Hay versos de Silvio Rodríguez que se han convertido en himnos de una generación y de un modo de vida. “Yo quiero seguir jugando a lo perdido, yo quiero ser a la zurda más que diestro”, canta en El necio. De ahí la contenida emoción que se podía palpar este miércoles en el madrileño Palacio de los Deportes, una de las citas de la gira española del autor más querido de la nueva trova cubana. En las más de dos horas que duró el concierto, el numeroso público que abarrotó el recinto se levantó en varias ocasiones para aplaudir al incombustible artista de 69 años. Él lo agradeció volviendo una y otra vez a coger su guitarra, incluso cuando ya habían encendido las luces. Entre las gradas, se podía ver hasta a un fan disfrazado de unicornio azul, que al fin pudo darle uso al traje después de los nueve años que Silvio llevaba sin pisar un escenario en España.
El autor, emblema de la música cubana nacida al calor de la Revolución, presentó Amoríos, su último disco, que aún no ha sido publicado en España, y donde se encuentran algunos de sus clásicos: Ojalá, Óleo de una mujer con sombrero o Vamos a andar. Silvio cantó los versos del poeta Rubén Martínez Villena, a quien llamó “el Rimbaud cubano”, recordando que había dedicado buena parte de su vida a ayudar a los más desfavorecidos.
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Con una puesta en escena sobria –subió al escenario con vaqueros, chaqueta negra y una gorra- sobre el escenario acompañaban a Silvio un pianista, un tres cubano, una guitarra, un bajo eléctrico, una batería, un contrabajo, una flauta travesera (que interpretó unos solos magistrales) y un clarinete. Además de su característica y aflautada voz, que después de más de cinco décadas de trabajo, se mantiene idéntica. No obstante, la edad no perdona al prolífico músico y tuvo que ponerse las gafas antes de comenzar el recital.
Los asistentes, que mantuvieron un silencio sólo roto por gritos que iban desde el “¡guapo!” y “¡te quiero!” a incesantes peticiones de la canción Ojalá –en una ocasión él respondió con humor “no me la sé”-, pudieron escuchar Ángel para un final, La era está pariendo, Mujeres, La maza y San Petersburgo. Sobre esta última, Silvio explicó que la compuso tras un encuentro con Gabriel García Márquez. En un viaje que hacían ambos desde Cuba a México, el escritor colombiano le confesó que con frecuencia se le ocurrían historias para canciones, pero debido a su escaso talento musical, nunca pasaban de la palabra. La que le contó ese día a Silvio hablaba de una mujer plantada en la noche de bodas por su prometido, que al día siguiente del enlace tuvo que ir devolviendo puerta por puerta todos los regalos. El cantante cubano compuso, años después, San Petersburgo, una canción que aunque en principio pueda parecer totalmente ajena al relato de Gabo, Silvio no la hubiese podido escribir sin aquella experiencia.
Después de tantas décadas poniendo música y poesía a las emociones (y a los compromisos), el prolífico cantautor mantiene intacta su capacidad de emocionar, y no sólo por la nostalgia que acompañaba a muchos de los asistentes. Incluso versos tan manidos como “ojalá que no pueda tocarte ni en canciones” adquieren un nuevo matiz gracias a la pasión que Silvio sigue poniéndole a su trabajo. Antes de cerrar la actuación, el cubano, que hizo alarde un carácter sencillo y cercano, salió del escenario para volver con una cámara de fotos con la que inmortalizó al entregado público. La gira, que ya ha pasado por ciudades como Gijón, A Coruña y Barcelona, continuará el viernes 29 en Valencia y el 1 de mayo en Murcia.
Hay versos de Silvio Rodríguez que se han convertido en himnos de una generación y de un modo de vida. “Yo quiero seguir jugando a lo perdido, yo quiero ser a la zurda más que diestro”, canta en El necio. De ahí la contenida emoción que se podía palpar este miércoles en el madrileño Palacio de los Deportes, una de las citas de la gira española del autor más querido de la nueva trova cubana. En las más de dos horas que duró el concierto, el numeroso público que abarrotó el recinto se levantó en varias ocasiones para aplaudir al incombustible artista de 69 años. Él lo agradeció volviendo una y otra vez a coger su guitarra, incluso cuando ya habían encendido las luces. Entre las gradas, se podía ver hasta a un fan disfrazado de unicornio azul, que al fin pudo darle uso al traje después de los nueve años que Silvio llevaba sin pisar un escenario en España.