"Con ella, las cosas van a su ritmo", advierten, haciendo un gesto con las manos como de algo que se posa. La música Silvia Pérez Cruz —así, "música", es como se define— camina y habla como si esta tarde luminosa no fuera una etapa más del ajetreado día de promoción que ha comenzado a las seis de la mañana. La necesidad de seguir su propio tempo parece ser primordial: lo reivindica varias veces a lo largo de la charla. Por eso está aquí, ahora, hablando de su nuevo disco, DomusDomus, cuando la película de la que salió y que protagoniza se estrenará en primavera. "Como no se den prisa, a lo mejor ni me pillan", bromea, pensando en una futura campaña de prensa del filme. Piensa tomarse unas vacaciones. En verano, cuando empiecen a requerirla festivales de aquí y allá. ¿Por qué? Porque "las cosas van a su ritmo".
Ha pasado tres años metida en Cerca de tu casa, un filme sobre los desahucios dirigido por Eduard Cortés en el que entró para componer la banda sonora —como ya había hecho con Blancanieves, con la que ganó el Goya a mejor canción original en 2013— y que terminó protagonizando. Y lo ha hecho a la vez que paría el disco granada junto al guitarrista y productor Raül Fernández, RefreeRefree, un proyecto de versiones que les valió un Disco de Oro en la era de Spotify y el P2P, y con el que llenaron más de 30 fechas en España, Francia, Inglaterra y Estados Unidos. Es difícil (¿imposible?) encontrar una mala crítica de alguna de ellas.
Aunque es la segunda vez que se mete a escribir sus propias canciones, después de 11 de novembre (2012), es la primera vez que lo hace con una génesis creativa que viene de fuera. El proceso de creación de las 11 canciones que componen Domus estuvo ligado desde el principio a la escritura del guion de la película y al devenir de sus personajes. Con el añadido de abordar una temática —la social— de la que Pérez Cruz había estado alejada, al menos creativamente, hasta el momento. "El truco", dice, "es que tienes que conseguir conectar con lo que forma parte de ti, esas emociones que conoces y que puedes contar". De la historia de Sonia, una mujer de 30 años con una niña de 10 que, al quedarse sin trabajo, se queda también sin casa, a las palabras sencillas de su imaginario: "Hoy estás pensando que tal vez ya no exista/ la manera de sobrevivir tranquila./ Ya no por no saber dónde dormir, sino por cómo descansar/ la frente".
Las emociones, esas que ha encontrado en Sonia y en los que experimentaron antes que nadie un mal que ha dejado sin vivienda a miles de personas: "Frustración, soledad, culpa". "En la película se cuenta un momento muy concreto, con los primeros desahucios, en 2008, cuando había un sentimiento de fracaso personal. Es este viaje hasta llegar a entender que el fracaso no es personal, sino del sistema", explica. Un recorrido desde el sufrimiento individual hasta la lucha colectiva que cristaliza en el tema No hay tanto pan, que inaugura el disco a pesar de cerrar la película.
Silvia Pérez Cruz se detiene: "Es la canción". Esa en la que tenía que bajar de la universalidad a lo concreto, la que se convertiría en estandarte de este extraño musical social, aquella en la que hacen los coros miembros de la Plataforma de Afectados por la Hipoteca. "Esa frase, no hay tanto pan, fue el principio. Todo el mundo sabe cómo termina. Y es muy lorquiana, muy poética, esa simbología del pan...", cuenta. Su referencia para este tema llamado a convertirse en himno —ella jura no haberlo pretendido— apuntaba bien alto: Gallo rojo, gallo negro, de Chicho Sánchez FerlosioGallo rojo, gallo negro, que suele cantar en sus conciertos y que acabó incluyendo en una edición especial de granada. "Quería encontrar una canción que, más allá de un momento concreto en la historia, hable de las relaciones de poder. Como esta", dice con una admiración evidente.
Canta: "Bolsos, confeti, cruceros y puteros./ Te roban y te gritan./ Y lo que no tienes también te lo quitan". Canta: "Que es indecente/ gente sin casa,/ casas sin gente". Canta: "Que esta gran culpa no es tuya ni mía". Y explica sus conclusiones aludiendo a ese domus que da título al trabajo: "La simbología de la casa. Siempre ha habido una cueva, un sitio donde te proteges, donde compartes la vida con tu familia, donde te enfadas, donde sueñas. Que te quiten la casa es mucho más que que te quiten las paredes. Es que te quiten un poco de ti".
Ver másSílvia Pérez Cruz, raíces y alas
A ella le parece "evidente" que "hay que dejar constancia" de "algo tan horrible, que afecta a tanta gente". Le parece evidente que a esa gente "hay que quitarle la culpa de encima". Pero no parece que esté tan claro. Hace una semana, el grupo Fangoria decía en El Confidencial: "Si has decidido meterte en una hipoteca, lo has decidido tú y ¿ahora quieres que el Gobierno venga a sacarte? En fin. Hay que ser responsable". Silvia Pérez Cruz se detiene, recula. Camina con cuidado: "No me atrevo a hablar de lo que piensan los demás. Bastante que hablo de lo que pienso yo…". Pero acaba arrancándose: "Hay ese discurso: 'Se lo ha buscado'. Pero bueno, ostras. En una época parecía que si no te comprabas una casa eras un raro". Otro silencio. "También es cómo hablamos de las cosas, ¿no? Decimos algo como si fuera solo una frase. ¡Y son vidas!".
Asegura que la experiencia no significa que vaya a meterse a actriz. Desde que una vez dejó el saxofón, su primer instrumento, para cantar, ha sabido que ese sonido que salía de su garganta le iba a "salvar la vida". Usa la composición "para vaciarse, para filtrar emociones", y la producción como juego: "colorear, pegar, cortar". Y no sabe qué le depara el futuro ahora que El País Semanal la encumbra con una portada y habla de "fenómeno Silvia Pérez Cruz". "A ver. Es muy raro. Es raro de la hostia. Pero estoy tan tranquila con lo que he hecho… Me da esperanza, creo que es buena señal: demuestra que la gente no quiere solo comida rápida, sino cosas hechas con verdad", dice, sin ocultar su orgullo.
Y el éxito permitirá cierta tranquilidad, ¿no? Su voz, más aguda que ese canto profundo de los discos, se hace dura y pierde la sonrisa. "Pero es muy fácil hacerlo mal también. Todo tiende hacia un sitio. Hay unas estructuras que…", y dibuja con las manos unas vías que parecen desplomarse hacia el vacío. "Me juego mucho en esto, nunca podría hacer que esto fuera un producto. Me moriría de la pena". No parece que eso vaya a suceder mañana.
"Con ella, las cosas van a su ritmo", advierten, haciendo un gesto con las manos como de algo que se posa. La música Silvia Pérez Cruz —así, "música", es como se define— camina y habla como si esta tarde luminosa no fuera una etapa más del ajetreado día de promoción que ha comenzado a las seis de la mañana. La necesidad de seguir su propio tempo parece ser primordial: lo reivindica varias veces a lo largo de la charla. Por eso está aquí, ahora, hablando de su nuevo disco, DomusDomus, cuando la película de la que salió y que protagoniza se estrenará en primavera. "Como no se den prisa, a lo mejor ni me pillan", bromea, pensando en una futura campaña de prensa del filme. Piensa tomarse unas vacaciones. En verano, cuando empiecen a requerirla festivales de aquí y allá. ¿Por qué? Porque "las cosas van a su ritmo".