Javier Giner: "Yo no conozco a ningún agresor sexual que sea adicto. No mezclemos"

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No se considera un gurú, ni quiere ser referente de nada para nadie, pero Javier Giner (Barakaldo, 1977) ha acometido un proyecto en dos tiempos sobre su propia adicción que resulta ser profundamente inspirador. Primero fue el libro, Yo, adicto (Ediciones Paidós, 2021), y ahora es la serie, igualmente titulada, que acaba de estrenarse en Disney+ con un esplendoroso Oriol Pla como protagonista, convertido en un Javier Giner multiplicado exponencialmente para lo malo y para lo bueno. La serie del momento, dure lo que dure hoy en día eso, en la que traslada a la pantalla –codirigiendo con Elena Trapé– la espiral autodestructiva de adicción al alcohol, las drogas y al sexo que le llevó a ingresar con treinta años, allá por 2009, en un centro de rehabilitación. "Un acto desesperado de supervivencia porque, si no, te mueres", recalca a infoLibre, para luego compartir, sin querer ponerse de ejemplo para nadie, la clave para recuperarse: "Hay dos mandatos para comenzar el proceso para poder salir: tener conciencia de enfermedad y pedir ayuda".

¿Qué es, si acaso alguien todavía no se ha enterado, Yo, adicto?

Es una serie basada en hechos reales en la que el protagonista se llama como yo y básicamente cuenta mi caída a los infiernos de la adicción y mi posterior recuperación en un centro de desintoxicación. Es un relato autobiográfico de mi proceso terapéutico para superar la adicción.

¿Por qué convertir tu relato ahora en serie?

Hay una diferencia fundamental y es que en el libro el cien por cien de lo narrado es verídico y ocurrió tal y como es, por lo que solo existe mi voz. A la hora de transformarlo al audiovisual ha habido una multiplicación de factores, de manera que el Javier Giner de la pantalla ya no me representa solo a mí, sino a multitud de personas que están ahí fuera y no tienen la posibilidad de explicarse a sí mismas. En la serie hay muchas cosas que hace el personaje que yo no llevé a cabo. El límite autoimpuesto a la hora de crear la serie, eso sí, es que todo lo que se narre haya ocurrido en la realidad, pero eso no quiere decir que haya ocurrido exactamente como en la serie.

El papel de Oriol Pla es tan contundente que el espectador apenas puede concebir que hay otro Javier Giner más real que no sea él.

Desde el principio, tanto Oriol como yo y todo el equipo estábamos empapados de alguna manera por una sensación que yo tenía: aquí no hay cinturón de seguridad. O vamos con todo o no vamos, porque no es una serie que se pueda hacer a medias tintas quedándote en un terreno intermedio. Es una serie muy arriesgada, pero todos íbamos tras la especie de unicornio que era conseguir que cualquier espectador viera a los seres humanos antes de ver a los enfermos y enfermas. Siempre tuvimos claro que era una serie visceral, para poner las tripas encima de la mesa y contar sin ningún pudor que estos somos nosotros y nosotras. Era la manera de hacer lo que estábamos intentando, esto es, desestigmatizar a los enfermos y enfermas y de alguna manera conectar con una humanidad inherente al hecho de estar vivos. Para hacer eso, necesitaba rodearme de personas entre comillas tan kamikazes como en un momento dado puedo ser yo, y ahí encontré a Oriol, mi gran apoyo y compañero. El trabajo tan profundo que he hecho con él trasciende con mucho la relación entre director y actor, pues estuvimos casi un año trabajando en el personaje, que es algo impensable en el audiovisual. Estos días se me está diciendo que soy muy valiente, pero es que mi valentía sola como tal no hubiera llegado a esto. Si da la sensación de que soy valiente es porque alrededor tengo un ejército de actores y actrices muy valientes que también se lanzaron al vacío conmigo.

El adicto, en el momento más oscuro, primero siente mucha culpa, mucha vergüenza, mucha soledad y mucho rechazo hacia sí mismo

Ya has mencionado la estigmatización. ¿El adicto se siente siempre estigmatizado, señalado y sobre todo solo?

Sí. El adicto, en el momento más oscuro, primero siente mucha culpa, mucha vergüenza, mucha soledad y mucho rechazo hacia sí mismo. La enfermedad de la adicción, a no ser que la hayas sufrido en primera persona o tengas personas muy cerca que la hayan sufrido, no es tan conocida y no se explica bien. Porque se explica a través del imaginario de lugares comunes y estereotipos. Si yo te digo 'yonki' en tu cabeza aparece una imagen muy concreta que yo ya sé cual es, no necesito que me lo digas. Esa es una estigmatización, porque ese es un tipo de yonki, pero yo también soy yonki. Y esa persona y yo compartimos una misma enfermedad aunque vengamos de contextos completamente distintos.

¿Pretende esta serie ser un cable a tierra para quienes estén en esos momentos oscuros?

Hay una motivación inherente a la serie que es intentar explicar la adicción desde un lugar mucho más profundo y mucho más real, porque al final no entender qué es la adicción hace que sea muy difícil de identificar. Yo aprendí lo que era la adicción en un centro de desintoxicación. Antes de entrar en ese centro yo no me reconocía como alcohólico, porque yo tenía el imaginario social del alcohólico. Cuando no hablas de una manera adulta, madura y profunda de enfermedades que están a la orden del día perdemos mucha capacidad de detección y de identificación. De manera inconsciente he hecho una serie que me gustaría haber visto a mí mismo cuando estaba en el hoyo porque igual me hubiera ahorrado sufrimiento, me hubiera salvado del dolor que tuve que atravesar.

La enfermedad de la adicción es como una bomba atómica exponencial, que no solo te arrasa a ti sino que arrasa todo lo que te rodea

¿No nos reconocemos como adictos nosotros mismos, ni a los que tenemos alrededor, y así no podemos ser conscientes de los estragos que las adicciones provocan en nuestra salud mental?

De hecho, es que la enfermedad de la adicción es como una bomba atómica exponencial, que no solo te arrasa a ti mismo sino que arrasa todo lo que te rodea. Una de las primeras cosas que necesita el adicto para salir de su enfermedad es la conciencia de enfermedad. En la serie se cuenta. Yo cuando entro en la clínica después de haber tocado fondo lo hago sin conciencia de enfermedad, pensando que los enfermos son los que me rodean, pero no yo. Eso les pasa a todas las personas que ingresan en una clínica de desintoxicación. Por muy hecho polvo que estés, el sistema de negación es tan potente que ves a los demás hechos polvo pero piensas que estás mucho mejor que ellos. Hay dos mandatos para comenzar el proceso para poder salir: tener conciencia de enfermedad y pedir ayuda. 

¿Es una flaqueza del sistema? Sí. ¿Existen lugares y formas de salir adelante a través de la salud pública? También, y con grandísimos profesionales

¿Por eso acaban los capítulos con ese letrero de aviso: 'no estás solo'?

Es que cuando una persona está atravesando el momento más oscuro de su adicción, con una compulsividad incontrolable, ahí hay además grandes dosis de rechazo hacia uno mismo, culpa y vergüenza. Vives un poco como si fueses un vampiro, intentando que los demás no se den cuenta. Una motivación muy profunda en la serie es acompañar a todas esas personas que están ahí fuera, con las que yo sé que comparto una enfermedad. Por eso, es decirle a todas las personas que puedan acercarse a la serie que ni están solas, ni tienen que tener vergüenza y que lo importante es pedir ayuda. Ese fue el primer paso que yo di y a partir de ahí salí. Estos días me está escribiendo mucha gente por privados en redes sociales y es lo que les digo todo el rato: no estáis solos, pedid ayuda.

Pero claro, en la serie se dice varias veces que ese centro de rehabilitación "cuesta una pasta", porque no es un sitio público. ¿Esa es una gran flaqueza social?

Sí. Hay un momento en la serie que una persona menciona que él salió adelante con Proyecto Hombre, que es un servicio público. Conozco a chicos y chicas que han superado la enfermedad a través de servicios públicos como pueden ser Alcohólicos Anónimos o Narcóticos Anónimos. Conozco a grandísimos profesionales de la sanidad pública que se dedican específicamente a las adicciones. Recursos públicos hay. ¿Son suficientes? Evidentemente que no. En la cúspide de la pirámide está la atención psicológica general y desde ahí todo hacia abajo. Y cuando en la Seguridad Social tienes acceso a un psicólogo cada tres meses, imagínate en un tema como puede ser la adicción, en el que no puedes recibir asistencia psicológica solo cada tanto tiempo. ¿Es una flaqueza del sistema? Sí. ¿Existen lugares y formas de salir adelante a través de la salud pública? También, y con grandísimos profesionales, tanto hombres como mujeres, a los que conozco en primerísima persona. Pero ojalá hubiese muchísimos más recursos, por supuesto.

¿Quedan así fuera personas con menos dinero?

Ingresarse en una clínica de desintoxicación no es como ir a un spa, no es algo que nadie haga por gusto. Nadie quiere ingresar en una clínica de desintoxicación. Nadie. Es un acto desesperado de supervivencia porque, si no, te mueres. No es cierto ese imaginario de que las clínicas de desintoxicación son para millonarios. Tú ingresas en una clínica de desintoxicación privada y el reflejo social y económico es absolutamente transversal, porque las personas con menos recursos van a hacer lo que sea por ingresar a ese familiar, y por eso te encuentras con familias totalmente hipotecadas, endeudadas o que han tenido que vender su casa para poder pagar un tratamiento. Es un tema de salud, de manera que si no lo encuentras por un lado lo vas a buscar por otro. Por eso, de nuevo, ojalá hubiese muchísimos más recursos públicos.

¿Para conseguir que tengamos esos recursos públicos, habría que empezar, a nivel colectivo, por reconocernos como una sociedad adicta?

Claro, y es que además la adicción está muy emparentada con muchos trastornos de salud mental. Yo tuve un trastorno de ansiedad cuando entré en la clínica, y hay muchas personas que tienen lo que se conoce como patología dual, es decir, dos enfermedades mentales simultáneas. Es necesario continuidad, seguimiento, apoyo, terapia intensiva. Es una enfermedad compleja de la que salir. Si de la adicción se pudiese salir con un chasquido de dedos no habría problema y no habría enfermedad. Pero toma mucho tiempo, mucha humildad y mucho trabajo personal.

¿Ese trabajo personal pasa por hablar mucho en las familias con toda la confianza que no se suele tener?

Tengo mucho la sensación, aunque suene un poco de iluminado, de que en esta sociedad tendemos a no hablar en profundidad de las cosas verdaderamente importantes. Estamos muy entretenidos con el brilli brilli, pero hay ciertas cosas que no tratamos en profundidad como se necesita. ¿Cuántas personas que conocemos van al psicólogo o la psicóloga? Vivimos en una sociedad adictiva, estamos rotos y no pasa nada en compartir esas grietas que tenemos, mostrarnos vulnerables y hablar de las cosas. Una de las cosas que más satisfacción bien entendida me está dando es la cantidad de gente que no es adicta que me está escribiendo desde que se estrenó la serie, que son personas entre comillas normales, funcionales, sin ningún trastorno de salud mental diagnosticado, pero sin embargo se sienten profundamente identificadas con lo que le ocurre a Javier en la serie y las cosas de las que habla.

En una sociedad que es cada vez más individualista, quería lanzar un mensaje a favor de la importancia de lo colectivo. Porque lo colectivo salva

En la clínica se entra solo y renegando, pero de repente se rompe la barrera y la sanación llega como parte de un grupo. ¿En lo colectivo está la respuesta?

Espero que se perciba como contundente esa defensa radical de lo colectivo como un poder que multiplica la individualidad. En una sociedad que es cada vez más individualista, en la que cada vez hablamos menos y peor, quería lanzar un mensaje a favor de la importancia de lo colectivo. Porque lo colectivo salva. Yo me desintoxiqué, pero no lo hice solo. Me ayudaron los profesionales y también una red de apoyo, de vínculos y de afectos integrada por mis compañeros y compañeras. En la desintoxicación es súper importante esa red de apoyo, que es una demostración más de que de alguna manera cuando nos quedamos en nuestras burbujas de individuos, en plan 'lo mío va bien', hacemos una sociedad mucho más pobre. Se nos olvida mucho el poder que tiene lo comunitario. De hecho, el nombre es clínica de desintoxicación, pero se conocen como comunidades terapéuticas, así es como nos referimos a ellas los ingresados, porque son redes que se tejen, tan potentes que salvan. Es una serie muy política sin ser explícitamente política en el sentido de que es como un grito muy salvaje a favor de vincularnos desde las heridas que todos llevamos, de defender de alguna manera la humanidad y la vulnerabilidad que todos experimentamos en nuestra vida.

No es baladí ni es casual que los trastornos de salud mental se estén multiplicando, vivimos en una sociedad que es una olla a presión

¿Somos una sociedad tan adicta por el ritmo de vida que llevamos?

En el centro de la adicción como enfermedad hay una aversión absoluta de la persona a sentir dolor, frustración, estrés, rabia... todas estas emociones que no sabe cómo gestionar y por eso quiere evadirse, y la forma de huir es utilizar unas sustancias que básicamente se utilizan para no sentir. Vivimos en una sociedad donde de alguna manera estamos tan expuestos a tal barbaridad de estímulos continuos de todo tipo, la sociedad del arreglo rápido en la que no hay tiempo casi ni para registrar lo que te está pasando, que resulta profundamente adictiva a muchos niveles. Pero también tengo que decir que yo vivo en esta sociedad y hace 16 años que no consumo drogas ni alcohol. Hay formas de lidiar con ello, pero cada vez se está poniendo más difícil. No es baladí ni es casual que los trastornos de salud mental se estén multiplicando, vivimos en una sociedad que es una olla a presión. También es importante recordar que nosotros formamos parte de esta sociedad, que no nos viene hecha. Volviendo a lo colectivo, también hay una responsabilidad individual de intentar hacer esta sociedad algo un poquito mejor.

Hace unos días, tras conocerse el abandono de la política de Errejón, publicaste un mensaje en redes sociales a partir de un titular de prensa que te pareció peligroso: "Es muy importante señalar y recordar que la adicción al sexo y a otras sustancias no te convierte en un agresor sexual ni en un hombre que ejerce violencia sexual contra las mujeres. Implicar algo así es irresponsable y muy estigmatizador para los adictos".

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Cuando vi ese titular me pareció súper peligroso y, sobre todo, cobarde, porque me daba la sensación de que el problema real se estaba escondiendo detrás de un diagnóstico. Yo solo quería recordar que igual hay casos en los que una adicción va acompañada de ser un depredador o un agresor sexual, no digo que no, pero por favor, no lo generalicemos porque eso es estigmatizar a las personas que sufren de adicción. Yo no conozco a ningún agresor o agresora sexual que sea adicto o adicta. No he conocido a un solo compañero, ni a una compañera de ingreso o de tratamiento que sean agresores. Yo decía que vamos a poner el foco donde hay que ponerlo, y que un tema es si esta persona ha cometido una agresión sexual o ha cometido violencia sexual contra las mujeres, pero otro asunto es si es adicto al sexo y a las sustancias. No mezclemos, porque es muy estigmatizador y, sobre todo, le hace un flaco favor al verdadero debate, que debe estar en la supuesta agresión sexual, en el consentimiento, en el consentimiento viciado, en el patriarcado, el machismo, la violencia estructural del sistema contra las mujeres... Pero no nos vayamos por peteneras porque lo otro es otra cosa. El tema de Errejón fue para mí un poco un cataclismo y además muy peligroso, porque veía que se juntaban cosas, pues de repente había gente condenando prácticas de sexo perfectamente adultas y consentidas. Hostia, vayamos con cuidado y pongamos el foco donde hay que ponerlo.

Y no afirmar que alguien adicto a la droga o al alcohol es per se un agresor sexual.

Es que no es cierto. ¿Que puede darse el caso? Seguro. ¿Pero cuantos hombres agresores sexuales conocemos que no son adictos? Es como esconder el verdadero tema detrás de un diagnóstico. Tampoco quiero hablar de más del caso Errejón porque lo desconozco, pero ahí tenemos el tema de la adicción al sexo y a las sustancias: ¿quién ha diagnosticado eso? ¿Era simplemente un consumidor o realmente un adicto? Es que una adicción es una enfermedad muy seria que afecta dramáticamente a todas las esferas de tu vida. Hay mucha desinformación. Y viendo el primer comunicado de Errejón, que no fue capaz de pedir perdón, yo me pregunto: ¿No hay ni un solo hombre que sea capaz de pedir perdón? Empezar con esa palabra: 'perdón'. Pero ese primer comunicado era la política, la subjetividad tóxica, el personaje y lo otro. Al día siguiente sale el tema de la adicción al sexo y a las sustancias y da la sensación de que es un parapeto detrás del cual estar a refugio de alguna manera. Pero es profundamente injusto y estigmatizador para muchas personas que están ahí fuera, que son adictos y adictas y no son para nada agresores sexuales. Y que ya bastante tienen, porque ya es lo último que se necesita. Volviendo a lo de antes, si cuando te digo yonki ya está estigmatizado, encima ir a más, ir a más, y ahora eres yonki y encima agresor. Seamos serios y rigurosos con las cosas que decimos.

No se considera un gurú, ni quiere ser referente de nada para nadie, pero Javier Giner (Barakaldo, 1977) ha acometido un proyecto en dos tiempos sobre su propia adicción que resulta ser profundamente inspirador. Primero fue el libro, Yo, adicto (Ediciones Paidós, 2021), y ahora es la serie, igualmente titulada, que acaba de estrenarse en Disney+ con un esplendoroso Oriol Pla como protagonista, convertido en un Javier Giner multiplicado exponencialmente para lo malo y para lo bueno. La serie del momento, dure lo que dure hoy en día eso, en la que traslada a la pantalla –codirigiendo con Elena Trapé– la espiral autodestructiva de adicción al alcohol, las drogas y al sexo que le llevó a ingresar con treinta años, allá por 2009, en un centro de rehabilitación. "Un acto desesperado de supervivencia porque, si no, te mueres", recalca a infoLibre, para luego compartir, sin querer ponerse de ejemplo para nadie, la clave para recuperarse: "Hay dos mandatos para comenzar el proceso para poder salir: tener conciencia de enfermedad y pedir ayuda".

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