Festival de Cannes
Spielberg y su gigante, opacados por el erotismo y el humor familiar
La presencia de Steven Spielberg presentando su último trabajo, la fantasía infantil Mi amigo el gigante (The BFG, en inglés), no consiguió restar importancia en el interior de las salas a las dos películas del día en la competencia por la Palma de Oro, la alemana de Maren Ade Toni Erdmann y la coreana de Park Chan-Wook Ah-ga-ssi, que en registros bien distintos sedujeron mucho más que el nuevo trabajo del creador de E.T.
La referencia de aquel inolvidable clásico viene a cuento porque algo de su espíritu tuvo que ver con la elección del todopoderoso Rey Midas de Hollywood, como antaño se le bautizó, para adaptar una conocida obra de Roald Dahl, The Big Friendly Giant, recurriendo para ello a la misma guionista de su clásico extraterrestre, Melissa Mathison, ayudada esta vez por Christopher Abbott. Sin embargo, todos estos mimbres –a los que se añaden unos primorosos efectos visuales, casi lo mejor de la cinta– no son suficientes para crear la magia requerida para esta historia sobre un gigante que se revela contra la tradición de los suyos, devorar niños.
Las virtudes que tenía E.T. brillan por su ausencia en The Big Friendly Giant. Aquí no hay emoción ni tensión, dificilmente conquistará a los niños, sus presuntos espectadores principales, ni tampoco tiene elementos que los adultos puedan apreciar en su propia lectura. Al final todo queda en una película bien hecha, muy bien hecha, pero carente de alma, y –lo que aún resulta más temible para Spielberg– aburrida. No le auguramos el éxito que debería tener el próximo julio, cuando llegue a salas comerciales, para amortizar un presupuesto no difundido pero que se deduce alto por lo visto en pantalla. De momento, la tónica general de los comentarios de la crítica en Cannes es claramente negativa.
Lo contrario, por fortuna, puede decirse de las dos películas que este sábado han entrado en la carrera por la Palma de Oro, de las que probablemente Toni Erdmann, de la alemana Maren Ade, haya sido la mejor sorpresa del día, por su originalidad y sentido del humor, que han conseguido algo que rara vez se da en Cannes: una audiencia que aplaude en mitad de la película.
La culpable es esta comedia escrita por la propia cineasta germana, sobre la peculiar relación entre una recta hija, ejecutiva de una multinacional alemana e instalada en Bucarest, y su padre, un hombre maduro de espíritu bohemio e irreverente, que desembarca en Rumanía para estar al lado de su hija, a la que intuye no demasiado feliz. Su forma de ayudarla dará lugar a jocosas escenas, cuando el progenitor crea al Toni del título, personaje ficticio con el que protagoniza sus correrías y chanzas, hasta derrumbar la muralla que su hija ha levantado entre ambos.
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Ade ha conseguido una comedia muy humana y divertida, con la que es muy difícil no simpatizar, pese a que no siempre esté dentro del esquema autoral que tanto excita a los críticos aquí presentes.
Algo de esto último sí está más visible en el nuevo trabajo del autor de Oldboy, Park Chan-Wook, una sofisticada intriga de fuerte carga erótica que se desarrolla en la Corea ocupada por los japoneses en los años 30 del pasado siglo. Allí una joven japonesa, Hideko, enclaustrada en la mansión de su pervertido y autoritario tío, se convierte en víctima del engaño de un falso conde japonés, aliado con una muchachita coreana, a la que consigue imponer como la sirviente de la encerrada heredera. Sin embargo, el plan se vuelve menos evidente cuando entre las dos jóvenes surge una pasión lésbica, que Park filma con virtuosismo.
Ah-ga-ssi le sirve al autor de Sympathy for Lady Vengeance para tejer una intriga con ingredientes que incluyen también el sadomasoquismo y la fantasía, la cual además no decae en ningún momento a pesar de sus dos horas largas de metraje. Será también otra de las cintas a retener de esta edición de Cannes.