio y del multilateralismo como fórmula de entendimiento y de estabilidad económica y geopolítica. Desprecia por completo la diplomacia o la cooperación, y su forma de contemplar las relaciones internacionales es la del killer del negocio inmobiliario que no negocia sino que impone y amenaza, como un vulgar capo de la mafia. Por eso se entiende mucho mejor con Putin o cualquier otro oligarca ruso que con un dirigente demócrata europeo, canadiense o incluso estadounidense. El MAGA (Make America Great Again) es un simple catecismo populista que apela a las emociones más violentas de la ciudadanía, pero sobre todo es el disfraz que oculta a un mago del capitalismo de amiguetes. Esta semana ha hecho ricos a unos cuantos especuladores bursátiles, y no tiene complejos en ufanarse de ello. Pero su comportamiento obsceno encierra una oportunidad para las víctimas del mismo, y muy especialmente para la Unión Europea. Frente a la diplomacia de la testosterona machirula –“me están besando el culo para negociar”– o de la amenaza mafiosa –que Sánchez se acerque a China sería “como cortarse el cuello”–, conviene actuar con tanta firmeza como inteligencia práctica.
2.- Trump no ha improvisado esta guerra de aranceles. Lleva defendiendo esa ocurrencia –basada en tesis de economistas pirados o incluso inexistentes (ver aquí)– cuarenta años, desde que empezaba a asomar su megalomanía en el negocio inmobiliario y antes de convertirse en hombre-espectáculo (ver The Apprentice…). Cree firmemente en un proteccionismo radical para el comercio de Estados Unidos, despreciando las evidencias de que esa apuesta sólo funcionaría si el resto de las economías quedaran sometidas al dictado del imperio. Actúa desde la prepotencia del sheriff ignorando que hoy el condado es el mundo entero: se llama globalización, y ahí está el negocio de sus propios “amiguetes” y donantes. A los reyes de la tecnocasta se les va torciendo el gesto, y a Elon Musk le quedan tres telediarios –o dos vídeos en X– para salir pitando del gobierno trumpista, como ya huyó de aquel comité de sabios que creó Trump en su primera legislatura. Esta panda de multimillonarios sólo le ríen las gracias (o le besan el culo) hasta que comprueban que sus negocios flaquean. Cada fractura, cada fracaso en el emporio trumpista, es una oportunidad para el resto del mundo democrático (o lo que queda de él).
3.- La prórroga de 90 días en la aplicación de nuevos aranceles, salvo para China –el enemigo exterior que sustituye al demonio soviético–, es presentada por Trump como un gesto de buena voluntad negociadora (en su idioma ‘diplomático’, tres meses más para besarle el culo). Europa tiene un nuevo margen para afianzar su estrategia de respuesta, para reforzar su unidad y para lanzar gestos y medidas que trasladen a la ciudadanía elementos sólidos contra la incertidumbre. Por ahí va el plan de ayudas de 14.100 millones aprobado por el Gobierno y pendiente de respaldo parlamentario. Ahí tendrán que retratarse unos cuantos “patriotas” de boquilla y discurso tabernario (y no me refiero sólo a Vox, más desnudo cada día en sus contradicciones, sino también a un PP que reza todo lo que sabe para que Puigdemont cometa algún despropósito en su afán de protagonismo que le sirva a Feijóo de excusa para rechazar el plan). Los pasos dirigidos a abrir nuevos mercados que nos permitan una menor dependencia de EEUU –siempre de acuerdo con los socios europeos– son necesarios, por más que molesten al ‘emperador’ (ver aquí).
La crisis forzada por el ‘trumpazo’ arancelario es una clara oportunidad para la Unión Europea, como lo es el reto también obligado para la seguridad común ante la alianza mafiosa entre Trump y Putin
4.- La crisis forzada por el trumpazo arancelario es una clara oportunidad para la Unión Europea, como lo es el reto también obligado para la seguridad común ante la alianza mafiosa entre Trump y Putin. La complejísima situación pone sobre la mesa lagunas ya conocidas en el proyecto de la UE y la obliga (nos obliga) a resolverlas con decisiones mucho más aceleradas de lo que acostumbra la maquinaria de Bruselas (en realidad, el pulso de intereses de los 27 Estados). Es hora de avanzar en la unión política y fiscal. Es el momento de superar esa exigencia de unanimidad en las decisiones que sólo sirve para que troyanos como Víktor Orbán sigan trabajando contra la fortaleza europea al servicio de Putin y del entramado ultraderechista internacional. Ahora mismo, la tensión en la UE no es entre conservadores y progresistas, o entre neoliberales y verdes: se trata de elegir entre demócratas o autócratas, entre el progreso social o el retroceso neofascista.
5.- Trump es el primer interesado en debilitar a la UE, pero ha cometido el error de tratarla como el mercado único que es y como la federación de Estados que deberíamos ser. No ha lanzado (de momento) ofertas diferenciadas por países. Le encantaría ir recibiendo uno tras otro a cada primer ministro para mostrar su culo en una negociación individual, tramposa y prepotente. Se equivocarían los gobernantes europeos si ceden a la tentación de la zanahoria que precederá a un nuevo palo. Es la hora de Europa, la de mostrar al mundo los valores que han cimentado la Unión más allá del mercado único. Es el momento de refundar el compromiso del Tratado de Roma (y de unos cuantos más) por una Europa social cuya prioridad es la defensa del Estado de bienestar, solo posible con una justicia fiscal basada en la progresividad (por cierto explícita en la Constitución Española, art. 31.1). Quien no asuma esos valores, incluido el del respeto a los derechos humanos en la gestión del fenómeno migratorio, no puede seguir en el proyecto europeo. Gobiernos racistas y autócratas, socios o cómplices de la alianza Trump-Putin, no pueden (no deben) beneficiarse de fondos europeos mientras trabajan sin el menor complejo para destruir la Unión. (En algún momento tendría el Parlamento Europeo que revisar también ese Pacto migratorio que supone concesiones claras al discurso xenófobo).
y 6.- Ocurrió con la pandemia y, cinco años después, parece que lo hemos olvidado. Se demostró que sólo podíamos salir de una crisis global, inédita, gracias al paraguas común, a la caja de todos, frente a aquella respuesta austericida al crack financiero de 2007. Lo hicimos bien (salvo excepciones como ese Protocolo de la vergüenza en Madrid que dejó abandonados a 7291 mayores en las residencias), y ese enfoque evitó una recesión global y dejó en evidencia la doctrina neoliberal que –curiosamente– vuelve ahora a sacar pecho pese a su contundente fracaso. Es, repito, una oportunidad para contraponer el proyecto europeo –que tiene más que ver con la paz y el bienestar que con el belicismo– al incomprensible plan trumpista que hace añicos el tablero mundial. No caigamos en provocaciones ni en posiciones ilusas: necesitamos seguridad, certidumbres y equidad. No es fácil, pero tampoco imposible. No se trata de elegir entre cañones y mantequilla, sino entre la racionalidad y las tripas.
En la misma intervención televisiva ya citada, Escrivá dijo que el Banco de España tendrá que rebajar su previsión de crecimiento económico para 2025. Incluso con esa reducción, este país seguirá encabezando todos los cálculos de solidez macroeconómica en la OCDE y en la UE, aunque no haya grandes titulares con estos datos (ver aquí). ¿A quién molesta el vaticinio? Absténganse de contestar los patriotas de hojalata. Acudir a China –con el acuerdo y la coordinación de la Comisión Europea– sólo demuestra la conveniencia de abrir nuevos mercados y reducir la dependencia de EEUU. Con la prudencia de advertir que no es aceptable que China inunde la UE con sus productos. Si se trata –así lo creo– de confrontar democracia y autocracias, conviene combatir esa desinformación castiza sin besar el culo a nadie. Y si la consecuencia es que nos “corten el cuello”, no hace falta mucho “patriotismo” ni golpes de pecho para advertir que no somos un borbón tembloroso ante el temor a la guillotina, sino una democracia orgullosa de no aceptar imposiciones no respaldadas con los hechos, sino basadas en una gigantesca desinformación.
¡Seguimos!
P.D. Me anoto una fecha: 11 de mayo de 2025. Hay un llamamiento por Europa desde la sociedad civil, asociaciones estudiantiles, juveniles, vecinales, sindicales, periodísticas... sobre todo transversales, capaces de poner en segundo término identidades, tendencias ideológicas o hasta sectarias para compartir la defensa de una UE social, solidaria y dispuesta a dar la batalla por una hoja de ruta que aporte certidumbres ante la desorientación provocada por el trumpismo y sus cómplices.
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