Está la Feria del Libro de Madrid a un año de celebrar sus bodas de brillantes, y quizá porque a una señora de 74 primaveras no se le pueden dar disgustos, el optimismo se ha autoinvitado al Paseo de Coches del Parque del Retiro.
Un optimismo prudente, un optimismo matizado, un optimismo comparativo. "Si nos va algo mejor que el año pasado...", nos dice uno; "Si consigo remontar las ventas...", apunta otro; "Yo he hecho hoy menos caja que el primer viernes del 2014, pero no desespero", suspira un tercero.
Hay que admitir que en este sector, ciertamente muy castigado por la crisis (abundemos en el tópico: libreros, editores y distribuidores han librado la batalla económica al tiempo que afrontaban el cambio de paradigma y combatían a los piratas), los quejicas abundan. Son aquellos apegados a las viejas formas de hacer las cosas, nostálgicos de un tiempo no tan lejano en el que los libreros podían esperar a los clientes sentados tras la caja registradora, el maná de las subvenciones podía dar la vuelta a una cuenta de resultados, los que los ciudadanos casi no tenían más vías de escape y ocio que emprender la aventura de un libro...
Sin embargo, no hay que dejarse engañar por esos mustios cantos de sirena, una parte relevante del sector ha decidido abandonar el muermo y adaptarse a la nueva realidad: hay escritores que han tomado las riendas de su destino, libreros que salen a agarrar a los clientes por las solapas, o les seducen con un café, editores que buscan fórmulas, iluminan textos, descubren talentos. Son gentes castigadas (¿qué españolito no lo está?) pero no resignadas.
Y en este ambiente estábamos, con los 471 libreros, editores y distribuidores en sus 368 casetas, cuando la reina emérita doña Sofía, escoltada por la alcaldesa saliente Ana Botella, cortó este viernes por la mañana la imaginaria cinta inaugural de un evento durante el cual algunos ingresan hasta el 20% de su facturación anual.
El precedente de Sant Jordi
Cuentan las crónicas que una de las razones para el optimismo el incremento de ventas en San Jordi .
Según los datos facilitados en su momento por el Gremi de Llibreters de Catalunya, el Día del Libro se cerró en Cataluña con una facturación de 20.350.000 euros y 1.530.000 ejemplares vendidos, un aumento de un 6 % y un 4 %, respectivamente, en comparación con el año anterior.
Bien es cierto que algunos observadores pusieron en duda esas cifras. En El Periódico, Ernest Alós llamó nuestra atención sobre el hecho, en absoluto baladí, de que esos datos se obtienen mediante una herramienta llamada LibriData (disponible en el resto del estado como LibriRed), que no contabiliza lo vendido en El Corte Inglés, FNAC y Casa del Libro. Ahí es nada.
Para tener una fotografía más precisa, ese mismo medio publicó los resultados de la empresa de medición GfK , que señalaron un incremento de la facturación aún mayor, del 7,8%.
En fin, si alguien está interesado en entender el porqué de las discrepancias, puede leer el análisis que hizo Bernat Ruiz Domènech .
La cuestión de las cifras tampoco es completamente fiable en Madrid, entre otras cosas, porque los datos son recogidos uno o dos días antes del último día de Feria y dependen de la información que los propios feriantes aportan.
Hecha la salvedad, ¿qué se nos dice?
Pues que entre 2010 y 2012, la venta cayó más de 2 millones de euros. Que en 2013 hubo un esperanzador repunte (+9,3 %), que se mantuvo, si bien más moderado (+5 %), en 2014, año en el que la facturación ascendió a casi siete millones y medio de euros, es decir, 350.000 más que en 2013.
Constatamos pues que, a pesar de las discrepancias en función de los métodos de medición empleados, el balance de esa jornada excepcional que es el 23 de abril en Cataluña fue positivo. Y proporcionó munición para quienes se concentran en El Retiro no un día, sino 17.
Pero constatamos también la asombrosa distancia que se da entre una cifra de ventas y la otra, diferencia que hay que contextualizar. Según los datos del Gremi, en Sant Jordi 2014 se recaudaron en toda Cataluña más de 19 millones de euros; según la organización de la Feria, la recaudación el año pasado en las casetas se quedó en los 7,5 millones, cantidad que obviamente no incluye lo que se vende en las librerías de la capital, donde también se aplica el codiciado descuento del 10 %.
Sean cuales sean las cifras, los libreros insisten en la necesidad de analizarlas en un contexto de depresión de ventas. Su experiencia acumulada les dice que cada vez son más los lectores que aguardan impacientes la llegada de las grandes citas para beneficiarse de las rebajas que traen aparejadas y comprar de una tacada lo que antes adquirían a medida que lo iban leyendo.
Dicho de otro modo: las ventas del libro son cada vez más estacionales, y muchos de los que ahora compran no pisarán una librería hasta las fiestas navideñas. Excepción hecha, por supuesto, de la visita obligada para comprar los libros de textos.
El gran ausente
Sí, un año más, y con algunas excepciones muy específicas, como determinadas actividades del Pabellón Samsung, empresa patrocinadora de la Feria, o la mesa en la que Amazon, el coco de los libreros, explicará su servicio de autoedición KDP, la del libro electrónico seguirá siendo una ausencia clamorosa.
Es esta una polémica viejuna y que requiere alguna precisión. Ya en 2013, a raíz de una disputa desatada en los medios sociales, la organización de la Feria aclaró que quedaban excluidas las editoriales y librerías que sólo vendían ebooks, aunque en ebooks"la solicitud de inscripción para expositores de #FLM13 incluye un punto en el que indican si quieren vender en formato digital". "La Feria es para pasear y no para ficheros electrónicos", ha llegado a declarar Pilar Gallego, presidenta del Gremio de Libreros de Madrid, que es el titular del evento.
Cuando se trata de libro electrónico, los libreros creen tener razones para poner pie en pared.
Amazon es el epítome de todo lo malo que les ha sucedido, no sólo porque edita y vende ebooks, sino porque se ha convertido en la librería de referencia de muchos que o bien no quieren salir de casa para comprar, o bien saben que en esa y en otras tiendas online similares pueden disfrutar de un descuento (el 5% que permite la Ley del Libro, más la gratuidad de los gastos de envío) que no obtienen en las librerías tradicionales.
Consideran que ese comportamiento es un ejemplo claro de competencia desleal, y así lo han denunciado.
En definitiva...
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Volvemos al optimismo, que ha sido atizado desde la propia organización. "Después de años de decrecimiento, en este 2015 existen cifras esperanzadoras, refrendadas por San Jordi, pero lo preocupante es el retroceso en la valoración social de la cultura y el libro", ha proclamado Pilar Gallego en los prolegómenos de esta edición.
En cuanto al título de este artículo, La soledad sonora, viene a cuento de que nunca los convocados en torno a la lectura, una actividad en principio solitaria, silenciosa, organizan tanto ruido como en estas fechas de firmas, actos, anuncios por megafonía, trajín de autores, frenesí de lectores.
Y lo he elegido porque, parafraseando al poeta, bien podemos decir que, a pesar de los pesares, la Feria recrea y enamora.
Está la Feria del Libro de Madrid a un año de celebrar sus bodas de brillantes, y quizá porque a una señora de 74 primaveras no se le pueden dar disgustos, el optimismo se ha autoinvitado al Paseo de Coches del Parque del Retiro.