“La situación actual pide a gritos hacer un teatro comprometido”

¿Es encender el televisor, abrir las páginas físicas o digitales de un periódico o escuchar las tertulias de los bares y pensar que todo esto que nos rodea es una pantomima? A José Manuel Naredo y Octavio Colis les ha pasado eso ante la visión de monarcas, gobernantes y otros gerifaltes que no hacen sino predicar con el ejemplo… contrario. Así que –pensaron- qué mejor que vengarse de esta cruel y frustrante circunstancia pagándole al mundo con la misma moneda, la de la caricatura, el muy español esperpento. Para ello ha recurrido a un arte, el teatro, que les permite hacerlo de manera directa y a la vez penetrante. Como género, se han quedado con el entremés, ese que nació en el siglo XV y que tanto hizo por burlarse de esos mismos monarcas, gobernantes y otros gerifaltes en otra época de grave crisis, la del artísticamente dorado XVII español.

“Igual que los entremeses de Cervantes entraban en temas del aquí y ahora, en estos momentos no tiene sentido hablar de amor y celos o de tonta ella y tonto él en el teatro”, opina Naredo. “La situación actual pide a gritos hacer un teatro comprometido con la realidad”. Por eso, a cuatro manos con Colis, quien es también el director de la función, ha creado los Entremeses de una época oscura, un montaje en siete actos que se estrena este lunes 20 de abril (hasta el 1 de junio) en el Teatro Fígaro de Madrid. Pero a diferencia de Lope de Vega, que utilizaba a personajes populares porque “entremés de reyes no se ha visto”, en este caso, “entremés de rey es obligado”.

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Aunque representados de forma arquetípica, sin nombres ni apellidos, no resulta complicado imaginar quiénes son los nobles y poderosos a los que alude el texto. Trampagoso, Perezoso, Alcaldesa, Baronesa, Raposo, Robangarín o el rey Juan Claros –este, el nombre de un rufián de los entremeses cervantinos, a los que se lanzan varios guiños- pululan por el escenario en boca de cinco arlequines acompañados de un músico, que declaman, cantan, danzan, hacen mimo y mueven marionetas. La apuesta es total, porque como dice Naredo, el arte del teatro lo permite. La música –igual que el resto del contenido- es toda original, y ha sido compuesta por diferentes artistas –entre ellos Luis Alegre, director de la Solfónica, o el argentino Charly García- en estilos que van desde el rap al flamenco pasando por el gregoriano, el vals o la ópera. “Y luego sale una conga zombi”, remacha el autor, para ilustrar la variedad de propuestas que se montarán en escena, en cuyo fondo han colocado también una pantalla con proyecciones audiovisuales.

Aunque la función está compuesta de entremeses, estos no son números separados, sino que el conjunto está hilado tanto temática como musicalmente. “La obra se apoya en episodios reales, pero no es teatro histórico”, puntualiza el autor. “No se trata de copiar al pie de la letra, aunque sí está inspirado en hechos”. ¿Que por qué liberarse del cabreo ante esta realidad escribiendo teatro? Naredo cita al Lope de El castigo sin venganza: Porque “es la comedia un espejo,/ en el que el necio, el sabio, el viejo,/ el mozo, el fuerte, el gallardo,/ el rey, el gobernador,/ la doncella, la casada,/ siendo al ejemplo escuchada/ de la vida y del honor,/ retrata nuestras costumbres,/ o livianas o severas,/ mezclando burlas y veras,/ donaires y pesadumbres”.

Si la hoy tan cacareada picaresca surgió al calor de la decadencia institucional, económica, moral y social de aquel siglo XVII, en este XXI las tornas han cambiado y sus protagonistas han pasado de ser las gentes del pueblo a los poderosos, “que solo se preocupan de arrimar el ascua a su sardina para hacer negocio”. “Hay una vinculación estrecha entre el poder político y los negocios, y la obra trata de poner el dedo en esa llaga", señala Naredo, quien junto a Colis y Liliana Pineda, encargada de las labores de producción, ha conformado la compañía Teatro de Mayo, que es la impulsora de la función, de la que se va a publicar el libreto con las ilustraciones originales de Manuel Alcorlo en las que se han inspirado los figurines y que, "como en los entremeses antiguos, no termina haciendo propuestas ni defendiendo programas ni partidos". Aunque, eso sí, un mensaje sí que emite: "Si los sueños no se hacen realidad, las pesadillas tampoco pueden durar". 

¿Es encender el televisor, abrir las páginas físicas o digitales de un periódico o escuchar las tertulias de los bares y pensar que todo esto que nos rodea es una pantomima? A José Manuel Naredo y Octavio Colis les ha pasado eso ante la visión de monarcas, gobernantes y otros gerifaltes que no hacen sino predicar con el ejemplo… contrario. Así que –pensaron- qué mejor que vengarse de esta cruel y frustrante circunstancia pagándole al mundo con la misma moneda, la de la caricatura, el muy español esperpento. Para ello ha recurrido a un arte, el teatro, que les permite hacerlo de manera directa y a la vez penetrante. Como género, se han quedado con el entremés, ese que nació en el siglo XV y que tanto hizo por burlarse de esos mismos monarcas, gobernantes y otros gerifaltes en otra época de grave crisis, la del artísticamente dorado XVII español.

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