Siguió la Mostra proyectando películas camino del fin de semana y el palmarés final. De esta jornada del martes apenas puede reseñarse como medianamente interesante la escandinava Una paloma sentada en una rama reflexionando sobre la existencia, de Roy Andersson, que al menos aporto algo de humor e ironía sobre lo absurdo de la existencia. Frente a ella, el espanto en todos sus sentidos, con la japonesa Nobi (que han traducido como Fuegos en la llanura), de Shinya Tsukamoto, un film gore y caníbal con soldados nipones perdidos en una isla que hacen y sufren de todo.
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El sueco Andersson (no, no es familia de Pamela Anderson ni vigila la playa) sostiene que su tragicómica película es una mezcla del Quijote cervantino, de De ratones y de hombres de Steinbeck y del Crimen y castigo de Dostoyevski. Seguramente acierta. Nos cuenta en lo que según él es el final de una trilogía sobre la condición humana (integrada por ésta junto a Sånger från andra våningen y Du Levande), el viaje que emprenden un vendedor de artículos de fantasía y un retrasado mental. El periplo de ambos sirve para pintar una serie de bocetos (fotografiados de hecho como tales) sobre la absurdidad de la sociedad, a ratos divertidos, a ratos no tanto. Es este film -cuyo título no vamos a repetir para evitarles la lectura repetida y así otra absurdidad- más accesible que los dos anteriores de la saga de Andersson, pero no deja de pertenecer a un campo autoral que le aleja del público mayoritario.
Que la guerra es un horror no hace falta que venga Shinya Tsukamoto a contárnoslo. Lo sabemos de todas las guerras desde que los hombres primitivos se liaban a pedradas. Lamentablemente hoy, en pleno siglo XXI, hay quien quiere todavía guerra y corta cabezas a los periodistas, bombardea escuelas infantiles de la ONU o convierte a niñas en esclavas sexuales. Es la guerra. Son las guerras. La del cineasta japonés en Nobi es la II Guerra Mundial, a través de la historia de una patrulla nipona perdida en una isla filipina, que se convierte en un festival de muerte, sangre, vísceras, humillación, cuerpos desmembrados, más sangre, y canibalismo como forma de subsistencia.
¡Bravo Alberto Barbera, director del festival y enemigo declarado del cine iberoamericano, prácticamente ausente de la competencia desde que manda aquí! ¿Es este realmente el cine que merece la pena? ¿Es esta película mejor que todo el cine en español que se hace en el mundo? El gore tiene sus festivales especializados, y sus espectadores, pero dudamos que el Lido sea su lugar, y no por el género en sí, sino porque aparte de sangre y el horror de la guerra, que o conocemos o imaginamos, hace falta una historia, un atisbo de emoción humana que no sea el asco, que es lo que producen Nobi y el ciberpunk Tsukamoto.
Siguió la Mostra proyectando películas camino del fin de semana y el palmarés final. De esta jornada del martes apenas puede reseñarse como medianamente interesante la escandinava Una paloma sentada en una rama reflexionando sobre la existencia, de Roy Andersson, que al menos aporto algo de humor e ironía sobre lo absurdo de la existencia. Frente a ella, el espanto en todos sus sentidos, con la japonesa Nobi (que han traducido como Fuegos en la llanura), de Shinya Tsukamoto, un film gore y caníbal con soldados nipones perdidos en una isla que hacen y sufren de todo.